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Familias que no pueden permitirse ni una semana de vacaciones en verano: “Soñamos con irnos dos días a un apartamento”

Uno de cada tres hogares con menores se encuentra en esta situación que se agrava cuando solo hay un progenitor al cargo

Familias que no pueden irse de vacaciones en verano
María, vecina del barrio de la Trinitat en Barcelona, este viernes.Gianluca Battista
Pau Alemany

Irse de vacaciones en verano es una opción inimaginable para María y su familia. De 38 años y natural de Honduras, María —que prefiere no dar su apellido— lleva arrastrando una mochila de precariedad de la que le es imposible desprenderse desde hace una década, cuando emigró a Barcelona a vivir junto a su marido, de 43 años, y sus dos hijos de 12 y 4 años. Aunque ha conseguido superar algunos trámites imprescindibles, como conseguir la documentación y la nacionalidad o huir de la habitación en la que dormían los cuatro juntos para trasladarse a un piso en el que disponer de cierta intimidad, llegar a fin de mes sigue siendo una odisea. Y más ahora que a ella le han echado recientemente del trabajo y a su marido lo despiden en el mes de agosto para volverlo a repescar en septiembre. “Ni se me pasó por la cabeza la idea de viajar a otra ciudad”, comenta resignada.

La situación de la familia de tener que quedarse en su ciudad durante todo el verano no es excepcional. Uno de cada tres hogares con menores en España no puede permitirse ni una semana de vacaciones al año, según la última Encuesta de condiciones de vida elaborada por el Instituto Nacional de Estadística. Una cifra que apenas ha variado desde 2017.

El golpe económico que se ha llevado el matrimonio hondureño con la pérdida de trabajo de María, justo el último viernes de julio, les ha obligado a reestructurar los escasos planes que tenían este verano. “Sí que habíamos soñado con irnos a un apartamento con piscina o playa, aunque fueran dos o tres días, pero eso será cuando se pueda”, lamenta la madre. Su exiguo sueldo de 667 euros mensuales por trabajar media jornada en una empresa de limpieza se ha esfumado y apenas tiene paro por haber trabajado en negro cuando no tenía la documentación, así que tienen que resistir con los 1.250 que gana el marido en la obra trabajando de paleta.

A ambos se les rompe el alma cuando sus hijos les preguntan, siempre con un “si se puede” por delante, conscientes de la situación económica, por la opción de hacer alguna escapada. “Yo trato de explicarles que ahora lo primordial es hacerles los documentos a ellos”, relata. Unos papeles que, según estima, le costarán unos 1.000 euros; “200 por el trámite y unos 800 para el notario y el abogado” que le ayuden a “agilizar el proceso”. Así que la respuesta termina siendo negativa.

Las habilidades sociales o el tiempo de calidad con sus padres son dos de los aspectos que más se resienten entre los menores que no pueden salir de su ciudad ni una semana en verano. Así lo corrobora el especialista en pobreza infantil de la ONG Save the Children, Diego Santamaría, que incide en las consecuencias que puede tener a largo plazo. “Aunque el tema de las vacaciones puede parecer trivial cuando se habla de carencia material, afecta enormemente a la vida de los niños porque repercute en su desarrollo emocional”, argumenta. Una posición con la que coincide plenamente el director de la Plataforma de Infancia, Ricardo Ibarra, que alerta de los peligros para la salud física y la mental. “Aparecen riesgos como estar solos o pasar mucho tiempo delante de las pantallas”, añade.

Familias monoparentales

Si ya es complicado para muchas parejas ahorrar un mínimo para permitirse un viaje de una semana, todavía lo es más para las familias monoparentales. Bien lo sabe Yanneth, de 45 años, que prefiere no facilitar su apellido y que vive con su hija de 16 años y su hijo de 10 en Paterna, en la provincia de Valencia. Se sustenta con los 600 euros que percibe del ingreso mínimo vital y los 200 que le pasa su exmarido, pero más de la mitad se le van en los 504 que tiene que pagar de alquiler. “Hubiera querido irme unos días con los chicos de acampada a Gandía, que es un plan económico, pero al final, como teníamos que comprar colchones y otros complementos, desistí”, comenta Yanneth. Algo más de la mitad de los hogares formados por un adulto y uno o más hijos no puede irse de vacaciones una semana al año.

Asumiendo que iba a ser imposible irse los tres, Yanneth decidió apuntar a la mayor a un campamento de cinco días. “Se lo pensó mucho, porque no es tan abierta para hacer amigos, pero al final accedió y regresó contentísima”, menciona la madre. También consiguió que aceptaran a su hijo en una escuela de verano por las mañanas organizado por la ONG Save the Children. Ahora, cuenta, intentará que su abuela los recoja y se los lleve unos días a Palencia, donde reside.

Con la llegada del verano, los menores en situación de riesgo de pobreza y exclusión social sufren el llamado apagón estival, según arguye el director de Plataforma de Infancia, que les provoca “una desconexión del aprendizaje”. “En este periodo se produce una desventaja muy grande respecto a sus compañeros que se percibe a la vuelta en septiembre”, explica Ibarra. El especialista en pobreza infantil de Save the Children agrega que “las privaciones de ocio” en esta época del año afectan tanto a las habilidades duras como a las blandas, es decir, tanto a los conocimientos educativos como a la capacidad de relacionarse con sus iguales.

No poder irse de vacaciones una semana al año es uno de los nueve ítems que se incluyen en el indicador de carencia de material severa. También hay otros como no poder comer carne o pescado al menos cada dos días o no mantener la vivienda a una temperatura adecuada. Andalucía, Canarias y la Región de Murcia son las tres autonomías en las que más familias no se pueden ir de viaje ni siete días al año, con una tasa de más del 40%, mientras que en la Comunidad de Madrid y en el País Vasco el porcentaje desciende hasta el 20%.

María ha asumido que este verano no podrán escaparse ni unos días de Barcelona y explica a sus hijos que deben ahorrar una parte del sueldo, “aunque sea mínima”, por si surge algún imprevisto. Pero se resigna a pasarse el mes en casa. “Cada tres o cuatro días me los llevo a la piscina y así cambiamos de aires. Ellos allí son felices”.

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