Así recuerda Facebook a sus visitantes lo efímero del éxito empresarial
La red social tiene su particular 'memento mori' en un cartel situado a la entrada de su campus californiano
En 2011 Facebook acometió una gran mudanza. Dejó el viejo campus de HP en los alrededores de Stanford para desplazarse a Menlo Park, donde sigue la sede central, una localidad que han puesto para siempre en el mapa.
Entonces solo eran algunos centenares de empleados y la empresa no había salido aún a bolsa. Las IPOs (cuando se comienza a cotizar) son algo así como unos saltos en el coste de vida en Silicon Valley, comenzando por el valor de la vivienda, que suele ser la adquisición principal de los agraciados por la lluvia de stock options.
Facebook, consagrada en aquel momento como la startup con el mayor crecimiento visto hasta la fecha (solo seguida por WhatsApp, que años después compraría), fue previsora. La compañía se mudó a 1601 de Willow Road, hoy renombrado como 1 Hacker Way, la Avenida de los Hackers. Inicialmente lo hicieron con un alquiler por 15 años. Después ejecutaron la opción de compra tras desembolsar 202 millones de dólares.
El campus no se construyó a medida, como la nueva sede de Frank Gehry, sino que fue heredado, como la ropa de los hermanos mayores, ya con cierto uso. Su habitante anterior había sido Sun Microsystems, una leyenda del valle que en 2009 terminó en manos de Oracle, el amo y señor de las bases de datos.
Son muy pocos de la nueva generación los que todavía conocen Sun, los creadores del lenguaje Java, la empresa con la que se hizo rico Vinod Khosla, una leyenda a la que todavía se puede ver en los demodays de Y Combinator.
Para entrar al campus es necesario tener una cita en el interior, ya sea personal o profesional. El interior es como un pequeño pueblo con una calle central en la que un local de barbacoa ofrece comida. En los laterales se encuentra un taller para hacer manualidades y pósters, una tienda con camisetas, sudaderas y montones de merchandising de temporada, una sala de videojuegos retro, hasta un taller para arreglar bicicletas. Todo salpicado con restaurantes que simulan franquicias inexistentes. No falta una heladería clásica. La comida es gratis, tanto para empleados como para sus invitados. Desayuno, comida y cena. Con algunas excepciones. El café de Peet’s, una cadena local, y los platos mexicanos de Sol, el favorito de Zuckerberg cuando era un restaurante en Palo Alto y decidió hacerlo suyo para goce y disfrute de sus empleados, además de Fuki Sushi.
Quienes no pueden pasar de las puertas tienen la opción de capturar una foto ante un gran cartel con el célebre pulgar levantado símbolo de la red social, un punto ya habitual para los turistas que visitan Silicon Valley en busca de un recuerdo con aire tecnológico. Tal es la afluencia de visitantes que un servicio de seguridad vigila el logo. No solo por si alguien lo rompe, se cuelga o hace alguna gamberrada, sino sobre todo para que no atropellen a nadie cruzando la carretera para llegar al icónico cartel.
En diciembre de 2014, Time dedicó su portada a Facebook. Y fue entonces cuando Zuckerberg explicó por qué conservaron el cartel que había dejado el anterior inquilino (Sun Microsystems). Debido a las limitaciones de espacio y tiempo, muchas de las compañías de Silicon Valley no construyeron un campus a medida, sino que se hicieron con los espacios abandonados por firmas desaparecidas, como hacen los cangrejos ermitaños. Cuando Facebook se mudó no retiró el signo de Sun en la entrada del edificio, sino que puso el de Facebook delante y dio la vuelta al anterior para que quedara como recuerdo permanente de que ninguna empresa está libre de caer en desgracia. Un memento mori tecnológico para mantener alerta a los miembros de la empresa. Nada es para siempre.
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