Celia García Malo, neuróloga: “El cambio de hora puede precipitar una crisis de insomnio”
Esta experta en medicina del sueño alerta de que la modificación horaria impacta en la salud, pues “desalinea el reloj biológico, sufrimos un ‘jet lag”

Celia García Malo (Madrid, 1988), doctora en Neurociencias y coordinadora del Grupo de Estudio de Sueño de la Sociedad Española de Neurología, ha dedicado buena parte de su vida al análisis del insomnio y sus desencadenantes. Como la amplia mayoría de la comunidad científica, incide en que el cambio de hora no aporta “ningún beneficio” a la población, e insiste en que puede impactar de forma negativa en la higiene del sueño, especialmente en las personas más vulnerables. Desde su consulta en Madrid, donde atiende a decenas de pacientes con problemas para dormir, apuesta, “sin ninguna duda”, por mantener de forma permanente el horario de invierno.
Pregunta. Hay un consenso bastante amplio dentro de la comunidad científica en contra del cambio de hora, ¿a qué se debe?
Respuesta. Someter a toda la población a un reajuste de horarios dos veces al año no tiene mucho sentido, sobre todo cuando ya se ha contrastado que no hay ningún tipo de beneficio energético. Tenía su razón de ser hace décadas, pero ahora no. De hecho, la mayoría de neurólogos creemos que es totalmente innecesario someter a la población a un trastorno del sueño que, en algunos casos, puede durar semanas. Esa es la realidad.
El cambio afecta más a la población infantil, los ancianos y aquellos que tienen algún tipo de deterioro cognitivo
P. ¿Qué ocurre exactamente en nuestro cerebro cuando cambiamos de hora?
R. Se desalinea nuestro reloj interno con respecto al externo. Es como cuando viajamos y sufrimos jet lag; es decir, un trastorno del sueño. Para que se vuelvan a alinear los dos relojes se necesitan, como mínimo, tres días. Ese es el periodo de adaptación en adultos sanos, pero los niños, por ejemplo, pueden necesitar más de una semana.
P. Hay quienes parecen no sentir el cambio y otros, sin embargo, lo sufren mucho, ¿por qué?
R. Existe evidencia científica de que el cambio afecta más a las personas más vulnerables, que son la población infantil, los ancianos y aquellos que tienen algún tipo de deterioro cognitivo. A ellos ya les cuesta estar sincronizados, por tanto, si les sometemos a cambios en los horarios de las comidas y del sueño, se trastornan mucho más. Además, este es un factor que puede precipitar una crisis de insomnio. No es la primera vez que viene una paciente a la consulta y me dice: “Desde el cambio de hora no he conseguido volver a dormir bien”. Puede haber insomnio porque tardemos más en conciliar el sueño o porque nos despertemos más temprano de la hora que teníamos prevista. Eso genera ansiedad y a veces conduce a un círculo vicioso.
P. ¿Qué consecuencias puede tener una crisis de insomnio?
R. En sí mismo afecta a la salud física y mental. De hecho, produce alteraciones metabólicas con implicaciones a nivel vascular —aumenta el riesgo de infarto, por ejemplo— o inmunológico. También incrementa el riesgo de depresión, ansiedad o problemas de memoria.
P. ¿Qué pautas pueden seguirse para aminorar sus efectos?
R. Con los niños y con los ancianos, lo ideal es hacer un cambio de hora progresivo los días previos: adelantar poco a poco el horario de las comidas, el de irse a la cama o el de levantarse, con el objetivo de que se vayan adaptando. Si después de un cambio de hora se desencadena insomnio, lo que hay que hacer es consultarlo lo antes posible con el médico, porque, cuanto menos se deje cronificar, más rápida será la solución.
P. ¿Cuál cree que es mejor para mantener: el horario de invierno o el de verano?
R. Sin ninguna duda, a nivel biológico, el del invierno. Las horas de luz no cambian, simplemente, en invierno hay menos y en verano hay más; lo único que cambia con el horario de verano y con el de invierno es la hora a la que amanece y a la que anochece. Para nuestro cerebro es fundamental tener una señal poderosa por la mañana, como es la luz, para saber que se tiene que despertar, que tiene que estar activo. Con esta señal, se bloquean todas las sustancias que promueven el sueño, nos despertamos y hacemos nuestra actividad. Lo lógico, por tanto, es que por la mañana tengamos más luz y por la tarde, que es cuando nos tenemos que desactivar, tengamos menos. Lo que no es razonable es que, en verano, a las 11 de la noche sea todavía de día en Galicia y los padres no sean capaces de acostar a sus hijos a una hora normal.
La sociedad española sufra una privación de sueño que afecta hasta el 48% de la población
P. Sin embargo, según las encuestas, la población española prefiere el horario de verano…
R. A nivel social, es más desagradable que anochezca pronto, porque la gente sale de trabajar cuando ya ha oscurecido y siente que ha perdido el tiempo de ocio. Nuestro país, además, tiene un enorme problema de jet lag social: todo lo hacemos tarde, desde comer hasta irnos a la cama. Nuestro ocio se alarga hasta las tantas y también se retrasa la cena. Esto hace que la sociedad española sufra una privación de sueño que afecta hasta el 48% de la población, incluidos menores.
P. También somos líderes en el consumo de somníferos.
R. Somos el primer país del mundo en consumo de benzodiacepinas, que son fármacos hipnóticos. Esto se ha convertido en un problema de salud pública. No puede ser que la gente esté tomando Rivotril [clonazepam], cuando realmente su sueño mejoraría si se cambiaran una serie de cuestiones a nivel social y político, como los horarios laborales. Por eso, desde la Sociedad Española de Neurología y desde la Sociedad Española de Sueño hemos impulsado varias iniciativas a nivel político para intentar corregir esta tendencia.
P. ¿Este desfase horario impacta directamente en nuestra salud mental?
R. Por supuesto. Este desfase causa insomnio y el insomnio mantiene una relación bidireccional con la ansiedad y con la depresión: tanto la ansiedad produce insomnio como el insomnio produce ansiedad, y lo mismo sucede con la depresión. Por eso es tan importante valorar bien a los pacientes y saber qué hay detrás de esa dificultad para dormir.
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