No volveremos a los márgenes
La diputada madrileña y senadora denuncia que la ola reaccionaria global busca deshumanizar a las personas trans y pide pensar “formas de plantar cara” para defender “los valores de Europa”

Estoy frustrada y triste. Ya casi ni me indigno con el señalamiento porque estoy saturada con la inundación de bulos, insultos y contrarreformas que pretenden derogarnos. Estoy harta. Harta de este odio imperial que ha decidido hacer de las personas trans y migrantes su maldito chivo expiatorio. Harta de que hagan de nuestros cuerpos su saco de boxeo.
¿En qué momento se torció todo tanto? ¿En qué momento permitimos que un ricachón y un convicto revienten el precario tablero de la convivencia?
Putin lleva años haciéndolo, pero Trump y Musk aprendieron veloz y vorazmente las ventajas de ponernos en la diana. Somos el pan y el circo de los señores de la guerra, una distracción terriblemente conveniente. Como recordé la semana pasada en la Asamblea de Madrid, somos la cortina de humo perfecta para que no se hable de la crisis de vivienda, los sueldos de miseria o el aumento de la pobreza.
Me pregunto qué mal hemos hecho, a quién, si tan solo comenzamos a levantar cabeza. Si apenas comenzamos a existir en algunas películas y en los DNIs de un puñado de países. Me pregunto por qué no nos dejan en paz.
No es humano sentarme en una terraza madrileña para tomar una caña y tener que escuchar las carcajadas de unos chavales que especulan sobre nuestras entrepiernas. Es impunidad cotidiana. Es el resultado de un sadismo que permea hacia abajo para que esos mismos chavales no se dediquen a reclamar un buen sueldo para poder pagar una habitación compartida, que ahora no baja de 500 euros al mes.
Es muy bestia lo que está pasando. Una gota malaya incesante de noticias y miradas. Ríos de tinta, cientos de horas de televisión y miles de titulares que escudriñan y distorsionan nuestras vidas para convertirnos en villanas, personas a las que odiar intensamente. Se trata de una vuelta a los tiempos más oscuros del bozal fascista. Parece mentira que, a mis 65 años, tenga que rememorar el miedo que tenía cuando me veía obligada a dormir en la calle y nos pegaban palizas en el calabozo.
Parece mentira que en pleno siglo XXI quieran deshumanizarnos y devolvernos a los márgenes.
Trump ha expulsado a trabajadores migrantes de EE UU y a las personas trans del ejército. Milei regala una motosierra a Musk días después de estafar a miles de personas con una criptotrampa y semanas después de llamar pedófilo al colectivo LGTBIQ+. Ojo, que en España el PP hace malabares y Abascal pierde la patria por la palmadita.
Ni una persona ha ganado un solo derecho con estas atrocidades. Ni una. Sea de la ideología, condición o código postal que sea. A nadie le ha subido el sueldo ver que la actriz Hunter Schaffer recibía un nuevo pasaporte con sexo masculino. Ningún hospital ha amortiguado su colapso por los vuelos fletados de nuestros hermanos latinos.
La sociedad tiene que abrir los ojos. La historia se repite, joder. Que ya lo hicieron los nazis en los años cuarenta y Tel Aviv con los palestinos en pleno siglo XXI. En la ley de la jungla solo ganan un puñado de seres: Trump, Milei, Musk, Putin, Netanyahu, Orbán, Abascal. Los siete locos abrazados en un escroto a punto del colapso.
Basta ya de odio. Alcemos la voz por quienes más sufren un ambiente irrespirable: los sin papeles, las mujeres que denuncian el machismo o los supervivientes de las guerras de ayer que abrazan hoy a sus bisnietos trans. Organicemos la resistencia en los barrios, en las urnas y en los almuerzos de domingo. Defendamos el diálogo democrático y los valores de una Europa que también está en la diana. Pensemos nuevas formas de plantar cara o rescatemos las que funcionaron en el pasado. Y marquemos siempre una línea roja: no volveremos a los márgenes del silencio y la vergüenza.
Si no me achanté cuando me vetaron del entierro de papá, no bajaré ahora la cabeza. Si esperé hasta su lecho de muerte para que mi madre me llamara Carla por primera vez, soportaré los chaparrones de los poderosos e infames desconocidos.
Estoy harta, estamos hartas. Pero no rendidas. Paremos esta locura antes de que no quede nada ni nadie que defender.
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