Tiburones en La Concha: los científicos analizan su comportamiento en el golfo de Bizkaia
Oceanólogos del centro de investigación Azti monitorizan 14 ejemplares de tintoreras para estudiar sus movimientos y proteger el ecosistema marino de la costa cantábrica
En plena temporada de baños, con un sol generoso y miles de personas en las playas de San Sebastián, a mediados de agosto pasado se izaron las banderas amarillas tras observarse la presencia de una familia de tiburones azules (tintorera) en el puerto donostiarra. Unos días antes se había dejado ver un tiburón marrajo dientuso (mako) cerca de la bahía. Su hábitat no se encuentra tan cerca de las playas, pero de vez en cuando se acercan a primera línea de costa. En los últimos años se han avistado por estas zonas, además de tintoreras y marrajos, otras especies de tiburones en este entorno, como el peregrino, el marrajo sardinero, el tiburón martillo y algún tiburón zorro. “La presencia de estos tiburones es un buen indicador, significa que el ecosistema es saludable”, explica la oceanóloga Maite Erauskin-Extramiana. Un equipo científico del centro tecnológico Azti, líder en investigación marina y alimentaria, ha colocado marcas electrónicas en 14 ejemplares de tintoreras para conocer sus patrones de comportamiento en el golfo de Bizkaia y las migraciones que realizan estos tiburones.
Existen varios estudios sobre la conducta de estos escualos en las costas de Brasil y de EE UU. También se ha constatado que suelen llegar al golfo de Bizkaia procedentes de Irlanda, pero no hay ninguna investigación sobre su conducta mientras están en aguas del Cantábrico, antes de continuar la ruta hacia Canarias y las islas Azores, y migrar después hacia el otro lado del Atlántico. Lo cierto, dice Erauskin-Extramiana, es que “el golfo de Bizkaia es un área de interés para estas especies, donde se han avistado numerosos juveniles y algunos individuos adultos”.
La tintorera es un tiburón pelágico, de cuerpo esbelto. Suele alcanzar los 2,5 metros de longitud y es azulado en la parte dorsal y blanquecino en la ventral para camuflarse mejor, mientras que el marrajo, más robusto y muy hidrodinámico, un nadador muy rápido, puede alcanzar hasta cuatro metros y pesar 750 kilogramos. No son especies peligrosas, asegura la oceanóloga de Azti: “Hay que desmitificar la mala fama que tienen. Los humanos no estamos en su dieta, ni mucho menos. Son curiosos, se acercan, pero en ningún momento de forma agresiva, salvo cuando se sienten acorralados. Es precioso verlos, apreciar la tranquilidad con la que nadan. En Bermeo (Bizkaia) hay un grupo que suele organizar salidas al mar para verlos de cerca. Es una actividad que recomiendo a todo el mundo”.
Un proyecto liderado por Azti persigue conocer los patrones de comportamiento de estos tiburones, el uso de hábitats que frecuentan y las migraciones que realizan, con el fin de “promover una armoniosa convivencia con las actividades humanas y pesqueras”, informa este centro tecnológico. “Es importante conocer las preferencias de ubicación y la temporada de tiburones, ya que esto nos permitirá desarrollar medidas de gestión dirigidas a reducir la mortalidad por pesca incidental de estas especies”, afirma Erauskin-Extramiana. La tintorera, sobre todo, es un tiburón que suele verse accidentalmente atrapado en las redes de pesca con palangre.
Un equipo científico compuesto por una treintena de investigadores ha colocado entre julio y agosto de este año marcas a 14 ejemplares de tintorera, mitad hembras y mitad machos para monitorizar sus movimientos en la costa cantábrica. A nueve les han colocado marcas convencionales de plástico (de color amarillo a las hembras y verde a los machos) y se registran sus medidas y peso, así como la posición donde han sido marcados. Azti ya ha recibido la notificación de que alguno de estos individuos ya sido avistado en aguas del entorno, lo que permite “obtener información sobre el movimiento que han realizado y si han hecho migraciones a gran escala”, señala la oceanóloga.
A otros cinco tiburones se les colocan unas marcas controladas por satélite. “Se les inmoviliza desde la cabeza a la cola, se les toma una muestra genética y se les coloca la marca satelital en una aleta. Estos dispositivos tienen un tiempo de liberación de seis meses o un año. Durante este tiempo van almacenando datos sobre presión, temperatura y luz que luego van a servir para saber qué variables ambientales prefieren, qué rangos de temperatura les gustan más. Una vez liberados, con esos datos se pueden reproducir los patrones de migración que han realizado”, explica Erauskin-Extramiana. Por ahora no se ha colocado ninguna marca en un marrajo dientuso.
La tintorera es un gran depredador, muy importante para el ecosistema, y al mismo tiempo de gran interés para las pesquerías. Es el tiburón más pescado a nivel mundial y también está en auge el turismo para conocer de cerca a este tiburón azul, añade la científica: “Mantener unas poblaciones estables y saludables de estas especies en el ecosistema es fundamental para el océano y para los seres humanos”.
Entre febrero y agosto del año que viene se comenzará a recopilar las marcas que irán soltando estos tiburones y comenzará a procesarse toda la información registrada. En esta iniciativa están colaborando el colectivo alemán Ocean Colective y la asociación Caila Diving y Fishing & Sailing Basque Country, y cuenta con financiación del Fondo Europeo Marítimo, de Pesca y de Acuicultura de la UE y del Gobierno vasco.
Azti asegura que la disminución de poblaciones de tiburones en los océanos es un motivo de “creciente preocupación debido a su vulnerabilidad y sobreexplotación en la pesca”. Tanto la captura de tintorera como del marrajo dientuso están regulados por la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT), que tiene establecidos unos máximos de pesca y, en el caso del marrajo, de prohibición de retención a bordo de los pesqueros. Aunque este es un proyecto piloto que durará un año, está previsto darle continuidad hasta finales de 2024.
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