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Las grandes tecnológicas se mueven para entrar en la corte de Trump

El cambio de rumbo de Meta en su política de moderación de contenidos escenifica la voluntad del sector de ganarse el favor del presidente electo de EE UU para presionar a la UE y capear sus retos legales

Manuel G. Pascual
Noticias falsas
Boceto de la viñetista Ann Telnaes rechazado por el 'Washington Post'.

Falta una semana para que Donald Trump sea investido como el 47º presidente de EE UU y ya se da por descontado que habrá buena sintonía entre las big tech y la Casa Blanca. Elon Musk, dueño de Tesla, SpaceX, Starlink o X, entre otras, ha sido quien más fuerte ha apostado por el regreso del republicano, de quien ha conseguido convertirse en una especie de consigliere. Pero no ha sido el único magnate tecnológico en mover ficha: el director general de Apple, Tim Cook, ha donado a título personal un millón de dólares para la ceremonia de inauguración del nuevo mandato, la misma cantidad que han aportado Sam Altman (OpenAI) o Dara Khosrowshahi (Uber) y empresas como Meta, Amazon o Perplexity.

También hay movimiento entre bambalinas: Jeff Bezos, fundador de Amazon y dueño de The Washington Post, censuró la viñeta que ilustra este reportaje y que muestra a varios de los personajes mencionados rindiendo pleitesía ante un Trump engrandecido. El republicano ha invitado a cenar en Mar-a-Lago (Florida), que se sepa, a Cook y a Mark Zuckerberg, máximo responsable de Meta (matriz de Facebook, Instagram, WhatsApp y Threads), que recientemente ha colocado a destacados trumpistas en puestos importantes de la compañía.

Zuckerberg ha anunciado esta semana un cambio muy significativo en sus plataformas: Instagram y Facebook suprimirán la verificación externa de contenidos y la sustituirán por un sistema de comentarios de la comunidad similar al de X. Esta nueva política, que afecta solo a EE UU, se probará allí durante todo el año y, en función de los resultados, se considerará exportarla a otros países, según explican a EL PAÍS fuentes de Meta.

El movimiento de Zuckerberg es relevante por varios motivos. Primero, porque abraza explícitamente el modelo diseñado por Musk, que ha contribuido a convertir Twitter en el actual X, donde los contenidos tóxicos campan a sus anchas. Segundo, porque Meta lleva desde 2017 tratando de abanderar la lucha de las redes sociales contra la difusión de desinformación y de contenidos que inciten a la violencia para tratar de dejar en una anécdota el escándalo de Cambridge Analytica, la consultora que usó datos privados de 80 millones de usuarios de Facebook para distribuir mensajes personalizados a favor de la candidatura de Trump ante su elección para el primer mandato. Y tercero, porque hace justo cuatro años, el 7 de enero de 2021, Zuckerberg eliminó las cuentas de Donald Trump tras el asalto al Capitolio. La nueva política puede leerse, en este sentido, como un intento de redención ante el nuevo emperador.

“Obviamente, este cambio nos lleva a un escenario en el que habrá más contenido dañino online”, sostiene Thomas Hughes, director general del Centro de Apelaciones Europeo, un organismo independiente que permite a los ciudadanos denunciar problemas con la gestión de contenidos de las plataformas. Antes de asumir su puesto, Hughes era el máximo responsable del Oversight Board, una especie de tribunal de apelaciones habilitado por Meta para asegurar una mirada neutral sobre los temas más espinosos. “Hay una correlación directa entre la inversión de estas grandes compañías y la calidad y la sofisticación de la moderación de contenidos que llevan a cabo”, asegura. La Unesco elaboró en 2023 una guía sobre gobernanza de las redes sociales en la que considera fundamental que en el proceso participen organizaciones de verificación de datos, algo que omiten Meta y X. “La moderación de contenidos es uno de los problemas más importantes, urgentes y complejos de nuestro tiempo”, indica a este periódico un portavoz del organismo de Naciones Unidas.

El nuevo tablero de juego

A Zuckerberg y el resto de magnates tecnológicos no les faltan motivos para arrimarse a Trump. Más allá de lo imprevisible e impulsivo que pueda ser el próximo inquilino de la Casa Blanca, su partido controla el Congreso y el Tribunal Supremo. Durante la Administración de Joe Biden se han abierto investigaciones contra Google, Microsoft, Meta y Apple por prácticas monopolísticas. Trump ya ha dicho que trocear a estas compañías “puede ser algo muy peligroso” porque quiere “tener grandes empresas” para competir contra China.

Pero las tecnológicas —excepto, quizás, las de Musk— harían mal en dar por hecho que contarán con el favor incondicional de Washington. “El equipo de Trump tiene una visión dividida sobre estas empresas. Por un lado, apoya el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) y de todas aquellas tecnologías que se consideran estratégicas en la carrera contra China y por la supremacía estadounidense, como el desarrollo de semiconductores o la computación cuántica”, subraya Cecilia Rikap, profesora de Economía en la University College London y directora de investigación del Instituto para la Innovación y el Propósito Público (IIPP) de ese centro. “Pero, por otro lado, Trump sostiene una batalla muy particular contra decisiones de moderación de contenidos de las redes sociales, especialmente con Meta, de las que se siente un gran perjudicado”.

Muchos republicanos son recelosos de las big tech. Entre ellos, J. D. Vance, vicepresidente electo, que incluso manifestó inicialmente su apoyo al escrutinio al que somete a las tecnológicas Lina Khan, la presidenta del regulador (FTC). Sin embargo, el sustituto que le ha buscado Trump es menos intervencionista y asegura que perseguirá todo lo que atente contra la libertad de expresión.

Rikap lee el movimiento de Zuckerberg como un intento de acercamiento a Trump, que una vez dijo sobre el joven magnate: “Le estamos vigilando de cerca, y si esta vez hace algo ilegal, pasará el resto de su vida en la cárcel”. “Le está diciendo: me alineo contigo, no avances en regular las redes sociales porque vamos a hacer lo que nos pidas”, apunta la investigadora.

El coqueteo de las tecnológicas con Trump cobra más sentido todavía si se atiende a la situación que atraviesan en la UE. La Ley de Servicios Digitales (DSA) y la de Mercados Digitales (DMA) han impuesto a estos gigantes empresariales nuevos deberes de transparencia y han abierto investigaciones por abuso de poder. Hasta ahora, las big tech debían afrontar solas lo que consideran un acoso legal; con Trump en la Casa Blanca, la situación puede cambiar. “El discurso de Zuckerberg, que defiende su nueva política como una forma de impulsar la libertad de expresión, se enmarca en una ofensiva ideológica que se quiere librar en la UE”, explica Simona Levi, fundadora del colectivo en defensa de los derechos digitales Xnet y autora del libro Digitalización democrática (Rayo Verde, 2024).

“Las tecnológicas quieren imponer el modelo estadounidense, desregulado y privatizado, en el resto del mundo. Están presionando a la UE en ese sentido. Habrá que ver si Bruselas decide desafiar el poder de las empresas estadounidenses o plegarse a él, como ha hecho en los conflictos geopolíticos recientes”, opina el economista Ekaitz Cancela, autor de Utopías digitales (Verso Libros, 2023) y codirector del Center for the Advancement of Infrastructural Imagination (CAII).

¿Qué fue del usuario?

La alineación del sector tecnológico con el poder es más que notable. Pero hay algunas excepciones. Un grupo de pequeños inversores y desarrolladores quiere comprar TikTok, la plataforma china que se enfrenta a su prohibición en EE UU, para reformarla de manera que respete la privacidad de los usuarios y les otorgue el control sobre sus datos. La idea sería poder convertirla en una red social al servicio de la ciudadanía, y no de los intereses corporativos que mandan en el resto.

Ese respeto por los usuarios es algo que se echará de menos en la nueva era digital que acaba de inaugurar Zuckerberg. Se acabaron los filtros de calidad: los más de 3.000 millones de usuarios de Facebook e Instagram se verán expuestos a contenidos nocivos. “Las notas de la comunidad sirven en función de quién las haga. Detrás de ellas puede haber intenciones nobles, comerciales o ideológicas”, argumenta Carmela Ríos, experta en redes sociales, periodismo móvil y desinformación. “El nivel de aceptación de la desinformación por parte de los usuarios es enorme. El nuevo modelo de Meta supone forzar a que la población conviva de forma ineludible con la desinformación”. Ese es el nuevo estándar en la era Trump.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.
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