Relojes, sensores y realidad virtual
Samsung sorprende con Gear VR, unas gafas inmersivas
Quieren que se sientan bien, que crean que todo es posible. La imagen es parecida a cuando la maestra repartía un folio y decía “dibujo libre”, o cuando dejaba la plastilina en la mesa y daba rienda a la imaginación. Las conferencias de desarrolladores quieren retomar esa sensación. Los llaman háckers, les dan bebidas, comidas, aparatos para probar y tienen a su disposición a especialistas para resolver dudas. El futuro del negocio depende de los usos que estos ingenieros sean capaces de crear.
Samsung, segundo vendedor de móviles de alta gama, quiere adelantarse a Apple en el campo de los sensores y wearables, tecnología para vestir, ganándose el favor de los encargados de sacar partido a sus cacharros. Durante su conferencia anual, evento que Samsug celebra por segunda vez y cuenta con 1.300 asistentes que pagan alrededor de 600 euros para participar, la empresa desveló cuál es su visión de un futuro conectado.
Mientras que el líder ha anunciado un reloj sin fecha de salida, presumiblemente en primavera, Samsung ya va por la tercera generación de Gear, como lo denominan. El reto no consiste tanto en tener un aparato en la tienda, como hacerlo tan imprescindible como el móvil. El enfoque más que en el diseño y el lujo, como es el caso de Apple, está en la utilidad, especialmente en la salud. Simband es la versión avanzada de su reloj inteligente. El exterior es muy parecido, en su interior esconde una nueva generación de sensores. “La salud digital es una de las oportunidades con más sentido de nuestra generación. Tenemos que colaborar entre todos para que sea una realidad”, insistió Ram Fish, responsable de este sector en la firma coreana.
El smartwatch quizá sea el aparato más popular, pero quizá el menos rompedor. Ese lugar se queda para la nueva versión de las gafas de realidad virtual creadas junto a Oculus VR, empresa pionera en esta campo, propiedad de Facebook desde el pasado mes de julio a cambio de 2.000 millones de dólares. La propuesta de Samsung, con unas gafas con un acabado futurista y algo más ligeras que las actuales se completan con un curioso artilugio, una cámara con forma de platillo volante que se puede sujetar con una mano provista de lentes de modo que graba todo lo que sucede alrededor. Una manera más sencilla que la superposición de planos y sincronización posterior que se usaba hasta ahora para crear vídeos que creasen sensación de inmersión.
La lógica detrás de esta cámara es sencilla, tratan de cubrir una necesidad. De nada sirve que se vendan las gafas si apenas hay contenido para consumir. Pocas experiencias frustran tanto el ciclo de vida y expansión de un producto como tener la sensación de aburrimiento, de ausencia de novedad. El resultado es brillante. Se puede vivir, por ejemplo, una visita a un museo en vídeo como si se estuviese allí, el visitante virtual deja de ser pasivo y ve en primera persona lo que le rodea. Una revolución similar a la de Google Maps pero mucho más personal e interactiva.
Las gafas, Gear VR, cuyo precio no ha trascendido, saldrán a la venta en EE UU en diciembre. Pranav Mistry dejó clara la apuesta global: “Las vamos a llevar a todos el mundo. Una vez que las tienes, puedes transportarte a todo tipo de lugares y eventos”. Las primeras muestras para los asistentes consistían en una versión del Temple Run y un vídeo del Circo del Sol.
No solo la ropa tendrá conexión, también el hogar y sobre todos, objetos de uso cotidiano, tales como teclados para aprender a tocar el piano con corrección de tempo en tiempo real, o una raqueta, avalada por Rafa Nadal, que analiza el estilo de cada jugador, indica la velocidad, potencia y dirección. Nada que no hiciesen tecnologías mucho más sofisticada y dedicadas al mundo profesional, solo que ahora el coste de entrada lo hace accesible al mercado de consumo.
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