Si las máquinas supieran cómo nos sentimos...
Dispositivos y aplicaciones pueden predecir lo que necesitamos, incluso antes de que nos demos cuenta
La inteligencia artificial está colándose en nuestras vidas a un ritmo constante. Dispositivos y aplicaciones pueden predecir lo que necesitamos, a veces incluso antes de que nosotros mismos nos demos cuenta. Así que ¿por qué no iban también a comprender nuestros sentimientos? La inteligencia artificial emocional, también conocida como informática afectiva, puede estar en camino.
Pero ¿debería estarlo? Al fin y al cabo, ya nos cuesta lidiar con el hecho de que los aparatos siempre estén encendidos en nuestra vida. Sí, esos artilugios serían más eficientes si pudieran responder cuando estamos frustrados, aburridos o demasiado ocupados como para que nos interrumpan, pero también se entrometerían de formas que ni siquiera podemos imaginar hoy en día.
Empresas como Affectiva están trabajando en un programa informático que enseña a los ordenadores a reconocer las emociones humanas basándose en las expresiones faciales y las respuestas fisiológicas. Una compañía llamada Beyond Verbal, que acaba de recaudar cerca de tres millones de dólares en financiación de riesgo, trabaja en una herramienta informática que, basándose en el tono de voz de una persona, puede determinar cualidades como la arrogancia, el enojo o ambas.
Microsoft acaba de presentar la Xbox One, otra generación de su consola de videojuegos insignia, que incluye una actualización de Kinect, un dispositivo de detección de movimiento que permite controlar los juegos moviendo las manos y el cuerpo. El nuevo Kinect, que saldrá a la venta este año, incluye una cámara de mayor definición capaz de detectar leves cambios esqueléticos y musculares en el cuerpo y la cara. Además, uno de sus sensores utiliza tecnología infrarroja para realizar un seguimiento de los latidos del jugador. Eso podría ayudar al aparato a detectar cuándo se le acelera el pulso durante un concurso gimnástico y debido a la excitación después de ganar una partida.
Microsoft cree que los juegos incluso podrían adaptarse en tiempo real a la respuesta física de los jugadores, intensificando la acción si no están suficientemente estimulados o atenuándola si resulta demasiado aterradora. “Estamos intentando que los diseñadores de juegos se abran a la mente de los jugadores”, explica Albert Penello, director de planificación de productos de Microsoft.
La cámara de Kinect podría utilizarse para una gama más amplia de aplicaciones, entre ellas evaluar las reacciones mientras alguien ve anuncios o compra en Internet, con la esperanza de entender qué capta o no su interés
Con el tiempo, dice, la tecnología integrada en la cámara de Kinect podría utilizarse para una gama más amplia de aplicaciones, entre ellas evaluar las reacciones mientras alguien ve anuncios o compra en Internet, con la esperanza de entender qué capta o no su interés. Empresas digitales como Netflix, Spotify y Amazon ya tienen acceso a los sentimientos del consumidor en tiempo real, ya que saben qué capítulos, partes de canciones, películas y programas televisivos gusta o repele la gente. Por tanto, no es descabellado imaginar la utilización de sensores parecidos a Kinect para crear nuevas experiencias de ocio.
Pero las posibilidades van mucho más allá. Prerna Gupta, directora de productos en Smule, un estudio de desarrollo que crea juegos para móviles, habló en marzo sobre el tema en South by Southwest, una conferencia celebrada en Austin, Texas. Su charla llevaba por título Aplicaciones del futuro: Instagram para ciborgs, y avanzaba las posibles aplicaciones en un futuro lejano.
Gupta cree que sectores como la sanidad podrían verse revolucionados por una tecnología que detecte las emociones. “Estudiar cómo responde nuestro cuerpo durante todo el día nos permitiría adaptar nuestra vida en función de lo que le ocurra al organismo a lo largo de la jornada”, indica. También podría permitir a los nutricionistas confeccionar meticulosos planes dietéticos para sus clientes o a los médicos encontrar tratamientos más eficientes. Por supuesto, el abanico de inquietudes éticas y relacionadas con la privacidad es enorme.
Clive Thompson, autor de Smarter than you think: how techno-logy is changing our minds for the better [Más inteligente de lo que creemos: cómo la tecnología está cambiando nuestra mente a mejor], que será publicado próximamente, dice que esas fascinantes posibilidades deben ser estudiadas con mucha cautela. Según Thompson, una compañía de seguros, por ejemplo, podría averiguar el estado de ánimo de sus clientes para aumentar las cuotas si dan muestras de depresión o enfermedad. Asimismo, se pregunta si todos aprenderíamos a enmascarar mejor nuestras emociones si nos supiéramos observados y analizados.
“Estamos hablando de archivos gigantescos de datos personales que son muy reveladores”, señala Thompson. “Además, sin duda, hay algo inquietante en el hecho de que el reconocimiento de emociones se convierta en otro elemento de nuestra vida que es archivado y escrutado”.
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