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La Iglesia española se enfrenta ya a más de 1.000 acusados de pederastia

Un cuarto informe de EL PAÍS eleva los casos a una cifra que es el 0,9 % del clero masculino de las últimas décadas. La base de datos del diario se renueva para incluir más información: hay 74 obispos y superiores sospechosos de encubrimiento

Silvia Martínez, delante del colegio Ciudad de los Muchachos de Vallecas, Madrid, donde acusa de abusos en su infancia a un salesiano en los años noventa.
Silvia Martínez, delante del colegio Ciudad de los Muchachos de Vallecas, Madrid, donde acusa de abusos en su infancia a un salesiano en los años noventa.Álvaro García

EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

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El número de acusados en la Iglesia católica española de abuso a menores, entre clérigos y laicos de instituciones religiosas, ha superado ya los mil casos. Asciende a 1.014 con al menos 2.104 víctimas, según el recuento de EL PAÍS, que incluye todos los que se conocen por medios, sentencias y admisiones de la propia Iglesia. Hace más de cuatro años, cuando este periódico comenzó su investigación, solo se conocían 34. Se ha alcanzado el millar de acusados con el cuarto informe, con 45 nuevos casos, entregado por este diario a la Conferencia Episcopal (CEE) y al Defensor del Pueblo, que desde hace un año tiene abierta una investigación encargada por el Congreso. En total, este diario ha comunicado en sus informes 545 casos, con 704 testimonios que ocupan más de 1.300 páginas, para que la Iglesia los investigue, como le obligan sus propias normas, y dé una repuesta a las víctimas. De todas maneras, en la mayoría de los procesos, órdenes y obispados luego no dan explicaciones a este periódico sobre sus indagaciones, ni sobre los casos que conocen. La lista con los acusados de este cuarto informe se puede consultar al final del reportaje.

EL PAÍS lleva la única contabilidad contrastada de la pederastia en la Iglesia española, en la base de datos abierta que creó en abril de 2021. Ahora, dos años después, este diario actualiza y renueva esta herramienta básica para conocer la dimensión del fenómeno, ante el volumen cada vez mayor de casos que salen a la luz. A partir de ahora se hará pública más información de cada uno de ellos y se actualizarán con mayor frecuencia. Estarán disponibles datos como las iniciales de los acusados, fecha y lugar de los hechos, órdenes y diócesis implicadas, y datos del encubrimiento si lo hubo. La ocultación fue la regla durante décadas. Del millar de casos emerge que al menos 60 obispos —entre ellos altos cargos como Antonio María Rouco Varela, Carlos Osoro y Vicente Enrique y Tarancón— y 14 superiores de órdenes religiosas han silenciado y tapado casos de abusos, a veces trasladando simplemente de destino a los pederastas, también al extranjero. Ni la Iglesia española ni el Vaticano han tomado nunca medidas al respecto. La lista de los 74 obispos y superiores con sospechas de encubrimiento también se puede consultar en la nueva base de datos.

Base de datos abusos en la Iglesia EL PAÍS

Base de datos de EL PAÍS: todos los casos conocidos de abusos en la Iglesia española

Consulte la única contabilidad existente en España sobre la pederastia en el clero, basada en la investigación de este diario, la información aparecida en medios, sentencias judiciales y los acusados reconocidos por órdenes y diócesis

Los informes de EL PAÍS nacen de los cientos de personas que siguen escribiendo al correo electrónico de denuncia que abrió este diario en 2018. Aún hoy hay muchos secretos a voces que permanecen ocultos. Por ejemplo, el caso del salesiano Julio en el colegio Ciudad de los Muchachos de Vallecas, en Madrid. Surge ahora porque Silvia Martínez no podía más y hace poco decidió contarlo en Instagram. Ella tenía siete años en 1993, cuando este religioso empezó a abusar de ella. “Era el encargado del comedor y del recreo. Abusaba de mí durante la hora de comer. Me tocaba la vulva por debajo del pantalón, por encima de las braguitas”. Cuenta que las agresiones duraron tres años, hasta que cumplió los 10. “Cuando terminaba de comer él me seguía”, recuerda con la voz entrecortada. “A mis padres nunca les dije nada, pero yo nunca quería ir al colegio. Al principio, fingía estar enferma, luego terminé estándolo de verdad. Lo somatizaba todo. Era llegar el domingo por la tarde y empezar con los vómitos”. Martínez lo contó por primera vez en 2011 a un psicólogo, tras arrastrar numerosas secuelas de estrés postraumático. Este año, ha creado una cuenta en Instagram para denunciarlo.

Le han ido contactando antiguas compañeras. Una de ellas es María Álvarez, de la misma promoción: “Lo que yo me pregunto es: si yo, con siete u ocho años, me estaba dando cuenta, ¿no se daban cuenta los profesores? Miraban a otro lado”. Otra mujer prefiere permanecer en el anonimato. Con 14 años era voluntaria en el comedor y lo veía todo: “Cada vez que lo veía con una niña me acercaba y le decía a la pequeña que se fuera a jugar”, relata. “Después de pillarlo llevándose a una niña hacia donde él dormía, y de encontrármelo haciéndole cariñitos a un niño en el polideportivo, fui a contárselo todo al director. Me dijo que me creía, pero que hacían falta pruebas”, continúa. “Si no recogimos 100 firmas, con ayuda de las madres, no cogimos ninguna. Me dijeron que iban a sancionarlo y lo que hicieron fue mandarlo a los salesianos de Atocha, que era solo de chicos”. Asegura que fue en 1997.

Los salesianos confirman que están investigando el caso tras recibir un testimonio. Detallan que este religioso estuvo en Vallecas de 1992 a 1999, “con funciones administrativas”. Luego fue trasladado a Mohernando (Guadalajara) y en 2012, a una residencia para salesianos mayores en Arévalo, donde falleció en 2013. En cuanto a la recogida de firmas y las denuncias a la dirección, indican que “hemos preguntado a los directores que coincidieron en esos años y no tienen constancia de nada sobre esto”.

Igual que Silvia Martínez no ha podido contarlo hasta ahora, el millar de acusados que ha salido a la luz es, cuanto menos, la punta del iceberg. Y es una imagen que por primera vez se puede traducir en cifras. La CEE reveló el mes pasado, en su informe Para dar luz, un dato decisivo para calcular la incidencia de la pederastia en el clero español: el número total de sacerdotes y religiosos que ha habido en España de 1940 a 2021. Según la Oficina de Estadística de la CEE, ha sido 205.000. Esto quiere decir que los casos de clérigos pederastas conocidos hasta ahora, 1.014, suponen el 0,49% del total. No obstante, la cifra total del clero se desglosa en 110.000 curas y religiosos y 95.000 religiosas, y en la inmensa mayoría de los casos los agresores son hombres (solo son mujeres en 13 de los casos contabilizados), con lo que el millar de acusados sería el 0.9 % del total si se considera solo el clero masculino, y teniendo en cuenta que en el recuento se han incluido algunos laicos. Es un porcentaje aún muy lejano del que todos los estudios coinciden en estimar en el resto de países católicos: entre un 4% y un 7%, según el estudio coordinado por el catedrático de la Universitat Oberta de Catalunya Josep Maria Tamarit, Abusos sexuales en la Iglesia católica: análisis del problema y de la respuesta jurídica e institucional (Aranzadi, 2021).

Un 4% de pederastas en la Iglesia española serían 8.200 curas y religiosos, aunque si se aplica este porcentaje solo al clero masculino esa cifra se sitúa en 4.400 personas. Si se considera el 7%, la cifra ascendería al 14.350, que serían 7.700 solo en el clero masculino. “Estos datos son perfectamente posibles”, opina Gemma Varona, investigadora permanente en el Instituto Vasco de Criminología de la Universidad del País Vasco y una de las principales estudiosas de los abusos en la Iglesia en España. “El 4% es una media aceptada, ha salido en todos los países donde se ha estudiado. Y si estamos hablando de un 4% es un problema social, no es una minoría. El problema, además, es cómo han sido tratadas las víctimas por esa institución”.

El 4% del clero también es la cifra que dio en Estados Unidos el primer estudio de referencia del John Jay College de la City University de Nueva York, en 2004. En Irlanda, el informe Ryan de 2009 encargado por el Gobierno situó el porcentaje incluso entre el 6% y el 9%. En 2019 en Alemania, investigadores de tres universidades encontraron casos en un 4,4% de los clérigos entre 1946 y 2014. Estudios similares en Bélgica y Australia señalan el mismo promedio.

España va con mucho retraso en afrontar la verdad y los únicos datos públicos siguen siendo los de este periódico, mientras la Iglesia está cambiando a marchas forzadas su aproximación a la cuestión. Hasta hace dos años aseguraba que en España apenas había casos, pero la CEE ya reconoce 728 acusados y casi mil víctimas. En cuanto al Defensor del Pueblo, su última actualización, en marzo, precisó que ha atendido ya a 445 víctimas. Pero siguen siendo cifras muy bajas respecto a otros países, donde se han encargado estudios independientes. En Francia, la investigación que encomendaron los obispos estimó por extrapolación más de 330.000 víctimas y entre 2.900 y 3.200 agresores. Entrevistaron a más de 6.000 víctimas y testigos. En Portugal, otro estudio para los obispos contó con 512 testimonios y estimó más de 4.800 víctimas desde los años cincuenta.

Víctor Landa, que acusa a un escolapio de Bilbao, familiar suyo, de haber abusado de él durante su infancia, el pasado jueves.
Víctor Landa, que acusa a un escolapio de Bilbao, familiar suyo, de haber abusado de él durante su infancia, el pasado jueves.PACO PAREDES

En las nuevas historias que ha recogido este diario se repiten las pautas de las anteriores: la impunidad, el encubrimiento, las secuelas que duran toda la vida. Pero a medida que pasa el tiempo salen a la luz los casos más ocultos, cada vez más complejos y más graves. Víctor Landa, antiguo alumno de los escolapios de Bilbao hasta 1975, también ha arrastrado el peso de los abusos toda su vida, aunque empezó a recordar hace solo unos años, gracias a la terapia. Su caso es más sobrecogedor porque, según relata, sufrió abusos sexuales por parte de diversos miembros de su familia, entre ellos su tío abuelo, Luciano Pinillos, escolapio. Landa cuenta que era una figura conocida en Bilbao y muy admirada en su familia, que era muy nacionalista, y donde era tratado como un héroe porque fue capellán de gudaris en la Guerra Civil. “Cuando lo conté toda mi familia me dejó de lado”, asegura.

“Hace unos años empecé a tener recuerdos, sobre todo relacionados con los olores”, comparte. “Solía venir a visitarnos y yo le tenía una gran repugnancia. Tuve como flashes, tardé en tener como una película completa, una violación, que es la imagen más fuerte que tengo. Fue cuando tenía ocho o nueve años, en mi casa. Creo que ha habido más episodios, en su habitación del colegio, poco a poco va saliendo. Estoy bien, ahora sé tramitarlo. Estuve cinco años con una psicoterapeuta, una gran profesional, que me ha ayudado mucho”. Los escolapios no han respondido a las peticiones de información de este periódico.

Otro caso especialmente grave es el de Albert Vallory, de 66 años, médico y pediatra jubilado. Relata abusos de cuatro hermanos maristas en el colegio que esta orden tenía en la calle Anselm Clavé, en Lleida, en los años sesenta. “Yo cantaba en el coro y había tres hermanos que se metían estratégicamente entre nosotros y nos magreaban. Estaban empalmados, se restregaban contra ti, y te tocaban el culo, los genitales. Nos pasaba a todos, y al menos éramos unos 15 niños. Sus nombres eran Mario, Lucio y Marcelino”, señala. Esto ocurría en un clima de terror donde, por ejemplo, recuerda a don Fernando, que le partió la mano izquierda con una regla de madera al ver que escribía así, “con la mano del diablo”, y no con la derecha.

Pero luego ocurrió algo peor. Cuando Albert iba a las letrinas solía ver a un hermano vigilando la zona, no recuerda su nombre. “Una vez, con la excusa de ver si me había limpiado bien, me bajó los pantalones, se ligó la sotana y me violó. La única solución que tenías era chillar, pero me tapaba la boca, no podía escaparme, tenía seis años. Cuando terminó me dejó irme. Imagino que como yo habría muchos. Yo era muy inocente, muy tonto, y ahora me avergüenzo, como si hubiera sido culpa mía, y el síndrome de Estocolmo lo tienes siempre”. Los maristas, consultados por este periódico, señalan que no tenían constancia de acusaciones contra ninguno de estos religiosos.

Albert Vallory, exalumno del colegio de los escolapios de Lleida en los años sesenta, que acusa de abusos en su infancia a tres hermanos del centro y también a un jesuita en Barcelona (foto cedida).
Albert Vallory, exalumno del colegio de los escolapios de Lleida en los años sesenta, que acusa de abusos en su infancia a tres hermanos del centro y también a un jesuita en Barcelona (foto cedida).

Pero además, Albert volvió a sufrir abusos con 19 años en 1976, cuando la mayoría de edad era 21. Fue en el primer año de universidad en Barcelona. Se alojaba en la residencia Ramón Llull. Era de la diputación, pero tenía de director espiritual a un jesuita, un profesor muy conocido en la universidad llamado Miquel Arbona i Pizà. “Se fue ganando mi confianza y empezamos a hacer excursiones los fines de semana. Íbamos los dos solos. Una vez nos quedamos a dormir en una pensión en San Miquel del Fai, encima de una cascada muy bonita. Me dijo que solo había cama de matrimonio. Cuando me metí en la cama me empezó abrazar y vi que estaba empalmado y me tocaba. Yo me opuse, pero me trabó con las piernas y me obligaba con la mano a masturbarle. Yo estaba muy angustiado, me veía ya como en el colegio en Lleida, y solo quería que se acabara. Luego se quedó dormido, yo me quedé despierto toda la noche. Nunca más me relacioné con él. Al poco tiempo tenía otro chico con el que se iba de excursión”. Albert tiene depresiones y confiesa que levantarse cada día es muy duro. “Bendito el que se muere. El que se escapa lo padece toda la vida”. Los jesuitas afirman que no habían recibido hasta ahora ninguna acusación contra Arbona.

El análisis del millar de casos permite ver una primera aproximación a la historia de los abusos en España en los últimos 70 años. El 75% de los acusados abusaron de niños; el 14%, de niñas; y un 2%, de víctimas de ambos sexos. En el resto, la Iglesia no ha revelado el sexo de la víctima. El caso más antiguo está datado en 1927. La década con más casos, uno de cada cuatro, son los años sesenta. En lo que llevamos de siglo XXI el porcentaje supera el 14%. Por provincias, Madrid y Barcelona son las que más casos tienen: 111. Les sigue, mucho más lejos, Navarra con 61. Las que menos acusados registran son Guadalajara y Soria, solo con uno. De las 70 diócesis españolas, solo en 12 no constan denuncias de pederastia. En cuanto a los lugares donde ocurrieron, los colegios representan más de la mitad del millar de casos. Las órdenes, por su labor educativa, siguen siendo las que más casos recogen. Los jesuitas son los que más acusados acumulan, 155 con 341 víctimas. Seguidos de maristas y salesianos.

A veces cuesta más de medio siglo atreverse a contarlo, y siguen emergiendo casos muy antiguos. José María Yagüe describe los abusos que sufrió en Palencia como una “constante pesadilla” que carga desde hace 58 años. Acusa a Lorenzo Carrascal, el director del coro de la catedral, muy conocido en la ciudad y fallecido en 2008 con 76 años. Yagüe le acusa de abusar sexualmente de él todos los domingos durante varios meses de 1963. “En los ensayos este señor me llamaba y me sentaba encima de él a cantar. Yo notaba su pene en mis posaderas y así bastante tiempo”, cuenta. Luego Carrascal le empezó a decir que le acompañara después de misa a su residencia. “Aquello ya era muy fuerte, pues me decía que para cantar bien no tenía que tener los pantalones cortos muy ceñidos y me empezaba a meter la mano y a bajármelos y venga a tocarme y él a masturbarse. Yo no entendía nada, estaba muerto de miedo”, continúa. “Esto se repetía domingo tras domingo, hasta que un día me escapé y estuve varios domingos engañando a mi madre para no ir. No he podido volver a entrar jamás en la catedral de Palencia”, concluye.

Lo cierto es que en el segundo informe de este diario, de junio de 2022, ya había otro testimonio contra Carrascal. Una mujer que no desea identificarse relata que cuando era niña, con 14 años en 1965, iba al coro de la catedral con una amiga. “Un día, al salir de un ensayo me acordé de que me había olvidado el paraguas dentro. Era un día lluvioso. Este hombre me acompañó. Estaba muy oscuro. Me pidió que le diese la mano y de pronto se me abalanzó y me cogió la cara para besarme. Era como un gorila, me agarró y se me pegó como una lapa, se notaba que estaba muy excitado. Le empujé y salí corriendo. Se lo conté a mi madre temblando, que pidió audiencia con él para quejarse. Le recibió en el colegio jesuita donde daba clase y le contestó que yo tenía mucha imaginación. Dejé el coro, y me dio muchísima pena”.

Yagüe escribió al obispo de Palencia hace unos siete años, pero nunca le contestó. Finalmente, consiguió ver al actual, Manuel Herrero, a través de la asociación de atención a víctimas Betania. “Me pidió perdón, pero me dijo que no sabía nada de nada”. Sin embargo, cuando le informó del primer testimonio enviado anteriormente por EL PAÍS, “ya bastante enfadado me escribió que igual era mentira”. El obispado de Palencia no ha querido responder a las preguntas de este periódico. Solo señala que “se ha seguido rigurosamente el protocolo establecido, y se ha dado traslado de la información tanto a la Conferencia Episcopal como al Defensor del Pueblo”. Explica que informar a los medios “no se contempla en el protocolo”. El silencio y no admitir lo que sabe sigue siendo la respuesta más habitual de la Iglesia.

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