Alerta en Japón por el aumento de suicidios de menores, que alcanzan el máximo de su historia
El país tiene en marcha políticas diseñadas para informar, prestar ayuda e implicar a toda la sociedad desde 2006. Los expertos creen que las redes sociales y la presión académica agravan el problema en los niños
Japón se enfrenta a un número sin precedentes de suicidios de menores. En 2022 se quitaron la vida 514 estudiantes de primaria y secundaria, según la estadística del Ministerio de Sanidad, Trabajo y Bienestar de Japón publicada este mes. Dentro de ese grupo se contabilizaron 17 niños de 12 años o menos. Es la primera vez en que, desde que se empezó a recopilar la estadística en 1980, la cifra de menores sobrepasa los 500 casos. Aunque el total absoluto aumentó un 4,2% anual en 2022 hasta los 21.881 casos, Japón se encuentra lejos de su máximo histórico de 34.427 suicidios registrados en 2003.
El descenso de suicidios en Japón en las dos décadas pasadas equivale a un 40% y se atribuye al esfuerzo de organizaciones no gubernamentales como Lifelink (lazo vital, en inglés), fundada en 2004. “Pese al descenso generalizado, el suicidio de menores sigue en aumento y eso significa que las medidas de apoyo no son suficientes”, dice Yasuyuki Shimizu, que fundó Lifelink al terminar una investigación sobre niños que quedaron huérfanos por el suicidio de alguno de sus padres para un programa de televisión que dirigía.
Shimizu dejó el periodismo de investigación para dedicarse a un problema social que considera acuciante. En su opinión, la tecnología y las redes sociales han agudizado el problema, pues los mensajes, en casos de acoso escolar, persiguen a los niños las 24 horas. No obstante, los expertos recuerdan que el suicidio es siempre multicausal, sin un único detonante.
En Japón, donde se vive con un trasfondo del descenso de la natalidad y el envejecimiento de la población, la presión académica y el miedo al hostigamiento en las escuelas son algunos de los factores asociados con suicidios de niños, sobre todo al final de las vacaciones. También los conflictos familiares contribuyen a inspirar deseos de “querer desaparecer de este mundo”, continúa el experto. Otro factor es la violencia machista. “Muchos de los niños que nos consultan hablan de que su madre quiso quitarse la vida después de haber sido golpeada por el padre. Eso puede crear un ciclo”.
Lifelink recibe un promedio de 4.000 llamadas telefónicas y 3.000 mensajes de texto, de los cuales muchos son de menores. Los menores japoneses se familiarizan con el suicidio a través de la información recurrente sobre el tema, dice Shimizu, que descarta la percepción generalizada en occidente de que la cultura japonesa fomenta quitarse la vida por celebrar con su literatura y su cine actos como el harakiri o los pilotos kamikaze.
De hecho, según Shimizu, la percepción del suicidio como un problema que la sociedad necesita abordar sin tapujos lo ha normalizado, ha favorecido la discusión de leyes para erradicarlo, pero también hace que muchos niños lo vean como una opción para salir de sus problemas.
Aunque en Japón las noticias de la televisión nacional se decantan por eufemismos como “poner fin a la propia vida”, el suicidio es una estadística anunciada cada año en los medios, en las páginas web de ministerios, gobiernos regionales, la policía e instituciones que trabajan por la salud mental. Sin embargo, en la calle, “el suicidio sigue siendo una palabra tabú en las conversaciones, pese a que no recibe la categoría de pecado que le asignan religiones como el cristianismo o el islam”, explica Shimizu. “Los niños lo relacionan con la lástima o piensan que pedir auxilio (cuando se tienen pensamientos suicidas) es un incordio para los demás”, añade. Ese tabú también está en la escuela, pese a que en la sociedad japonesa se habla más del suicidio. “Cuando los niños puedan decir lo que piensan en su escuela y en su hogar, creo que la cantidad de niños que se suicidan disminuirá”, dice Shimizu.
Los medios de comunicación nipones suelen acatar las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud de omitir los métodos en las informaciones sobre suicidios. Aun así, en el caso de muertes de famosos, la forma de suicidio suele filtrarse en las redes sociales y su repercusión suele ser inmediata.
Shimizu enseña con gráficos los picos de suicidios que han tenido lugar después de que se diera a conocer el suicidio de un personaje famoso. En julio y septiembre de 2020, por ejemplo, los respectivos suicidios de un popular actor de 30 años y una actriz en la cuarentena, fueron emulados por personas de edades parecidas y duplicaron el número de muertes por mano propia en los días posteriores al anuncio de los dos casos.
Problema social y políticas públicas
Muchos japoneses relacionan el suicidio con la vergüenza y lo relegan a un problema individual de personas débiles. En 2006, con la ayuda de parlamentarios que escucharon los testimonios de niños que habían perdido sus padres por suicidio, Shimizu diseñó y logró que se aprobara la Ley Básica sobre Medidas para Contrarrestar el Suicidio, cuyo objetivo es transmitir el mensaje de que ayudar a las personas que piensan quitarse la vida es un trabajo que corresponde a la sociedad en su conjunto.
Tras fijar objetivos numéricos para reducir la tasa de suicidio a niveles similares a las de otros países industrializados, la Ley Básica produjo casi dos décadas de descenso de muertes por mano propia y propició una dinámica de colaboración que evita las trabas habituales entre organismos e instituciones y da prioridad a las soluciones. “Pero lo más importante es enseñar a los niños a enviar un mensaje SOS y hacerles tomar conciencia de que está bien hacerlo”, dice el fundador de Lifelink.
Justo durante el inicio de la pandemia, Shimizu se encontraba gestionando la creación de un organismo llamado Centro de Promoción de medidas contra el Suicidio de Japón (JSCP, por sus siglas en inglés) que hizo frente al aumento de suicidios durante el confinamiento y ayudó a paliar el cierre de centros de apoyo a causa de la pandemia. En enero de 2021, JSCP fue designado por la Organización Mundial de la Salud como “centro colaborador que aporta investigación y capacitación para la prevención del suicidio”. Entre sus objetivos figuran los intercambios académicos internacionales, exportar sus experiencias a otros países y crear una red global para medidas contra el suicidio.
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