Del robot insecto a la medusa cíborg: animales al servicio del espionaje y la investigación
En los años 70, la CIA intentó desarrollar una libélula robótica para programas de espionaje; ahora ponemos sensores y activadores en saltamontes y medusas de carne y hueso para trabajos de investigación
Un insecto clandestino. Así describió la CIA el proyecto que emprendió en abril de 1974 para crear un dron al más puro estilo de esos que hoy aún nos parecen tan avanzados y futuristas. En algunos sentidos, el insectocóptero, iba incluso más allá. El objetivo fundamental de aquella aeronave no tripulada tan adelantada a su tiempo no era repartir paquetes, ni grabar tomas aéreas, ni siquiera aspiraba a ir por ahí cerrando aeropuertos. El plan era crear una libélula capaz de hacer vuelos de al menos 100 metros e instalar sistemas de vigilancia por audio. El proyecto quedó finalmente abandonado, pues el sistema de navegación disponible en la época, guiado por láser, era apto para vuelos en línea recta y encontraba demasiados problemas en las imprevisibles condiciones del mundo real.
La simbiosis entre el reino animal y el de la tecnología no es extraña en el mundillo del espionaje. Palomas con cámaras, delfines entrenados para instalar explosivos y peces robóticos figuran en el historial de gadgets que la Agencia Central de Inteligencia ha empleado durante el último medio siglo. También probaron a implantar un micrófono en un gato, pero -20 millones de dólares más tarde- el animal se distrajo y fue atropellado por un taxi.
Toda esta fauna de agentes secretos se ha hecho pública en un conjunto de informes desclasificados que recoge The Black Vault, un proyecto que recopila documentos de este tipo. "Desde un punto de vista técnico, hay una alta probabilidad de que los animales sean capaces de ejecutar muchas tareas útiles, si no únicas, que serán de interés para el Departamento de Defensa y la CIA. Esperamos que estas investigaciones de sistemas animales se lleven a fases más avanzadas de desarrollo", aseguraba Carl E. Duckett, el que fuera fundador y director de la división Ciencia y Tecnología de la CIA, en una carta fechada en diciembre de 1967.
Viaje al presente
Pero la voluntad de combinar animales y nuevas tecnologías no es exclusiva del siglo pasado ni de los programas de espionaje. Un equipo de investigadores de la Universidad de Washington acaba de publicar un estudio sobre la viabilidad de emplear "biorrobots basados en insectos" en tareas de detección de explosivos. "Proponemos una solución híbrida bioelectrónica que aprovecha directamente el rico repertorio de sensores olfativos y el sofisticado marco neurológico y computacional del sistema olfativo de los insectos", explican.
En este caso, los socios animales son saltamontes. Después de comprobar cómo la exposición a químicos explosivos activaba ciertas neuronas en estos insectos, los investigadores diseñaron un sistema para, a través de una cirugía mínimamente invasiva, poder medir sus respuestas electrofisiológicas y crear un sistema de detección. "En resumen, nuestro estudio es la primera prueba de cómo los sistemas olfativos biológicos pueden 'secuestrarse' para desarrollar una aproximación cíborg para la detección de químicos". Otro insecto que aparentemente también es apto para esta tarea es, de acuerdo con los investigadores, la cucaracha roja.
En el mar también se puede
A finales de enero, la revista Science Advances publicó un ejemplo más de esta tendencia, con las medusas como animal protagonista. El estudio, obra de dos investigadores de la Universidad de Stanford, presenta a estos animales como "uno de los vehículos subacuáticos más energéticamente eficientes" y una "potencial fuente de ventajas" para abordar los grandes retos de la robótica.
"Presentamos un robot biohíbrido que usa microelectrónica integrada para inducir el nado en medusas vivas. Las medidas demuestran que la propulsión puede ampliarse sustancialmente al controlar las contracciones del cuerpo a un rango de frecuencias óptimo más rápido que el comportamiento natural", señalan. Las medusas cíborg que resultan de este experimento nadan tres veces más rápido, mientras que el gasto metabólico del animal solo se duplica. "Este robot usa entre diez y mil veces menos energía externa por masa que cualquier otro robot acuático reportado en la literatura", prometen.
El sistema diseñado por los investigadores aplica corrientes eléctricas periódicas para incitar contracciones musculares en las medusas. El biorrobot resultante, concluyen los investigadores, tiene el potencial para expandir las técnicas de exploración de los océanos y abre la puerta a futuras mejoras en el control de las medusas biohíbridas, así como a la incorporación de microsensores que permitan recoger información del entorno.
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