Otro caso oculto en el obispado de Málaga: un cura con cinco hijos acusado de pederastia
‘Interviú' publicó en 1987 que Antonio Muñoz tenía familia y abusaba de sus hijas. Desapareció del colegio donde daba clase, en el que ahora ha surgido una denuncia, y fue enviado a Venezuela
EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.
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Un sexto caso oculto en el pasado de un cura acusado de pederastia en Málaga se suma a los cinco publicados esta semana en este diario, tras la polémica por el arresto de dos sacerdotes. Es el clérigo al que acusa una exalumna del colegio Europa de la ciudad, un centro privado donde era su profesor de religión a mediados de los ochenta. El testimonio de B. M. fue enviado en junio al obispado de Málaga en el cuarto informe sobre abusos de EL PAÍS, y ella misma fue luego a prestar declaración a la diócesis, aunque no le dieron ninguna información sobre la identidad o paradero del cura. Esta mujer no recordaba su nombre, dudaba de si era Antonio, y contó cómo desapareció de un día para otro del colegio porque se armó un escándalo: apareció en la revista Interviú acusado de pederastia. EL PAÍS encontró un artículo de esta revista de 1986 sobre un cura de Málaga detenido en esa fecha, pero esta mujer no estaba segura de que fuera de él. Estaba en lo cierto: hubo un segundo cura de esta diócesis que entonces salió en Interviú. Fue en 1987 y era Antonio Muñoz Rivero, en un reportaje impactante, titulado La familia numerosa del señor cura: tenía cinco hijos y sus tres hijas le acusaban de abusar de ellas. Tres exalumnos del colegio Europa lo han identificado como el que fue su profesor de religión.
Lo que ahora sale a la luz con el testimonio de B. M. y de otra compañera de su clase, E. P. S., es que también cometió abusos en ese centro. El director del colegio, que entonces era allí alumno de bachillerato, ha asegurado que no recuerda ningún escándalo de un profesor que apareciera en Interviú, y no ha querido dar más explicaciones.
Al saber por fin la identidad del cura, B. M. está indignada. Sobre todo porque cuando fue al obispado en julio no quisieron aclararle nada, el nombre, qué fue de él, y está convencida de que sabían de quién se trataba. “Solo querían saber hasta dónde yo sabía, y luego nunca más se han vuelto a poner en contacto conmigo. Ni una disculpa, ni una explicación, nada. El obispado es muy irresponsable”. También lamenta la actitud del colegio: “Jamás nos preguntaron a las niñas, no se preocuparon de si también habíamos sufrido abusos. Sabiendo que lo habíamos tenido ahí dentro. Solo nos prohibieron hablar del tema”.
Emergen más datos relevantes que la diócesis que dirige el obispo Jesús Catalá no quiere aclarar: tras ser descubierto y acusado de pederastia —tampoco se explica si se emprendieron acciones judiciales y con qué resultado —, Muñoz fue enviado a Venezuela por el obispo Ramón Buxarrais. Permaneció allí de misionero hasta 2002. Al otro sacerdote que apareció en la revista, detenido por abusos, Rafael Medina, también le ofreció en las mismas fechas irse a América, según relató años más tarde el propio cura, que lo rechazó y dejó los hábitos. Buxarrais, obispo de Málaga de 1973 a 1991, está también bajo sospecha de encubrimiento en otros dos casos destapados por este diario. Aún vive y se desconoce si la diócesis le ha pedido explicaciones en las investigaciones que está obligada a hacer por orden del Papa.
Muñoz regresó a Málaga en 2002 y falleció el mes pasado con 97 años. En el artículo de Interviú, la mujer que le denunció por no reconocer la paternidad de sus hijos aseguraba que el obispado sabía su situación y le pasó una pensión durante siete años, pues el cura la abandonaba a su suerte por temporadas. Primero, de 3.000 pesetas y luego hasta de 8.000. La biografía del sacerdote culmina de forma sorprendente: fue nombrado capellán de Su Santidad en 2001, con Juan Pablo II. Es un cargo honorífico del Vaticano que se confiere a sacerdotes de edad avanzada, en reconocimiento a su labor, y que suele hacerse a propuesta de la diócesis. Fue en época del obispo Antonio Dorado. El episcopado malagueño, como en los otros casos, se niega a dar explicaciones y cualquier información. “Desde la diócesis de Málaga se ha llevado a cabo el protocolo que tiene la Iglesia católica”, es la única respuesta.
La historia que relató la revista es asombrosa. La mujer que denunciaba los hechos, a quien llamaban Pepita La del cura, contó que conoció al cura en su pueblo, Campanillas, donde estaba destinado. Se había ordenado en 1951 y su primer destino fue Álora y de encargado de Carratraca. También fue ecónomo de Cuevas Bajas, vicario de los Santos Mártires de Málaga, Ubrique, El Bosque y Benamahoma. Según Pepita, se encaprichó de ella, le decía que dejaría la Iglesia y se casarían. Recordaba que iban a la zona de Puerta Oscura, en Málaga, donde iban las parejas, y como a ella le daba vergüenza que fuera vestido de cura, él se cambiaba antes en un descampado. Afirmaba que el sacerdote tenía 30 años, hacia 1956, y ella 19. Es decir, era menor de edad según las leyes de la época. De hecho, sostenía en el texto, le falsificó la partida de bautismo para ponerle tres años más y le consiguió un DNI falso. Cuando se quedó embarazada, detalló, le puso un piso.
En 1958, proseguía Pepita, echaron al cura del pueblo. “Se juntaron los ricos y denunciaron en el obispado que el cura le había pegado a un chaval por no pagar en el cine que regentaba y que además coqueteaba con todas las chicas que podía. Lo mandaron a Antequera como capellán”. Siguieron naciendo hijos y al final, relataba esta mujer, el sacerdote compró un solar y les hizo una casa. Como era un secreto a voces, contaba que el obispo, Emilio Benavent, le prometió “ayuda y castigo para el culpable”. Y aunque al principio ella negó todo, cuando el cura la abandonó recurrió al obispo: “Me dijo que ya lo sabían todo y que aunque yo había rechazado la ayuda inicial, me iban a pagar 3.000 pesetas al mes para mantener a mis hijos. Esa misma tarde se presentó en mi casa sor Agustina, con las 3.000 pesetas, y estuvo viniendo todos los meses durante siete años”. Añadía que a veces, si coincidía que el cura estaba en casa, se metía debajo de la cama cuando iba la monja para que no lo viera y no retiraran la asignación. En ese periodo Muñoz fue capellán del hospital y cementerio de Antequera, y capellán de las Dominicas en la misma localidad. También, encargado de la Joya, ecónomo de Benamocarra, encargado de Iznate y vicario de San Sebastián, según los datos de la diócesis.
Esta situación y la pensión a la familia se mantuvo, según declaró esta mujer, con tres obispos sucesivos en los años sesenta: Emilio Benavent, Ángel Suquía y Ramón Buxarrais. En esos años el cura abusó de sus tres hijas, según acusaron en la revista ellas mismas. Finalmente, en 1968, el sacerdote fue enviado a Venezuela por primera vez, y fue destinado al menos a Ospino, en el estado de Portuguesa, y luego a El Sombrero, en Guárico. Estuvo allí 16 años.
Regresó en 1984 y, según la biografía publicada por la diócesis, fue párroco de Benagalbón, encargado de Moclinejo y capellán de otro colegio de Málaga, el de Virgen Milagrosa. Después fue asignado a la parroquia de San Álvaro, que está en la urbanización Puertosol, al lado del colegio Europa, donde también empezó a dar clases y ahora han surgido las acusaciones. Es entonces cuando la familia del cura se enteró de que ha regresado, le denunció por no reconocer la paternidad de sus hijos y en abril de 1987 contó su historia a Interviú. Después, tras desaparecer del colegio y de la parroquia, Muñoz fue trasladado a la de Virgen del Carmen y Santa Fe de Los Boliches, en Fuengirola. Finalmente, el obispado volvió a mandarle a Venezuela en 1988. Pasó 14 años, hasta jubilarse y regresar a España.
A preguntas de este diario, el obispado de Málaga no responde por qué no se ha atendido la solicitud de la víctima de saber la identidad del sacerdote y cómo se actuó con él. Tampoco explica si se le abrió en 1987 un proceso canónico, por qué se le envió a Venezuela, y si allí tuvo contacto con menores y hay también denuncias. Ni por qué Muñoz obtuvo incluso el nombramiento de capellán de Su Santidad. El blanqueamiento de la figura de este cura llevó a que le entrevistaran en 2019 en la página web del obispado como un sacerdote modélico.
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