iBrain convierte deseos en órdenes
El objetivo de este aparato es controlar y diagnosticar afecciones como la apnea del sueño, la depresión y el autismo
El físico Stephen Hawking, provisto de máquinas que le permiten comunicarse a duras penas, llevaba puesta el verano pasado lo que parecía una elegante bandana negra que sujetaba un aparato ligero como una pluma y del tamaño de una caja de cerillas pequeña.
Este invento de aspecto sencillo, llamado iBrain, forma parte de un experimento cuyo objetivo es permitir a Hawking —paralizado desde hace tiempo por la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) o enfermedad de Lou Gehrig— comunicarse a través del pensamiento. El iBrain pertenece a una nueva generación de aparatos neurales portátiles y algoritmos cuyo propósito es controlar y diagnosticar afecciones como la apnea del sueño, la depresión y el autismo. Inventado por un equipo dirigido por el neurocientífico de 32 años Philip Low, consejero delegado de NeuroVigil, con sede en San Diego, el iBrain se está convirtiendo en una posible alternativa a los caros laboratorios del sueño. “Puede recopilar datos en tiempo real de una persona mientras está en la cama o cuando ve la televisión o cualquier otra cosa”, explica Low.
El mecanismo emplea un único canal para captar ondas de señales eléctricas cerebrales, que cambian con la actividad y los pensamientos, o con las patologías que acompañan a los trastornos cerebrales.
Resulta difícil interpretar las ondas porque deben atravesar los muchos pliegues del cerebro y el cráneo, de modo que se interpretan mediante un algoritmo creado por Low para su doctorado, que obtuvo en 2007 en la Universidad de California, en San Diego. La investigación original, publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences, se realizó en pinzones cebra.
El mecanismo emplea un único canal para captar ondas de señales eléctricas cerebrales, que cambian con la actividad y los pensamientos, o con las patologías que acompañan a los trastornos cerebrales
En cuanto al experimento de Hawking, Low comenta: “La idea es ver si Stephen puede emplear su mente para crear un patrón coherente y repetible que un ordenador pueda traducir, por ejemplo, a palabras o letras o a órdenes para un ordenador”.
Los investigadores le pusieron la cinta del iBrain y le pidieron que “imaginara que estaba estrujando una pelota con su mano derecha”, explica Low. “Por supuesto, no puede mover la mano de verdad, pero la corteza motora de su cerebro puede emitir la orden y generar ondas eléctricas”. El algoritmo pudo discernir los pensamientos como señales, que estaban representadas como una serie de saltos en una cuadrícula.
“Mi deseo es ayudar en la investigación, fomentar la inversión en esta campo, y lo más importante, brindar alguna esperanza futura a las personas a las que se les diagnostica ELA y otras afecciones neurodegenerativas”, decía Hawking en una declaración.
El físico, de 70 años, también ha trabajado con otros inventores que aspiran a interpretar mejor sus pensamientos. Los ingenieros de Intel han incorporado recientemente un ordenador especial que se comunica con el sensor infrarrojo que lleva montado en las gafas para detectar las contracciones de la mejilla, junto con un sintetizador de voz, una cámara web para usar Skype y monitores especiales. Intel está desarrollando un programa de reconocimiento de rostro capaz de detectar cambios sutiles en la expresión y que podrían ayudar a Hawking a comunicarse de manera más eficaz.
Algunos científicos no relacionados con Low dicen sentirse animados por las posibilidades que brinda el iBrain. “El aparato es uno de los mejores monitores cerebrales de canal único”, opina Ruth O’Hara, catedrática adjunta de psiquiatría y ciencias del comportamiento en la facultad de medicina de la Universidad de Stanford, en California.
NeuroVigil no ha hecho público el coste del aparato. En 2009, la empresa firmó un acuerdo con el gigante farmacéutico Hoffman-La Roche para probar el iBrain. La estrategia de NeuroVigil, declara Low, es realizar ensayos clínicos con La Roche y obtener la aprobación del organismo oficial estadounidense para el control de alimentos y medicamentos.
Intel ha incorporado un ordenador que se comunica con el sensor infrarrojo que lleva en las gafas para detectar las contracciones de la mejilla
Otras empresas fabrican monitores cerebrales de canal único, pero, a diferencia de NeuroVigil, venden los aparatos y los programas directamente a los consumidores a través de Internet. Zeo, con sede en Massachusetts, se centra en medir los patrones del sueño mediante una aplicación para teléfonos inteligentes o una radiodespertador, que se pueden conseguir por 99 y 143 dólares, respectivamente.
Emotiv Systems, en San Francisco, ofrece el auricular Epoc por 299 dólares y toda una serie de aplicaciones y extras que incluyen neurorretroalimentación, instrumentos para elaborar mapas del cerebro y juegos en 3D, todos los cuales emplean una combinación de pensamientos y movimientos de músculos faciales registrados por varios electrodos que están en contacto con la cabeza del cliente.
NeuroVigil seguirá trabajando con Hawking y su equipo para perfeccionar esta tecnología y descifrar las señales generadas por los pensamientos del científico.
Aún queda mucho trabajo por hacer, como integrar las ondas cerebrales del científico con los ordenadores y aparatos que le permiten comunicarse. “¿No sería estupendo tener una mente como la de Stephen Hawking y ser capaz de comunicarse, aunque sea un poquito mejor?”, se pregunta Low.
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