“En Taskrabbit, los empleados realmente son autónomos, no como en otras compañías”
La plataforma, adquirida hace tres años por Ikea, asegura ejercer solo de intermediaria entre los llamados ‘tasker’ y usuarios. Ofrece sus servicios en Barcelona, Madrid, las dos Castillas y Extremadura
Cuando Leah Busque no tenía tiempo en 2008 ni para comprar la comida de su perro mientras vivía en Boston, pensó lo fácil que sería que otra persona se encargara de estos recados. Este fue el comienzo de su startup, TaskRabbit. Después vendría la expansión por seis países, ampliación de los servicios bajo demanda a todo tipo de encargos, manitas y arreglos en casa y el paso definitivo: la compra e integración en Ikea hace tres años. Se ha convertido en una plataforma todoterreno que ejerce de intermediaria entre los denominados tasker, quienes ofrecen su mano de obra de acuerdo con su experiencia profesional, y los usuarios, que los contratan a través de la app y la web.
En España desembarcó en Barcelona el pasado mes de enero y, pese a la pandemia, ha ampliado recientemente su oferta a Madrid, las dos Castillas y Extremadura. Lo mismo podemos buscar a alguien que pinte una casa, instale un mueble, desatasque el fregadero o haga la compra semanal. El concepto detrás de TaskRabbit es la unión de servicios diseminados entre otros nombres conocidos, como Nextdoor, Glovo y ¿Tienes sal?. Explica la responsable de la plataforma en España, Begüm Zarmann, que, a diferencia de otras startups, sí se toman en serio a su comunidad de trabajadores. “Les damos la oportunidad de tener unos ingresos significativos. Queremos ser justos y transparentes. Realmente son autónomos, no como en otras compañías. No restringimos sus horarios ni nada. Son flexibles al 100%”.
Zarmann hace referencia a la reciente sentencia del Tribunal Supremo contra el modelo laboral de las plataformas digitales de reparto que cuentan con un ejército de repartidores, conocidos como riders. El pasado 23, el alto tribunal dictaminó que estos son asalariados y no autónomos como les reconocían las empresas hasta ahora. Esta decisión llega por parte de los jueces de lo Social del Supremo, que fallaron que un antiguo trabajador de la plataforma Glovo —la más popular junto a Deliveroo— mantenía una relación laboral con la empresa. En plata: era falso autónomo.
Según TaskRabbit, los tasker siempre deciden cuánto vale su trabajo, pero, según los datos de la startup, la media ronda los 18 euros por hora. Un dinero íntegro para los autónomos, dice la compañía. La plataforma solo cobra a los usuarios una comisión por su labor de intermediación. Además de esto, ofrece servicios que ofrece a través de Ikea —casi todos relacionados con el transporte y montaje de muebles—.
TaskRabbit no comprueba si los freelance cuentan con las destrezas profesionales que ofertan. Simplemente los identifican, verifican la identidad y la cuenta bancaria y ratifican que estén dados de alta como autónomos. Lo que prima es la rapidez en el registro en la plataforma. Poner la mano de obra a disposición de los usuarios cuanto antes. Si alguien quiere saber si un perfil cumple con la descripción, solo puede basarse en los comentarios y valoraciones de los demás clientes. Un ejemplo más del sistema de calificación social que inunda la gran mayoría de plataformas, sea en forma de estrellas o números. “Nuestro objetivo es que la app sea accesible en todos los códigos postales de España. Crear estas comunidades y conectar a la gente con los tasker”, apunta Zarmann.
En cierta medida, su expansión por España debe demostrar que el mercado está ya lo suficientemente maduro como para que la sociedad confíe en este modelo. Wallmart y Home Depot lo han logrado en Estados Unidos, pero años atrás startups parecidas a TaskRabbit fracasaron en su intento de ser la aplicación para todo. Jobin, Guudjob y Heygo fueron de los últimos nombres propios que se quedaron por el camino, aun sin una competencia tan feroz como la de hoy en día.
Adaptarse al coronavirus
Como cualquier sector, la crisis del coronavirus les obligó a adaptar sus servicios. Su actividad es eminentemente social. Ponen en contacto a unas personas con otras. Entran en las casas y la pandemia implica extremar la seguridad. Comenta Zarmann que se adaptaron desde el primer momento, pese a la importante caída del negocio durante los meses de confinamiento. Facilitaron a los tasker equipos de protección individual (EPI) y consejos de cómo trabajar en los domicilios respetando las recomendaciones sanitarias. Para los usuarios elaboraron una especie de guía acerca de cómo comportarse cuando llegaron los tasker —“han de sentir que todo el entorno es seguro”, zanja”—.
Sin revelar ningún plan estratégico de futuro, la expansión, al menos en el corto plazo, vendrá de nuevo de la mano de aquellas ciudades donde haya un Ikea. No todo son grandes poblaciones, aunque ahora es la forma más práctica de ampliar la plataforma y dar a conocer la aplicación. Zarmann desconoce si logrará los objetivos que se ha propuesto. Argumenta que el modelo de negocio no puede ser otro que pagar bajo demanda por servicios a la carta, como hasta ahora.
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