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La clase de robótica más grande el mundo obtiene un récord Guinness

El Robomath Challenge de Jalisco albergó a 971 niños que armaron y programaron un robot

Guadalajara (México) -
Los niños durante la clase de robótica de Robomath Challenge.
Los niños durante la clase de robótica de Robomath Challenge. Secretaría de Educación de Jalisco

En robótica, nada sale a la primera. Pero si eres persistente, podrás mover una máquina a tu antojo. Así lo aprendieron 971 niños que vivieron la clase más grande de robótica en el mundo, con lo que Jalisco marcó un récord Guinness.

La clase, que tuvo como espectadores a los padres de familia y profesores del sector educativo de Jalisco, se llevó a cabo en el marco de Talent Land, en Expo Guadalajara. Allí, sentados en más de 300 escritorios colocados en una de las zonas más grandes del recinto ferial, los niños llegaron expectantes de lo que pasaría al final de la clase.

En grupos de cuatro, se fueron colocando frente a una mesa que tenía una computadora portátil, un robot con dos ruedas, un cable de datos y un pequeño mapa con una línea que formaba un polígono circular.

Después de colocar las baterías, conectaron el pequeño robot con dos ruedas, una versión miniatura del famoso Wally de Pixar. Y con un cable llevado a una computadora, comenzaron a programar y darle instrucciones.

“Los robots son sus amigos, pero son muy sensibles. Si les tocas los sensores, no van a caminar”, decía Guillermo Rivera, el instructor preocupado por captar la atención de cientos de niños que eran vigilados por los representantes de la organización Récord Guinness.

La cátedra del profesor Rivera fue llevada a todos por medio de altavoces y pantallas que transmitían en todo el recinto. Eso mantenía cautos a los pequeños. Poner las pilas, desatornillar y verificar los sensores fue lo más sencillo. Lo complicado vino después, cuando la programación requería más atención.

“El algoritmo es una serie de pesos argumentados para llegar a un punto final. Pero para más fácil, vamos a decir que el algoritmo es eso que hace que las cosas salgan bien”, les decía el profesor, prometiendo que lo más divertido sería el final.

Entonces, cada grupo de cuatro niños trabajaron en equipo: encendieron una computadora portátil y fueron colocando las instrucciones programáticas para que los robots siguieran una línea. La instrucción fue muy básica: el robot quedaría programado con un ciclo infinito para seguir una línea detectada en la superficie de la mesa.

“Los robots son como la vida. Nos vamos a equivocar muchas veces, pero vamos a corregir y vamos a acabar muy bien”.

Los robots estaban listos. Y primero fue uno, luego dos. Tres, cuatro, siete. Los niños levantaban sus manos alborotados, sonreían. El robot se movía. Seguía una línea circular puesta en el escritorio. En algunos casos, las máquinas se seguían de filo y no atendieron a la instrucción. En la inmensa mayoría, el robot se paraba en la primera curva y empezaba a detectar la secuencia. Daba un pequeño giro y continuaba su camino.

La arena, que se convirtió en el aula más grande del mundo por un momento, era algarabía total. Niños felices, viendo que su paciencia y su trabajo tenía un resultado. Las mamás, en las gradas, hicieron un griterío. Incluso organizaron la “ola”, muy común en los eventos deportivos mexicanos. Los reporteros gráficos no paraban de tomar fotografías.

Oficializan el récord Guinness

Carlos Tapia Rojas, adjudicador oficial de Guinness World Records, hizo oficial que la clase de robótica más grande del mundo fue en Jalisco. Con esto, se superó el caso de Colombia con 880 participantes. “Felicidades México, ahora son oficialmente asombrosos”.

Guillermo Rivera mencionó que este este récord es fruto del trabajo de los padres, que también sacrificaron días de descanso, pues este evento se da en medio de un periodo vacacional en el periodo lectivo del ciclo escolar.

“Lo importante es el cambio que estamos dando en la generación de conocimiento. Que los niños puedan ver los resultados aquí mismo”, comentó el titular de la secretaría de Educación, Francisco Ayón López, que mencionó en entrevista que este era un aliciente que requerían para los niños interesados en la robótica.

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