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María Luengo, investigadora: “Se puede despolarizar Europa, tener impacto contra la animosidad partidista”

La profesora de la Universidad Carlos III lidera un proyecto de más de cien expertos de 35 países para analizar y contrarrestar la polarización en Europa

María Luengo investigadora
La profesora María Luengo, en las instalaciones madrileñas de la Universidad Carlos III, el 28 de mayo antes de la entrevista.Álvaro García
Javier Salas

¿Qué es polarizar? Hay quien piensa que es lo que hace EL PAÍS —Lo País, dirá, probablemente— y hay quien opina que, por usar las palabras del presidente Pedro Sánchez, la única culpa es de “la galaxia digital ultraderechista” y “la máquina del fango”. En España y otros países, chocan visiones contrapuestas, polarizadas, que no ayudan a diseccionar un fenómeno que, sin duda, atraviesa nuestra sociedad dejando un reguero de desconfianza y crisis institucionales. Para poner orden, un numeroso equipo de académicos de 35 países se ha decidido a lanzar un proyecto que analice la polarización en Europa, para hacer un atlas bien delimitado del problema en este continente, con la intención de intervenir para desescalarlo.

Al frente de los más de cien investigadores implicados está la profesora María Luengo (Madrid, 52 años), de la Universidad Carlos III, especializada en desinformación y medios, porque “la idea surgió estudiando qué es la imparcialidad periodística en el contexto de una sociedad polarizada”. “Los medios son parciales, pero ¿la causa está en la sociedad, que cada vez está más sesgada y más polarizada?”, se pregunta. Para responder a esa y a otras muchas dudas, la red de expertos que capitanea desde hace seis meses trabajará durante cuatro años con dos metas claras. La primera es definir bien el problema, porque a su juicio hay que combatir la polarización radical, la que desgarra con odio el tejido social, y no tanto la polarización sana, la que mantiene fuerte el músculo democrático, inspirados por Chantal Mouffe. Lo quieren estudiar desde la psicología social, la antropología, las identidades, la cultura y otras disciplinas, para encontrar “patrones comunes europeos”, porque casi todo lo que se ha publicado hasta ahora es desde la ciencia política de EE UU.

El segundo objetivo es todavía más ambicioso: aprender a rebajar esa tensión, a partir de “un mapa de iniciativas de despolarización en la sociedad civil y en los medios”, para diseñar sus propias intervenciones. Porque creen que es posible despolarizar Europa. Luengo atiende a EL PAÍS en las instalaciones madrileñas de la Carlos III recién llegada de Polonia, donde han mantenido la primera maratón de trabajo.

Pregunta. Lo primero es delimitar qué es polarización.

Respuesta. Estamos interesados en el fenómeno de la polarización radical, porque parte de lo que entendemos es que la polarización no siempre es mala, y la despolarización no es siempre buena. Siempre ha habido partidismo y eso activa también la democracia y la participación ciudadana. El problema está cuando esa polarización se radicaliza, cuando es incívica, cuando ya hay un cambio de estado en lo que sería la política ordinaria. Y se convierte en animosidad: no me gustas porque no eres de los míos, y todo lo que pienses me parece mal de entrada.

P. Esa es la que intentan desescalar.

R. Justo ahí estamos. Queremos tener claros los cimientos teóricos de a qué llamamos polarización y despolarización. ¿Cómo la entendemos? ¿Cómo se está entendiendo? ¿Y cómo podemos, críticamente, situarnos mejor ante ese concepto? Los gurús de la polarización, sobre todo en Estados Unidos, ya utilizan términos que intentan matizar más el término, una animosidad partisana, porque si no es una palabra hueca. Los sistemas culturales que están nutriendo las democracias liberales terminan en relatos o narrativas muy contrarias. Y eso va, como decíamos, permeando hacia dos bloques antagónicos, donde ya no es un agonismo, una lucha entre contendientes políticos, sino un antagonismo, un “te odio”, una lucha de opuestos.

P. Pero también existe la polarización falsa, un mecanismo psicológico que nos lleva a creer que el otro nos odia más de lo que es real.

R. Casi todos los estudios, casi todo lo que sabemos de polarización, viene de la ciencia política, sobre elecciones, y también algo de comunicación. Hay muy poco de psicología social, cuando nos parece que, por ejemplo, en las redes sociales es clave estudiar la psicología del que polariza en redes, porque al final son unos pocos quienes marcan la tendencia. Hace falta un mayor conocimiento de elementos culturales, antropología, elementos de psicología, que hay muy poco desarrollado. Y la tendencia la marca Estados Unidos o el mundo anglosajón. Nosotros queremos bajar a trabajar en la polarización social, más vinculada a la esfera civil.

María Luengo, en las instalaciones madrileñas de la Carlos III, el 28 de mayo antes de la entrevista.
María Luengo, en las instalaciones madrileñas de la Carlos III, el 28 de mayo antes de la entrevista.Álvaro García

P. Con un enfoque europeo.

R. Lo primero que esperamos es apuntalar un poquito más a Europa, identificar, dar visibilidad, reforzar redes de investigadores que están trabajando sobre esto, hacer un análisis de iniciativas de la sociedad civil o de los medios en cada uno de estos países. Y luego espero es que realmente consigamos dar el paso desde la academia a la vida, al mundo real: tener impacto es fundamental. Probar de manera experimental intervenciones de despolarización, en contra de la animosidad partidista. Queremos aportar algo en positivo, no solo entender bien qué es esto de la polarización, sino también llegar a esa despolarización.

Esperamos intervenir para despolarizar Europa, tener impacto en el mundo real”

P. ¿Se puede despolarizar Europa?

R. Creemos que se puede detectar e intervenir para conseguir despolarizarla, que haya un mayor pluralismo y no ese antagonismo, ese “te tacho, no te entiendo y ni siquiera indago, porque afectivamente estoy con mi grupo, y tengo que pensar igual que ellos en todos los temas”. En algunas propuestas de despolarización se hablaba de espacios de paz, porque se entiende polarización como conflicto, guerra. En ese sentido, vamos a ver cómo podemos entendernos en una especie de postconflicto.

P. ¿Es un problema derivado de la digitalización de las sociedades?

R. Cada vez más, los estudiosos de la polarización ponen el inicio en la crisis económica, en 2008. No tanto en la cuestión digital, sino más en la desigualdad económica, porque genera desigualdad también en cómo nos vemos, como nos percibimos. Expertos como Luis Miller hablan de una polarización cotidiana, por barrios, que siempre ha sido así, pero que todavía se está como acentuando más en la cuestión de las estructuras materiales. Eso está ahí, pero creo que hay un elemento multifactorial: está lo económico, lo político, lo que ha pasado estos años en España desde la moción de censura… Y en Europa, hablando con colegas de otros países, descubrimos que toda la cuestión histórica, identitaria y cultural es muy importante. La división no se entiende, sin ir al pasado de sus países, a las identidades. La guerra en Yugoslavia, nuestra Guerra Civil… Son cosas que estamos intuyendo y que van a ser muy interesantes, porque una red así nos saca de España, que quizás también estemos muy pegados a nuestra historia y nuestra manera de ver las cosas. Y Europa nos da esa perspectiva diferente.

P. ¿Y las redes vuelven más tóxicas esas identidades?

R. Hay estudios muy contradictorios. Por un lado, se ha demostrado que la mayor exposición a redes y estar online te expone a pluralidad de ideas. Pero, por otro lado, estás en tu tribu, que refuerza constantemente lo que piensas, tu manera de ver las cosas. Todavía falta claridad sobre la influencia.

Hay unos medios de extrema derecha, muy agresivos, que realmente poco periodismo hay ahí. Hay cosas muy cutres”

P. Y la aportación de la psicología social.

R. La polarización nociva o radical ya no tiene que ver con la ideología, sino con la polarización afectiva, que es ahora mismo lo que estamos explorando. Una intensificación de esos afectos negativos hacia la otra persona, solo porque es diferente. El mecanismo no es meramente racional, no se trata de “pues te voy a dar argumentos de razón para que entiendas”, sino que tiene que ir a esos mecanismos afectivos, psicológicos, de alfabetización mediática. Es enseñar a la gente a no compartir información de la que no estás segura simplemente porque va contra los otros. Se habla mucho de desinformación y una de las causas es que desinformamos a propósito porque queremos polarizar, para hablar mal del otro. Ahí hay que tener mucho cuidado, ahí es donde salta la alarma. Quizá las redes no solo amplifican la extensión, sino también la intensidad.

P. Se generó mucho ruido con lo que dijo el presidente Pedro Sánchez, cuando habló de medios digitales y máquina del fango.

R. Se meten en el mismo saco cosas distintas, porque en medios digitales hay de todo. Pero bueno, sí que se está identificando a unos medios concretos, de extrema derecha, muy agresivos, que realmente poco periodismo hay ahí, poca profesionalidad. Hay cosas muy cutres. En ese sentido tiene parte de razón, pero lo digital es más amplio.

P. ¿Hace falta delimitar lo que es un medio de comunicación? Hay medios y otras cosas disfrazadas.

R. Algunos lo llaman medios alternativos. Ahora de extrema derecha hay muchos, pero no solo. A mi modo de ver, son un factor de polarización por el tono agresivo y también por ese fenómeno que hay que estudiar: hay algunas plataformas muy parciales que no solo intentan ganarse a los suyos, sino que tratan de desdecir a los que no son suyos, buscan generar antagonismo político. En los países nórdicos los han identificado como “iliberales”, en el sentido de que no es que sean de extrema derecha, es que apoyan ideas que van en contra de las leyes democráticas. Eso es muy diferente, porque van hacia atrás en derechos adquiridos, en libertades civiles. Aquí parece que están todos en el saco de la extrema derecha, pero hay que estudiarlo.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.
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