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Los fieles de Trump resucitan bulos sexistas y racistas contra Kamala Harris: “Ascendió usando la cama”

La precandidata ya sufrió estos mismos ataques en 2020 por un noviazgo de hace 30 años y la obsesión republicana contra la integración de las minorías

La vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris, pronuncia un discurso en su primera aparición pública desde que el presidente Joe Biden abandonó la carrera de 2024.
La vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris, pronuncia un discurso en su primera aparición pública desde que el presidente Joe Biden abandonó la carrera de 2024.Nathan Howard (REUTERS)
Javier Salas

Circula por las redes un logo tan ofensivo como falso de la campaña de Kamala Harris: un “Harris 2024” en el que la H se forma con la silueta de una mujer realizándole una felación a un hombre. Así de explícito es el sexismo que ya se ha lanzado contra la posible candidata de los demócratas tras la renuncia del presidente Joe Biden. “Harris la Facilona”, “Mamadas Harris”, “Kamalasutra”, “Putahontas”… La lista de motes insultantes que le ha adjudicado la derecha más radical es interminable, pero hay algo todavía más burdo: la mayoría es material reciclado. Desde que Biden tiró la toalla, los más maga de entre los MAGA se han apresurado a resucitar todo el arsenal con el que quisieron hundirla, sin éxito, en las elecciones de 2020. Y un hombre dio el pistoletazo de salida: Donald Trump.

“Es importante etiquetar estas narrativas y mentiras como lo que son: un intento de socavar el servicio público de una mujer poderosa debido a su género, su origen, su color de piel”, ha reaccionado de inmediato la activista contra la desinformación Nina Jankowicz, que realizó un estudio en 2021 sobre los insultos a las políticas, en el que Harris destacaba como la más castigada. El pretexto suele ser lo de menos en estas operaciones de desinformación y deshumanización. Pero analizar la más repetida de las falsedades, que “ascendió usando la cama” (que se remonta a la década de 1990), ayuda a entender la dinámica de los bulos y cómo, por lo general, cristalizan desde las élites de los grupos políticos: los líderes de opinión, los influencers más seguidos o, como es el caso, el jefe de todos.

El 4 de julio, cuando ya sonaba con fuerza la posibilidad de que reemplazara a un debilitado Biden, Trump publicó en su red social que la vicepresidenta había realizado una campaña muy mala en el pasado, y añadió: “¡Pero eso no significa que no sea una política ‘muy talentosa’! Pregúntenle a su mentor, el gran Willie Brown de San Francisco”. Se refiere a un viejo rumor, atizado durante la campaña de 2020: Kamala Harris comenzó su carrera en los noventa gracias únicamente a sus relaciones sexuales con Brown, alcalde de San Francisco, de quien habría sido amante mientras estaba casado. Una investigación de Reuters desmintió el bulo: Brown llevaba 13 años separado de su mujer y su noviazgo con Harris fue perfectamente público hasta que acabaron la relación en 1995.

Pero Trump sabía lo que hacía. Volvía poner encima de la mesa uno de los estereotipos más clásicos (y que mejor funcionan) del machismo en la política: las mujeres medran conquistando sexualmente a los hombres. Desde esa semilla plantada por el expresidente republicano, que ya ha pronunciado todo tipo de barbaridades sobre Harris, los insultos se dispararon, más todavía a partir de la renuncia del domingo, como analizó Wired. Por las redes circulan imágenes manipuladas de Harris en la Casa Blanca en actitudes sexuales y los influencers de la derecha se recrean en esa narrativa denigrante.

“Se inició en la política acostándose con Willie Brown. Se convirtió en vicepresidenta porque Biden necesitaba una mujer no blanca en su candidatura. Ha hecho una carrera pidiendo limosna a hombres poderosos”, ha publicado para que lo vean 12 millones de usuarios de la red X el activista ultra Matt Walsh. Uno de los más tóxicos fans de Trump, Milo Yiannopoulos, ha dedicado una ristra de tuits a “Cumala” (un juego de palabras entre Kamala y la palabra semen en inglés), a quien pregunta cuántos a abortos se ha sometido por culpa de su “sórdido historial sexual”.

La raza, el origen, la cuota

Harris no es la primera mujer a la que se acusa de llegar a su puesto mediante el sexo y tampoco será la primera candidata presidencial a la que se recrimina no poder presentarse al cargo por su origen. Le pasó a Barack Obama, cuando el propio Trump le acusó de no ser estadounidense, sino de Kenia. Con Kamala se repite el bulo racista y se dice, falsamente, que sus padres, de la India y de Jamaica, no eran residentes en EE UU cuando ella nació y no tuvo acceso legal a la nacionalidad. ¿Quién fue uno de los primeros en difundir este bulo en 2020? También Donald Trump. Ahora, por supuesto, ha resucitado.

Ese mestizaje también se usa contra Harris, porque para los troles de las redes no es suficientemente negra para considerarla la primera (vice)presidenta negra, ni lo suficientemente india para ser la primera (vice)presidenta asiática. Para algunos, ni siquiera es mujer: una de las falsedades que la persiguen desde hace tiempo es que es una persona trans. “En 2020, afirmaron que Harris no podría haber ascendido a un puesto de poder sin haber sido un hombre en secreto. Alegaron falsamente que ella había sido un hombre llamado ‘Kamal Aroush’ antes de la transición”, explica ahora Jankowicz. Es un bulo habitual entre mujeres relevantes de la política internacional.

Harris también es el objetivo perfecto para una de las últimas obsesiones de los republicanos: las políticas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) que dan paso a mujeres y minorías. “Es un gran ejemplo de DEI. Estamos hablando de una persona que tiene un color de piel, pero el color de piel no denota mérito, no denota competencia, y es una persona muy incompetente”, ha dicho el congresista republicano Burgess Owens. Un tertuliano de la Fox, Charles Gasparino, ha escrito en el New York Post un artículo titulado: “Estados Unidos pronto podrá verse sometido a la primera presidenta DEI del país: Kamala Harris”. Algo así como la primera presidenta por cuota.

Jankowicz tiene claro el motivo de todo esto: los usuarios que interactuaban con la narrativa denigrante contra Harris tenían más probabilidades de implicarse en otras campañas de acoso y desinformación: “Intentaron socavar su idoneidad para el cargo. La desinformación y el abuso por motivos de género, que ocurren a ambos lados del espectro político, socavan la participación de las mujeres en la vida pública”. La desinformación sexista y antifeminista late con fuerza desde que intentaran asesinar a Trump: su atentado se ha reinterpretado como una prueba de que las mujeres no deberían participar en los cuerpos de seguridad.

La reina de los memes

El esfuerzo por atacar a Kamala Harris en redes tiene una explicación añadida: es la reina de los memes. Su extroversión, sus ruidosas carcajadas y sus salidas inesperadas son el cultivo perfecto para una generación que lo mememiza todo, sobre todo si tiene un punto extravagante. Tal vez no sea ideológico, conceden los analistas: simplemente es entretenida para los jóvenes. Una anécdota que contó sobre su madre hablando de “caerse del cocotero” lleva unos cuantos días generando memes y remixes infinitos.

Harris cuenta además con un ejército movilizado de seguidores en redes sociales, autodenominados K-Hive (colmena K) que son capaces no solo de defenderla, sino de generar campañas de castigo contra sus rivales. Ya han lanzado el contrataque, recuperando un spot de 2020 en el que se decía de ella, frente a Trump: “Ella procesó a depredadores sexuales. Él lo es”. En todo caso, es indudable que la vicepresidenta genera engagement (clics, comentarios y visibilidad), que siempre fue una de las fortalezas de su rival republicano. Ahora, el viejo es Trump y Harris puede tener a las nuevas generaciones de votantes mirando sus vídeos con una sonrisa.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.
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