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234 exalumnos de un colegio jesuita de Barcelona exigen por carta al centro que aclare los abusos de un profesor

Seis nuevos testimonios elevan a 10 las acusaciones contra Francesc Peris en la escuela Casp y en Bolivia. La estudiante que le acusó y logró su cese en 2005 afirma que la directora le dijo: “¿Tú te das cuenta de lo cruel que eres?”

pederastia Bolivia
Francesc Peris, junto a un grupo de alumnos del colegio Juan XXIII de Cochabamba, Bolivia, cuando estuvo allí en los años ochenta, en una imagen cedida.

EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

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Un total de 234 antiguos alumnos del colegio jesuita Casp de Barcelona han firmado una carta de protesta en la que piden explicaciones por el caso de Francesc Peris, destapado por EL PAÍS, un religioso de la orden acusado de abusos en este centro y en Bolivia, donde pasó un año entre 1982 y 1983. En el documento, enviado este lunes a la escuela, a la Compañía de Jesús y al Departamento de Educación de la Generalitat, expresan “una profunda indignación”. “Consideramos de extrema gravedad que la Compañía de Jesús no haya actuado de forma decidida para facilitar la investigación a los medios y para denunciar y reparar, en la medida de lo posible, a las víctimas”, afirman. “Bajo ningún concepto podrá considerarse como respuesta válida y suficiente lamentar los hechos sin condenarlos, hacer comunicados de carácter meramente interno, proteger la identidad del agresor y obviar los mecanismos de denuncia por la vía judicial”.

Entretanto, EL PAÍS ha recabado seis nuevos testimonios contra Peris de personas de ambos sexos, cinco mujeres y un hombre, que elevan el número de acusaciones a 10. Hasta ahora constaban tres en el colegio barcelonés y una en Bolivia, el caso más grave, dentro de la cascada de denuncias desatada en el país andino después de que este periódico publicara el caso Pedrajas, el jesuita español que relató en un diario sus abusos durante décadas. Este diario ha contactado hoy lunes con Peris para recabar su versión, pero por el momento no ha respondido.

Los firmantes de la misiva solicitan, entre otras cosas, un comunicado público de condena y rechazo, que la orden se ponga a disposición de las víctimas y abrir una investigación interna, que incluya posibles encubrimientos, y apartar de sus cargos a cualquier persona implicada en estos casos. A última de hora de hoy lunes, los jesuitas han respondido a la carta con un comunicado en el que comprenden “la preocupación e indignación que las informaciones publicadas estos días han causado en el colectivo de exalumnos”. “Nuestra condena de todo tipo de abuso es firme”, asegura la orden. Sobre el caso, informa que ha decretado una investigación previa a un proceso canónico, y manifiesta “la total disposición a colaborar en todo lo que la justicia pueda requerir”. “Esta persona ya figuraba en nuestros informes y tenía impuestas unas medidas, pero las informaciones publicadas en la prensa motivan una nueva revisión de este caso”, admite la Compañía.

La iniciativa de los alumnos es inédita en España ante un caso de abusos en un colegio, desde que EL PAÍS comenzara su investigación de la pederastia en la Iglesia hace cinco años. Ha surgido entre los grupos de WhatsApp de antiguos alumnos, indignados por las noticias que iban saliendo a la luz. Finalmente, abrieron un correo y llegaron decenas de mensajes. Los exalumnos que deseen sumarse a la carta pueden escribir a esta dirección: afectats.casp@gmail.com. Los firmantes son de varias promociones, desde 1978 a 2007.

El caso de Peris ha causado un fuerte impacto porque pasó tres décadas en el centro y lo que pasaba era, señalan ahora muchos de ellos, “un secreto a voces”. El mote de Cesc Peris, como era conocido, era Sex Penis, tenía fama de “profesor enrollado” y era conocida su costumbre de encerrarse con alumnas en el despacho, a las que abrazaba y besaba. Estuvo en la escuela desde los años setenta, con un traslado a Bolivia que, según la orden, duró un año, para luego regresar de nuevo al centro. Allí continuó hasta 2005, cuando fue cesado por “conductas inapropiadas” que contaban con testigos adultos, según reconoció la orden la semana pasada, a raíz de la publicación de una acusación contra él en Bolivia.

Me hizo desnudarme de cintura para arriba y me empezó a poner cremas en el brazo, rozándome los pechos todo el tiempo. Yo iba sin sujetador”
Marta, exalumna que acusó a Francesc Peris y logró su cese en 2005

La orden admite también que después recibió más acusaciones contra él —se niega a revelar el número—, pero no de abusos, sino de actitudes “inadecuadas”. Los jesuitas no han precisado en qué consistió esa “conducta inapropiada” que motivó que fuera apartado del contacto con menores. En el colegio circulaban versiones sobre el episodio, algo que pasó en una excursión con una alumna. EL PAÍS ha hablado con ella, que aún lo recuerda: “En la Semana Santa de 2004, yo tenía 14 años y fuimos de colonias a Zuriza, en el valle de Ansó (Huesca). Lo coordinaban Cesc Peris y otro cura mayor, Raimon Algueró”, contextualiza Marta (Barcelona, 35 años). “Un día, estaba con mis amigas del equipo de gimnasia haciendo acrobacias en la hierba, me caí y se me salió el codo de sitio. Como estaban por allí los padres de un alumno, el padre me puso el codo en su sitio, y Peris decidió que no tenía que ir al hospital. Él mismo me haría las curas en su cuarto”, relata. “Allí, me hizo desnudarme de cintura para arriba y me empezó a poner cremas en el brazo, rozándome los pechos todo el tiempo. Yo iba sin sujetador”, continúa. No estaban solos. Con ellos, estaba la mujer del padre que la había atendido. “Supongo que no quiso decir nada porque este hombre tenía muchísimo poder”, explica.

“Me puso un vendaje supermal puesto y me dijo que me fuera. Yo estaba en shock. Tenía la cara dolorida, me sangraba la nariz, y mi brazo estaba hinchadísimo. Estaba en shock por la hostia, pero también porque no estaba digiriendo lo que estaba pasando”, recuerda. Cuando volvió al colegio tenía a Peris, su profesor de religión, deambulando todo el tiempo por los pasillos. “Siempre me venía a buscar, se quería acercar a mí. Suerte que mis amigos y mis compañeros me defendían. Cuando él quería ponerme la mano encima, ellos se metían en medio, lo apartaban y no me dejaban nunca sola con él”. Entonces, relata Marta, se lo contó todo a sus padres, explicándoles lo mal que lo había pasado. “Fliparon en colores y pidieron una reunión con la directora de secundaria”, describe.

“Después de una reunión con mis padres y Cesc, la directora pidió reunirse conmigo. Me escuchó con cara de póquer, sin mostrar ningún tipo de emoción, y cuando terminé, me dijo: ‘¿Tú te das cuenta de lo cruel que eres?’. Lo justificó, lo defendió, y lo describió como un hombre genial que todo lo había hecho por ayudar”. Luego, dice Marta, le preguntaron a la madre de uno de sus compañeros, la mujer que estaba en el cuarto aquel día, y ella dijo que en ningún momento la había visto incómoda. Al final, los tíos de la chica, muy ligados a los jesuitas, tomaron cartas en el asunto a través del provincial. “Me preguntaron qué quería y yo dije que quería que lo echaran ya. Y lo sacaron, a mitad de 2005. Lo mandaron a proyectos con adultos”, explica.

Marta estaba “decepcionada”. Asegura que los adultos del colegio no respondieron como debían, y algunos de ellos la culpaban a ella. “Decían que si había hecho eso era porque yo lo había calentado”. No volvió a ver a Peris. Hasta que asistió al cumpleaños de Raimon Algueró en una casa de los jesuitas en Viladrau (Gerona). “Escuché su voz y entré en pánico. Recordé todo lo que había pasado, y las noches sin dormir por culpa de lo que me había hecho”.

Cerrar con llave el despacho

Los otros seis testimonios recogidos por EL PAÍS son similares entre sí y el episodio transcurre siempre en el despacho de Peris. El relato de la exalumna L. G., en el curso 1993-1994, es representativo. “Me hizo entrar en el despacho y sentarme. Cerró con llave. Creo que yo puse mala cara y me dijo que era solo para que no nos interrumpieran. Yo no sabía qué hacer ni qué decir. Tenía 15 años; él, más de 50. Se sentó a mi lado con sus rodillas rozando las mías y me agarró las manos. Cerró los ojos y me preguntó si sentía la fuerza, o la energía, algo así. Entonces se me acercó más y empezó a darme besos en las mejillas, muy cerca de la boca. Pasaba de un lado a otro, muy muy cerca, rozándome los labios. Yo no me atrevía a moverme, solo quería salir de allí. Entonces alguien llamó a la puerta, fue a abrir y aproveché para escabullirme. Nunca volví a su despacho”.

Esta exalumna explica que no lo ha vivido como un trauma, pero no lo ha olvidado. “Hoy soy madre de niñas y todavía tengo más claro que lo que Peris hacía era totalmente irregular. También me parece increíble que todos supiéramos lo que ocurría y nadie dijera nada. Desde que salieron las noticias, los grupos de WhatsApp están que arden. Salen casos de debajo de las piedras. Es la punta del iceberg. Estuvo 25 años en el colegio”.

Pero también hay testimonios de chicos. Albert F. tenía unos 13 o 14 años en el curso 1993-1994, y tuvo otra experiencia en aquel despacho. “Era como un amigo, siempre sonriente, había un vínculo emocional. Un día que fui a hablar con él, cerró la puerta con llave. Era después del verano y empezó a tocarme la espalda, diciéndome que cómo había cambiado. Luego pasó a tocarme la pierna, me miraba muy fijamente, y de pronto noté su mano en la entrepierna. Me quedé paralizado. Cambió de tema y lo dejó. Pero luego ya lo evité. Después me he enterado de que llamó a mis padres a casa a decirles que repetiría curso o no podía continuar a la escuela, y mi madre le dijo que de qué iba, no venía a cuento, era solo por una asignatura que debía recuperar. No sé si lo hizo para amenazarme o para que me acercara otra vez a él, no sé. Era un tipo muy listo y muy manipulador”.

Peris escribió el año pasado un breve artículo en la revista de antiguos alumnos del colegio, tras cumplir 79 años. En él decía: “Pido perdón por los errores que pude cometer a lo largo de tantos años, me sabe mal, seguramente ahora actuaría de forma diferente”.

EL PAÍS ya había incluido una acusación contra Peris en su primer informe de abusos de diciembre de 2021, entregado al Papa y a la Iglesia española. Un antiguo alumno lo acusaba de abusos en los años setenta y relataba que luego desapareció. Coincide con su marcha a Bolivia. Los jesuitas aseguran que no consta que el traslado se produjera a raíz de una denuncia ni, del mismo modo, que su regreso se deba a la misma razón. Lo cierto es que así ocurría en otros casos, como el de Luis Tó, en el colegio jesuita de Sarriá, que también fue enviado a Bolivia tras ser condenado en 1992. Tras ser cesado en 2005, Peris estuvo en Paraguay, según fuentes cercanas a la Compañía, aunque la orden dice que no tiene constancia y como mucho pudieron ser breves visitas. Luego fue enviado al centro de la congregación en Manresa, donde vive en la actualidad.

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