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Luis Tó, jesuita condenado por abusos en Barcelona, fue luego profesor de ética sexual en Bolivia

Tras las protestas en el colegio de Casp, exalumnos del Sant Ignasi piden aclarar el caso del religioso, ocultado por la orden en 1992 y que siguió en contacto con menores en América. Otros seis docentes están señalados en el mismo centro

Luis To
Luis Tó, en una imagen sin datar, jesuita condenado por abusos en 1992 en España y que fue enviado por la orden a Bolivia, donde también es acusado de pederastia.

EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

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El impactante caso de Alfonso Pedrajas, el jesuita español que escribió en su diario los abusos a decenas de menores en Bolivia, ha desatado una cascada de denuncias en este país, con efectos en España. Han surgido denuncias contra otros seis españoles de la orden, y dos de ellos también tienen acusaciones en Barcelona. Uno es Francesc Peris, cuyo caso, destapado por EL PAÍS, ha hecho salir a la luz por el momento nueve acusaciones más en el colegio Casp de los jesuitas en la capital catalana. Más de 200 alumnos han pedido explicaciones por carta en un centro donde además hay otros ocho profesores acusados. Pero hay un segundo jesuita que pasó por otro colegio barcelonés, el Sant Ignasi de Sarrià: Luis Tó González, que fue denunciado y condenado a dos años de cárcel en 1992 por abusar de una niña de ocho años. El colegio ocultó lo ocurrido, lo envió a Bolivia, según desveló este diario en 2019, y le despidió con una fiesta. Falleció en 2017. Ahora sale a la luz que en ese país fue profesor de ética sexual de novicios y siguió en contacto con menores. También allí fue denunciado por abusos.

Estas noticias han indignado a las víctimas de Tó en Barcelona, porque hubo otras, además de aquella niña, y acusan a los jesuitas de no haber dado nunca explicaciones públicas del caso y de haberle protegido y encubierto. Consideran que es una historia aún pendiente de aclarar, y de reparar.

La Compañía de Jesús, consultada de nuevo, se niega a dar información del resultado de sus investigaciones en este caso, tampoco informa de cuántas víctimas tiene constancia y de qué medidas de reparación ha adoptado con ellas. “Ninguna, no han hecho nada”, resume Jordi de la Mata, uno de los afectados, que también sufrió abusos de otro jesuita del colegio, Pere Sala, al igual que su hermano. Lo denunció públicamente en 2019. “Los jesuitas me mandaron una carta pidiendo perdón por el daño causado y nada más. Ni compensación, ni nada, nadie me ha ofrecido nada. Y a mí me jodieron la vida”.

Tras asistir a la polémica en el colegio de Casp, De la Mata también pone el foco sobre Sant Ignasi: “Estamos muy indignados por la falta de voluntad de los jesuitas. Como siempre lo arreglan todo ocultando cosas y gente. Después de cuatro años todavía nadie se ha puesto en contacto con nosotros u otras víctimas del colegio para ver si necesitamos cualquier cosa, como terapia”.

De la Mata pide total transparencia, que se hagan públicos nombres y apellidos de todos los abusadores y encubridores. Exige una auténtica tolerancia cero, echar de la vida religiosa a abusadores y encubridores. También, que la orden entregue a la fiscalía toda la información que tenga, incluyendo archivos canónicos, e indemnizar a todas las víctimas.

Hasta ahora han salido a la luz en los medios un total de ocho víctimas de Tó (seis mujeres y dos hombres), pero De la Mata sostiene que son muchas más. Cuenta que abrió un correo electrónico cuando hizo público su caso en 2019 y recibió 35 mensajes que denunciaban abusos en el colegio a manos de distintos profesores. “De ellos, 20 eran sobre Luis Tó, tanto hombres como mujeres”, concluye. En Sant Ignasi hay otros seis jesuitas acusados, según ha publicado este diario y El Periódico: el padre Cabanach, en los años cincuenta; José Soler Mataix y Josep Antoni Garí, en los sesenta; Pere Sala, Emilio Benedetti, Antoni Roigé, en los setenta y ochenta.

Elena, nombre ficticio de otra víctima que no desea ser identificada, ha hablado con 12 antiguos compañeros de su clase, de los años ochenta, y cinco afirman haber sufrido abusos de Tó. En su caso, asegura, tampoco los jesuitas han hecho nada: “Te marean. Llega un momento en que te agotas de sus estrategias de bonachones, de sus buenas palabras, que hicieron lo que pudieron. No, no hicisteis lo que pudisteis porque éramos niños, nos dejasteis caer en un pozo y nadie nos ha rescatado, ni siquiera ahora, solo nos dais una palmadita en la espalda”. Elena está segura de que hay decenas de víctimas de Tó, que pasó varias décadas en el colegio. “Era un depredador compulsivo. Le llamaban el Tocató. Todo el colegio lo sabía”. Recuerda que, tras la marcha de Tó, avisaron a todas las clases de que no se debía hablar del tema. El centro tampoco informó a las familias.

Ella recordó todo de golpe, ya adulta, cuando Tó fue condenado y la noticia salió en la prensa. “Yo lo había enterrado, y entonces se me heló la sangre. Hasta que no lo vi en el periódico no me dije: no lo he soñado, es real. Tuve un ataque de ansiedad terrorífico. Tuve una adolescencia difícil, y lo atribuyo a eso. He hecho terapia muchos años, pero sigo teniendo una rabia dentro muy grande, porque fue muy injusto”. Elena quiere subrayar el profundo impacto que tienen los abusos en quienes los sufren en la infancia. Dificultades en las relaciones interpersonales, en la familia, años de terapia, y eso quien decide afrontarlo, porque quien no lo hace puede caer en adicciones e incluso el suicidio.

Elena sitúa sus abusos cuando ella tenía entre siete y ocho años, en los ochenta. Años antes de que una niña denunciara a Tó. “Nos mandaba ir a su despacho una profesora, que era nuestra tutora. Ella tenía que saber lo que pasaba allí. Decía que teníamos que ir porque en matemáticas no teníamos buenas notas, y Tó te daba una clase en el rato del patio, que era el único que teníamos para jugar. Cerraba la puerta con llave, y eso era lo peor, la sensación de no poder salir de allí. Te metía la mano por debajo de la camiseta, por la espalda, un día me dio un beso en la boca… Yo iba siempre con una amiga, porque no queríamos ir solas, somos testigos una de la otra. Recuerdo la sensación de terror, de ganas de huir. Pero había niños y niñas que fueron solos”.

Elena también refiere lo que le ha contado otra antigua compañera de clase, que Tó la tumbaba en el sofá y le colocaba la cabeza sobre sus genitales. “También tenía un despacho con una cámara donde nos llevaba y nos grababa en vídeo, nos decía que bailáramos. Un día la profesora que nos mandaba a su despacho nos pegó una bronca porque bailábamos en el patio, y él nos estaba filmando desde una ventana. Nos pegó la bronca como si fuéramos nosotros las culpables. ¿Os dais cuenta de lo que estáis haciendo? Como si le estuviéramos provocando. No entendíamos nada. Lo que yo hacía era jugar. Solo éramos niñas”.

Cuando Jordi de la Mata salió en los medios en 2019 denunciando los abusos que había sufrido, Elena y otros exalumnos se unieron a él. Su experiencia con los jesuitas también es frustrante. “Solo querían sacarnos información, pero no daban ninguna. Preguntamos si había más víctimas, y no dijeron casi nada, todo muy opaco. Queríamos conocer otras víctimas y podernos abrazar”. Al margen de comprobar que la orden no les ayudaría a saber la verdad, Elena asegura que todo lo que les dijeron sus responsables es que entendían su dolor. No ofrecieron ninguna compensación económica.

Lo que ahora se confirma es que Tó continuó con sus abusos en Bolivia. Los jesuitas de Bolivia afirman que nunca tuvieron conocimiento de denuncias contra Tó en el país latinoamericano. No obstante, el exjesuita Pedro Lima lo desmiente. Ha contado a EL PAÍS que en 2001 fue a visitar al entonces provincial de la orden, Ramón Alaix, para denunciar a varios sacerdotes por pederastia, entre ellos estaba Tó. La respuesta de Alaix, según el exjesuita, fue el silencio y expulsarle de la orden.

En teoría, según lo que han sostenido los jesuitas, Tó llegaba a Bolivia bajo vigilancia y para ocupar cargos sin contacto con menores. Por eso es sorprendente el testimonio de Lima, que cuando era novicio conoció a Tó a su llegada al país latinoamericano, en 1993: fue su nuevo profesor de ética y moral sexual. “Tenía una fijación con el tema de pedofilia. Y terminó enseñando que en esos casos debemos ser misericordiosos porque más sufre internamente el agresor que la víctima”. En esas lecciones, dice Lima, Tó les confesó que había abusado de menores, pero Jesús le había perdonado. Presentaba la pedofilia desde un punto de vista teológico, diciendo que Jesús perdona al pecador, y eso es suficiente con una confesión”.

En Bolivia, además, Tó ejerció en la parroquia de El Alto y tenía contacto con menores, según el testimonio de Lima. “Nos lo presentaron como un jesuita catalán que estaba haciendo ‘mucho bien’ en la Ciudad de El Alto, pues tenía una lucha con estafadores inmobiliarios llamados loteadores y que los alteños querían mucho al padre Tó”, cuenta Lima. Él le acompañó en 1994 como traductor de aymara, lengua que conocía. “Estaba acompañando a los niños de la catequesis familiar. Yo me quedé dando la charla a los niños y él llamaba a entrevistas a los pequeños en una oficina cercana”. Era el mismo método que utilizaba en Barcelona. Lima recuerda que, al despedirse, vio “tres o cuatro niños que no se acercaban a él y tenían el rostro asustado. Es la primera vez que sentí terror al lado de un jesuita pederasta sentenciado por la justicia”.

No fue la última vez que Lima vio a Tó. Años más tarde, daba clases en el colegio Sagrado Corazón de Sucre, de la institución jesuita Fe y Alegría, y varias estudiantes le dijeron que el encargado de disciplina, un laico, abusaba de ellas. “Le conté el tema a mi superior, él me dijo que denunciara el tema a un alto responsable de Fe y Alegría que estaba de paso por Sucre. Fui a verle. Para mi sorpresa era Luis Tó. Cumplí con avisar, sentí un gran desaliento”, relata. Es decir, uno de los responsables educativos en Bolivia a quienes se debían denunciar los casos de pederastia era Luis Tó.

Alfonso Pedrajas, el pederasta confeso que llevó un diario de sus abusos en Bolivia, también menciona a Tó en sus escritos en tres ocasiones, y mantenía con él una relación cordial. Además, también sabía que era un pederasta. Lo confirma un allegado de Pedrajas, que prefiere quedar en el anonimato: “Nos contaba que a Tó se lo habían llevado de Barcelona a Bolivia porque abusaba de menores. Y que era una cosa que todo el mundo allí lo sabía”.

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