Central Park, a ritmo de aplicación para iPhone
Mientras camina, le llegarán nuevos temas musicales cada 20 o 30 pasos
Póngase los auriculares, encienda la aplicación para iPhone creada por el dúo musical Bluebrain y adéntrese en Central Park. La música no empieza hasta que franquee una entrada y se dirija hacia los árboles. Luego suena como una orquesta afinando, un caótico batiburrillo de campanillas de viento, gemidos electrónicos y cuerdas discordantes. Intérnese más en el parque y se escuchará una dulce melodía de violín sobre unos lánguidos acordes de piano.
Mientras camina, le llegarán nuevos temas musicales cada 20 o 30 pasos, como si emanaran de estatuas, patios de recreo, espacios abiertos y monumentos. En la fuente de Bethesda, situada en el centro del parque, a la altura de la calle 72, un cuarteto de cuerda interpreta una alegre marcha. Un poco más al este, la Kerbs Boathouse, con su tranquilo estanque lleno de maquetas de veleros, desencadena un relajante motivo de bajo descendente que recuerda a Pachelbel.
Los temas se superponen unos a otros y el volumen aumenta cuando nos acercamos a ciertos puntos del mapa y disminuye cuando nos alejamos. Es un diagrama de Venn musical repartido por el paisaje, y en un momento dado pueden sonar dos docenas de canciones en nuestros oídos, todas ellas engranándose y colisionando de maneras sorprendentes. El camino que elijamos determina lo que oímos gracias a lo que los compositores denominan un “disco consciente de la localización”. “Es como un álbum de ‘elige tu propia aventura”, comenta Ryan Holladay, que, junto a su hermano Hays, forma este dúo de electro-pop.
La aplicación para iPhone e iPad, llamada Central Park (Listen to the Light), salió al mercado en otoño. Es gratuita, pero los hermanos esperan que el formato musical sea un medio comercialmente viable. Utiliza una red de posicionamiento internacional para activar diferentes temas mientras el oyente deambula por el parque.
La aplicación contiene más de 400 canciones, compuestas para que encajen armónicamente como un rompecabezas sonoro. “No se limitan a utilizarlo como un nuevo mecanismo de reproducción”, afirma Peter Kirn, compositor de música electrónica que dirige la página web Create Digital Music.
La idea del proyecto nació hace más de dos años, cuando los hermanos Holladay trataban de encontrar usos para nuevas aplicaciones disponibles para el iPhone. “¿No sería fantástico que existiera un disco con el que uno pudiera interactuar en Central Park?”, dijo Hays. “Entonces empezamos a pensar en qué controlaría el oyente, y se nos ocurrió la idea de que fuesen sus movimientos”, añade.
Junto a Bradley Feldman, programador informático de Brooklyn y propietario de Bradley- Mobile Media LLC, los hermanos resolvieron los fallos del programa mientras componían su primera pieza musical consciente de la localización para el National Mall, situado en Washington, su ciudad natal, y comercializaron la aplicación la primavera pasada.
Feldman creó un nuevo motor de software para la aplicación, inspirándose en videojuegos que incluyen diferentes efectos de sonido y música de fondo vinculados a lugares determinados de sus mundos virtuales. Para utilizar el programa, los compositores establecen coordenadas cartográficas para cada canción, que empieza a sonar a medida que se acerca el oyente. “No queríamos algo que sonara como una máquina, queríamos que sonara como si alguien estuviese dirigiendo a una orquesta y observando adónde te diriges”, explica Feldman.
Josh Stewart, relaciones públicas de 25 años que escribe un blog sobre música alternativa, se unió recientemente a un grupo de 100 seguidores de Bluebrain- que viajaron de Washington a Nueva York en un autobús alquilado para probar la nueva aplicación.
En el lago, recuerda Steward, oyó remos en el agua que seguían el ritmo de una melodía de cuerdas y tuvo que quitarse los auriculares para asegurarse de que el susurrante compás provenía de la grabación y no de los ocupantes de las barcas. “Uno va paseando y vive el parque a su manera. Es como si la música se adaptara a ti”, dice. “Nunca he experimentado algo así”, comenta asombrado.
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