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Psicólogos saturados en la pública: “No puedo ayudar a la gente como me gustaría”

Los profesionales de la salud mental advierten de las largas listas de espera y de la separación entre sesiones de terapia, que empeora los resultados

Juan Antequera psicólogo
Juan Antequera, psicólogo clínico de la sanidad pública en MadridÁlvaro García
Andrea García Baroja

La población española ha asistido durante los últimos años al empeoramiento de su salud mental, y los psicólogos llevan meses advirtiendo de que el sistema de atención público no da abasto. Las listas de espera para acudir a terapia suelen demorarse meses, las sesiones rondan la media hora de duración y es complicado ver al especialista con una periodicidad menor al mes y medio. España tiene seis psicólogos clínicos por 100.000 habitantes en la red pública, tres veces menos que la media europea, y 11 psiquiatras por cada 100.000 personas, casi cinco veces menos que en Suiza (52) y la mitad que en Francia (23), Alemania (27) o Países Bajos (24). Mientras, las tasas de suicidio y los problemas de salud mental siguen aumentando.

Juan Antequera es psicólogo clínico del Servicio Madrileño de Salud (Sermas) en un centro de salud mental del sur de la capital. A él llegan los pacientes derivados del médico de cabecera, y ahora está atendiendo las primeras consultas de quien pidió cita en octubre o noviembre. Ve a ocho o diez pacientes al día, adapta su forma de trabajar a la concisa duración de las sesiones y les da cita para cuando se puede. El facultativo defiende que, tanto él como como sus compañeros, están orgullosos del sistema público, pero que las condiciones de trabajo les saturan. “He llegado a fantasear con irme a la privada porque no estoy trabajando como quiero, porque no puedo ayudar a la gente como me gustaría. Siento que el barco se hunde”, expresa.

Antequera no es el único que se lo plantea. El agotamiento hace mella en muchos profesionales. “Yo nunca había visto a tantos compañeros y compañeras irse de la pública para irse a la privada”, comenta el facultativo. En el sistema público prima la atención a los casos graves, y un grueso de la población que quiere recibir atención psicológica termina recurriendo a las consultas privadas. Si pueden permitírselo. El precio medio de una sesión de terapia en España es de 51 euros la hora, según un estudio del Observatorio de Precios de Mundopsicologos.com elaborado en 2020. “La sanidad pública es un derecho. ¿De verdad vamos a quitarle el derecho a la salud mental a quien no puede permitirse un tratamiento privado, o a quien confía en la pública?”, condena Antequera.

Sesiones de menos de 45 minutos

La jornada laboral de Antequera comienza a las ocho de la mañana. Llega a su centro de salud mental, en el sur de la capital, para hacer el papeleo pertinente antes de que llegue su primer paciente a las ocho y media. Atiende primero a los nuevos, a los que no han pisado antes su despacho y pidieron cita en octubre. Para ellos tiene una sesión de 45 minutos: “Hacemos una evaluación para saber qué le trae a consulta. Recogemos datos biográficos, intentamos afinar un diagnóstico, hacemos exploraciones psicopatológicas y funcionales para ver qué dificultades tiene en su día a día. A partir de ahí intentamos establecer unos objetivos del tratamiento con el paciente”.

En la Comunidad de Madrid, el tiempo medio de espera en 2021 para la primera consulta en adultos fue de cuatro meses, según los indicadores asistenciales y estándares de calidad asistencial para la psicología clínica en los centros de salud mental del Sermas, evaluados por sus propios profesionales y publicados en la revista Apuntes de Psicología. En la atención infanto-juvenil fue de cinco meses.

Establecidos los objetivos, comienza el tratamiento. Lucía Hernández ya había intentado recuperarse de todas las maneras posibles antes de que su médico de cabecera la derivase al psiquiatra. Le propusieron tratamiento farmacológico como primera y única opción, y su empeño en conseguir un tratamiento de psicoterapia la acabó llevando hasta Antequera. “Juan me ayudó muchísimo los primeros meses, ¿pero cómo esperas que den con tu tratamiento adecuado si te ven en una sesión de 30 minutos cada dos meses?”, denuncia la estudiante. Hernández comenzó a ir a terapia en 2018, y a mediados de febrero le concedieron, por fin, el alta. “Creo que hacen lo que pueden”, continúa la joven, refiriéndose a la gestión del tiempo que hacen los profesionales de los centros de salud mental.

Desde que entra y hasta la hora de comer, por el despacho de Antequera pasan siete u ocho personas más, que acuden a las revisiones. En cada una de ellas, el psicólogo dispone de entre 30 y 40 minutos para evaluar cómo van las cosas y seguir el plan de tratamiento. En total, atiende a alrededor de diez pacientes diarios. “Nos adaptamos. Yo selecciono muy bien lo que voy a aplicar. Al final, la pública te obliga a trabajar de una forma concreta y hacemos una sesión muy adaptada a los tiempos”, explica el psicólogo, que añade que, aún así, los tratamientos son eficaces y se dan altas. Hernández critica que, muchas veces, la sesión se queda corta: “Daba tiempo a desahogarse, y ya está”. La joven tuvo altibajos durante el proceso. Se estancaba, retrocedía. “Tampoco me podían dar el alta, porque el problema seguía ahí. Me resultaba insuficiente, pero como es lo único que podía hacer, continué”, cuenta.

En la agenda de Antequera hay unos 400 pacientes activos. El psicólogo, que también forma parte de la junta directiva de la Sociedad Española de Psicología Clínica (ANPIR), se queja: “Vemos a más pacientes de los que deberíamos”. Según los indicadores, basados en las respuestas de 107 facultativos madrileños, la carga media por profesional es de 328 pacientes adultos, y 280 en infanto-juvenil, superando las recomendaciones de los expertos. Los propios psicólogos estiman que lo idóneo sería atender a unos 70 pacientes, sin superar los 150 y un máximo de seis al día. El número de pacientes varía entre los distintos centros de salud mental y las comunidades autónomas.

Los psicólogos clínicos llevan demandando desde hace años, como posible solución, que se aumenten las plazas de psicólogos internos residentes (PIR), algo que Antequera apoya rotundamente. Cada año salen alrededor de 200 plazas PIR, aunque para llegar a la media europea de psicólogos por habitante —18 por cada 100.000— harían falta más del doble. “Pero tardaremos cuatro años en sacar residentes, por lo que esta medida tiene que venir acompañada de otras muchas, como de un apoyo real por parte de las autoridades políticas y de los propios hospitales”, reclama. El psicólogo también señala la necesidad de crear una especialidad en psicología clínica infanto-juvenil, y recalca que, cuando en unos diez años se produzca el relevo generacional, “no habrá gente con el título de la especialidad que quiera trabajar en estas condiciones”.

Los pacientes de Antequera piden cita para la siguiente sesión en cuanto salen de consulta. La suelen recibir para después de unos 40 días, una espera próxima a la media madrileña, que se encuentra cercana a las siete semanas, tanto en el programa de adultos como en el infanto-juvenil. La dilatación entre consultas dificulta que se establezca un vínculo sólido entre el paciente y el profesional, y el psicólogo denuncia que están demasiado separadas en el tiempo: “Las guías clínicas dicen que tendríamos que vernos semanal o quincenalmente, algo que estamos duplicando o cuadriplicando”. “Imagina lo que le puede pasar a un paciente que tenga pensamientos suicidas en dos meses”, expresa Hernández. En 2021, se quitaron la vida 4.003 personas, un 1,6% más que en el año anterior y un 6,5% más que en 2018, según los datos del Instituto Nacional de Estadística. Es la primera causa de muerte no natural en España. “El sistema no está adaptado a la realidad social, para nada”, asegura Hernández.

Terapias de grupo que descongestionan las listas de espera

Cuando termina de comer, a Antequera le queda papeleo y trabajo por hacer. “Nuestra labor no se reduce solo a ver pacientes”, explica. Los jueves por la tarde, su jornada se alarga un poco más. Dirige sesiones de terapia en grupo, una alternativa a las individuales que descongestionan las listas de espera y atienden a varios pacientes en una hora y media. El viernes por la mañana tiene otra. “Los manuales indican que deben ser no más de diez personas a la vez, pero ahora mismo llevo a 14 en uno, y a 17 en otro”, cuenta. “Es una barbaridad, otro ejemplo de la presión del sistema”, sentencia. Aún así, tanto Antequera como Hernández reconocen que el programa es de gran ayuda para los pacientes, principalmente porque permite continuidad en la terapia.

Precisamente porque es consciente de que en mes y medio pueden pasar muchas cosas, al finalizar la sesión Antequera se preocupa por mandar a sus pacientes “deberes” a casa. Lecturas, ejercicios que les pueden ser de ayuda. Lucía dice que las grupales permiten estructurar mejor esos materiales. Ahora que le han dado el alta, la joven se aferra a que, si en algún momento sufre un bajón, puede recurrir a ellos. “Gracias al grupo he sido capaz de identificar muchas cosas, la raíz de los problemas, las emociones, tolerarlas y gestionarlas”, declara.

Después de la terapia grupal, a las cinco y media de la tarde, el psicólogo recoge sus cosas y sale del centro de salud mental.


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