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REDES SOCIALES
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Elon Musk quiere una red social sin límites a la libertad de expresión: ¿Es posible?

El magnate amenaza con crear una alternativa para competir con Twitter, aunque otros intentos han acabado moderando contenidos

Jaime Rubio Hancock
Elon Musk
Elon Musk, tuiteroDPA vía Europa Press (Europa Press)

Elon Musk, el empresario al frente de Space X y Tesla, ha insinuado que podría lanzar una nueva red social. Todo comenzó con unas encuestas en Twitter el pasado viernes: Musk preguntó si esta plataforma respeta la libertad de expresión y el “no” se llevó más de un 70% de los votos. “Las consecuencias de esta encuesta serán importantes -advertía Musk-. Por favor, votad con cuidado”. Al día siguiente, el empresario preguntaba qué se puede hacer y si hace falta otra plataforma. Cuando el estudiante (y fan) Pranay Pathole le propuso crear una nueva red social, Musk respondió que se lo estaba planteando en serio.

No conviene fiarse de Musk, conocido por tuitear demasiado: en noviembre del año pasado sometió a votación en Twitter la venta del 10% de sus acciones en Tesla. Pero luego se supo que ya había vendido parte de esas acciones antes de publicar la encuesta. En cualquier caso, vender acciones es muchísimo más fácil que montar una red social que dé prioridad a la libertad de expresión. Entre otras cosas, porque ni siquiera está claro cómo se hace algo tan básico como eso.

Hay dos extremos claros:

Primero, el que sería más cómodo para muchas plataformas: permitirlo todo. No son medios de comunicación, sino herramientas para que sus usuarios se expresen. Si es legal, se puede hacer. Y si no es legal, que venga un juez y cierre cuentas o borre tuits.

Pero no es tan fácil: la ley puede tardar en actuar ante un plagio o una campaña de calumnias, por ejemplo. Además, estas plataformas tampoco quieren que se las identifique como páginas hostiles para sus usuarios o como centros de difusión de bulos, sobre todo si hablamos de temas sensibles como la pandemia o la guerra de Ucrania. También hay que tener en cuenta que las plataformas no son neutras: si sus algoritmos dan más presencia a unos mensajes que a otros, ¿no deberían tener al menos alguna responsabilidad sobre los contenidos que promocionan?

El otro extremo es el de recordar que las redes sociales son empresas privadas y pueden poner las normas que quieran. Del mismo modo que yo no puedo ir a un restaurante con un camping gas y ponerme a cocinar mi cena, Twitter puede prohibir discursos de odio, Facebook puede etiquetar las noticias engañosas e Instagram puede censurar los pezones femeninos.

Pero, de nuevo, tampoco es tan fácil: teniendo en cuenta que estas empresas funcionan como un oligopolio sin apenas alternativas, en la actualidad tienen un poder sobre nuestra libertad de expresión mucho mayor de lo que, probablemente, nadie imaginaba hace diez años. Además, también se les reclama mayor transparencia y coherencia en la redacción y aplicación de estas normas, que a menudo parecen arbitrarias y cambiantes.

¿Cuántas redes sociales han muerto ya?

Otras plataformas alternativas han intentado ya antes arreglar los problemas de Twitter, Facebook y demás. Pero, por un lado, no han alcanzado la repercusión de estas redes ni de lejos. Y, por otro, incluso las que se presentan como refugio de la libertad de expresión también tienen sus normas.

Por ejemplo, Gab, cuya cuenta de Twitter contestó a Musk asegurando que esta red era la respuesta a su problema. Gab nació en 2016 como una alternativa a Twitter después de que varios acosadores de extrema derecha se quedaran sin su cuenta. Tiene unos cuatro millones de usuarios, 100.000 de ellos activos. Por comparar, Twitter tiene 330 millones de usuarios activos al mes.

Gab se ha presentado como un espacio en el que uno puede decir cualquier cosa que permita la primera enmienda de la constitución estadounidense. Pero esto en realidad significa que también actúa sin consultar con ningún juez y decide si una publicación cuenta como calumnia o como intento de estafa, por ejemplo. Y en realidad va algo más allá de lo que promete: los desnudos y la pornografía son legales en Estados Unidos, pero Gab no permite la publicación de esos contenidos su plataforma (en Twitter sí se puede, guste o no). Es decir, Gab también modera, aunque sea menos. Otras redes, como Parler y Gettr (también similares a Twitter) ni siquiera niegan esta moderación, pero aseguran que no se basa en criterios políticos o partidistas.

¿Y qué ha ocurrido con estas redes? Pues que se han llenado de usuarios rebotados de Twitter con ganas de defender teorías racistas y extremistas. Por ejemplo, en estas plataformas se publicaron mensajes violentos antes del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Y, antes, en 2018, Robert Bowers asesinó a 11 personas en una sinagoga de Pittsburgh después de anunciarlo en Gab. Los responsables de Gettr y Parler hablaban hace poco de su voluntad de crear una plataforma que atrajera a todo el mundo, pero lo cierto es que siempre atraen a los mismos, a supremacistas que quieren compartir sus ideas sin exponerse a críticas. Quizás las ideas a la izquierda del supremacismo blanco están permitidas, pero a efectos prácticos a ver quién se mete ahí dentro a compartirlas.

Por otro lado, hay que recordar que a casi todos los políticos y periodistas de derecha (y más allá de la derecha) les va muy bien en las redes convencionales, por mucho que se quejen. No tienen ninguna intención de dejar Twitter, Facebook e Instagram, y a la que puedan se meterán en TikTok, a pesar de ser una de las redes con más control sobre lo que se publica. De hecho, las cuentas en plataformas alternativas como Gab se suelen abandonar al poco tiempo o solo sirven para repetir los mensajes que ya se han compartido en otros sitios.

La última publicación en Gab de Iván Espinosa de los Monteros, portavoz de Vox en el Congreso, es de diciembre de 2019
La última publicación en Gab de Iván Espinosa de los Monteros, portavoz de Vox en el Congreso, es de diciembre de 2019

¿Y qué hay de Truth Social, la plataforma que creó Donald Trump en respuesta a la supuesta censura de Twitter y Facebook? Pues de momento solo está disponible para usuarios estadounidenses, pero los medios del país ya han recogido ejemplos de mensajes y cuentas cerradas… por reírse de Donald Trump. Según sus normas, están prohibidos los contenidos que menosprecien o denigren, “en nuestra opinión”, la plataforma. Para Trump, los límites a la libertad de expresión están en Trump.

Algo más que nazis

Hay alternativas a las grandes redes sociales que no tienen el problema de haberse llenado de neonazis. Como Mastodon. En origen, Mastodon quería ser una alternativa al clima desagradable de Twitter. Cuenta con “instancias” o pequeñas subredes descentralizadas y conectadas entre sí. Esto significa que cada instancia puede poner sus normas, que aplica con más facilidad al ser comparativamente pequeñas, y si una instancia se llena de nazis o de teorías de la conspiración acaba siendo aislada por el resto, como le ha ocurrido a Gab, que se aloja en esta red desde 2019, al ser de código abierto.

Pero estamos hablando de una plataforma relativamente pequeña: Mastodon tiene unos tres millones de usuarios. Cuando Twitter tenía tres millones de usuarios tampoco sufría los problemas de ahora. Y, en cualquier caso, aquí también hay moderación, aunque esté descentralizada. Eso sí, la experiencia puede ser útil: la propia Twitter anunció en 2019 un proyecto en esta línea, Bluesky.

¿Puede Elon Musk solucionar todos estos problemas y crear una red social que atraiga a decenas de millones de personas, sin ningún límite a la libertad de expresión y que resulte amable a sus usuarios? No seré yo quien diga que no, pero otros lo han intentado antes y, de momento, les ha salido regular.

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Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Editor de boletines de EL PAÍS y columnista en Anatomía de Twitter. Antes pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', además de la novela 'El informe Penkse', premio La Llama de narrativa de humor.

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