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Violencia vicaria dentro del maltrato machista: qué es y cómo reconocerla

El caso de Anna y Olivia en Tenerife revela una forma de agresión en la que el autor utiliza a los hijos como instrumentos para hacer daño a la madre

Violencia vicaria
Concentración en la plaza de la Candelaria de Tenerife en repulsa por "todos los feminicidios", el pasado viernes.Europa Press (Europa Press)
Marta Pinedo

“No las vas a volver a ver”. Fue la advertencia que el 27 de abril Tomás Gimeno le hizo a Beatriz Zimmermann, su exmujer, antes de secuestrar en Tenerife a sus dos hijas, Anna y Olivia, de uno y seis años. Debía devolvérselas a la madre esa noche, pero cumplió su amenaza y el jueves pasado fue hallado el cadáver de la mayor de ellas en el mar. No es el único caso. “Me voy a cargar lo que más quieres”, le dijo en 2017 a Itziar Prats su expareja. Habían quedado porque ella debía entregarle a sus hijas, Nerea y Martina, de seis y dos años, cuando estaban aún en trámites de divorcio. Lo hizo un año después: asesinó a las dos menores en Castellón antes de suicidarse. Amenazas como esas son la expresión más terrible de una forma de violencia machista poco conocida, la violencia vicaria. Estas son algunas preguntas y respuestas sobre este tipo de maltrato.

¿En qué consiste?

Es la violencia que se ejerce contra alguien a través de una persona interpuesta. Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género y profesor de Medicina Legal en la Universidad de Granada, explica que la expresión “violencia vicaria” o violencia por sustitución puede atribuirse, por definición, a otros contextos ajenos al maltrato machista como un secuestro de familiares de la persona amenazada, aunque las causas son diferentes. “Las víctimas sufren el mismo dolor, pero en el maltrato machista, que un padre mate a sus hijos parte de una violencia estructural y se basa en la identidad del hombre, que busca dominar a la mujer”, afirma el profesor. Por eso, pide hablar de “violencia vicaria en violencia de género”.

Sin embargo, la psicóloga clínica y forense Sonia Vaccaro acuñó el término en 2012 referido solo a los casos de violencia machista. Lo define así: “Es aquella violencia contra la mujer que ejerce el hombre violento utilizando como objetos a las hijas o hijos, para dañarla”. Lorente añade: “El daño se ejerce a través de personas que tienen un significado especial para la mujer. Pueden ser los padres, los amigos, pero a menudo son los hijos”. Más de 1,6 millones de niños viven en hogares donde su madre sufre violencia machista, según la última macroencuesta del Ministerio de Igualdad publicada en 2020.

La ley integral contra la violencia de género, aprobada en 2004, reconoce esta forma de violencia como aquella que, con el objetivo de dañar a las mujeres, “se ejerza sobre sus familiares o allegados menores de edad”, aunque no la nombra como violencia vicaria. El Pacto de Estado contra la violencia de género, aprobado en 2017, sí menciona el término y prevé extender la protección de la ley a quienes hayan padecido violencia “por interpósita persona” como “el daño más extremo que puede ejercer el maltratador hacia una mujer: dañar y/o asesinar a los hijos/as”. Para Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres, este maltrato constata que los menores se convierten en víctimas directas de la violencia machista: “Sufren chantaje y en ocasiones peligro en su integridad y su vida”.

¿Cuándo se produce?

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La violencia vicaria no sigue un parámetro porque forma parte “estructural de la violencia contra las mujeres”, según Lorente. “No aparece solo con los casos graves o mediáticos, está presente en el día a día con amenazas y control hacia la mujer a través de los niños”, apunta el experto. Según Vaccaro, hay signos previos, como cuando los menores vuelven a casa de la madre con prendas rotas tras las visitas o las custodias compartidas con el padre, cuando se interrumpen tratamientos médicos durante el periodo de estancia con el maltratador o cuando éste habla mal de la madre delante de los niños, permite que otros lo hagan en su presencia o utiliza a los menores para que la insulten.

Lorente afirma que los divorcios y las separaciones conflictivas suponen un riesgo. “Los padres pueden presentar una actitud egoísta al entender a los hijos como una posesión, temen perderlos y pueden ejercer violencia vicaria”, señala el experto. Y añade que este maltrato incluye diferentes grados, desde ejercer el control sobre la madre y los hijos hasta, en casos extremos, el asesinato.

¿Qué ocurre con los niños en este tipo de violencia?

Los menores expuestos al maltrato machista empezaron a ser reconocidos como víctimas con la Ley de la Infancia y la Adolescencia, publicada en 2015. Soleto señala que “este tipo de violencia no solo afecta a su desarrollo emocional, sino que en algunos casos pone en riesgo su seguridad”. A ojos del agresor, los menores son un medio para alcanzar el fin. Lorente apunta: “El maltratador los usa como un arma con la que golpear a su madre, que sufre pánico y dolor”. Para el experto, la violencia vicaria es una forma de “deshumanización” de los menores: “No piensan que están matando a sus hijos, sino que están rompiendo el objeto que tenía dentro al niño que ya han perdido, especialmente en separaciones en las que consideran que el resto de su familia deja de ser de su propiedad”. Los agresores dejan de ver a los menores como personas, entienden que son una “representación de su fracaso” y buscan imponerse, defender su imagen y su posición frente a la mujer, según Lorente.

¿Cómo se manifiesta?

La violencia vicaria adopta diversas formas, físicas y psicológicas, y en un caso extremo, implica el asesinato. El exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género señala que este maltrato conlleva, por ejemplo, que el agresor amenace a los niños, que ejerza violencia física sobre ellos o que les ordene que le informen sobre lo que hace su madre. Los menores sufren miedo o ansiedad y pueden volverse más agresivos, según el experto. “Cuando los niños no quieren acudir con el padre en un régimen de visitas se debería descartar un posible caso de violencia machista”, aclara Lorente, que insiste en estar atento y no minimizar cualquier cambio de humor de los menores.

¿Qué casos de violencia vicaria han ocurrido en España?

Uno de los casos más conocidos es el de José Bretón, condenado a 40 años por asesinar y quemar en 2011 a sus dos hijos, José y Ruth, de dos y seis años, para infligir —como se demostró en juicio— el máximo dolor a Ruth Ortiz, la madre de esos menores. Ella se había separado de él después de sufrir años de malos tratos. Soleto recuerda que este caso marcó un antes y un después en la consideración de esta forma de violencia. “El concepto de que los menores son víctimas se activó con este caso ante la inexistencia de un reconocimiento de la justicia hasta el momento”, sentencia.

“Te voy a dar donde más te duele”. Con estas palabras, Felipe Rascón amenazó el 24 de abril de 2003 a Ángela González, su exmujer, tras su separación. Esa misma tarde, el hombre asesinó a Andrea, la hija de ambos de siete años, en una visita permitida por un juez. González había huido del maltrato que él le infligía y había puesto hasta 48 denuncias para alertar del riesgo que corría la menor. La madre pleiteó durante 15 años hasta que el Tribunal Supremo le dio la razón y condenó al Estado a indemnizarla con 600.000 euros. El Comité de Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) señaló que España no actuó con la diligencia debida para evitar que el exmarido de González matara a la hija de ambos.

¿Cómo ha evolucionado este tipo de violencia?

En España desde el año 2013, momento en el que comenzaron a contabilizarse los datos de violencia machista, han sido asesinados por sus padres o las parejas o exparejas de sus madres 41 menores. De estos, 37 fueron asesinados por su padre biológico, lo que representa el 90,4% de los casos. Estas cifras ya incluyen la muerte de Olivia y la de Anna. No todos son ejemplos de violencia vicaria, puesto que no se considera así cuando el agresor mata a los hijos y también a la madre. La estadística oficial no diferencia unos casos y otros. Los años más trágicos fueron 2017, con ocho menores asesinados como víctimas de la violencia de género, y 2018, con siete, según la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género. En 2019 se registró una bajada, con tres víctimas mortales, que se mantuvo durante 2020, cuando estalló la pandemia del coronavirus. Este año el Gobierno contabiliza también a tres menores asesinados.

¿Están protegidas las mujeres y los hijos frente a esta violencia?

Desde hace dos años, el protocolo que se sigue en las comisarías cuando una mujer acude a denunciar un maltrato machista, el llamado sistema Viogen, incluye preguntas sobre el riesgo concreto que corren sus hijos. Sin embargo, no es habitual que las mujeres alcen la voz en los casos más graves: solo una de cada cinco asesinadas desde que el Gobierno comenzó el recuento en 2003 habían denunciado previamente a su agresor, según la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género.

Uno de los últimos cambios introducidos para proteger a los menores es la nueva redacción del artículo 94 del Código Civil publicada en el Boletín Oficial del Estado (BOE) el 4 de junio. La reforma, que entrará en vigor en septiembre, rechaza establecer un régimen de visitas respecto del progenitor que “esté incurso en un proceso penal” por violencia machista. Lorente afirma que la ley orgánica de protección integral a la infancia y la adolescencia, que entra en vigor el 24 de junio, puede ser un paso decisivo para proteger a los menores porque “prevé la formación de profesionales que detecten posibles síntomas de violencia en espacios donde los menores se expresan, como los colegios”. “Ahora lo más importante es ver cómo se aplica”, admite Lorente.

¿Qué falta por hacer?

Para la directora de la Fundación Mujeres, lo que urge es “que se cumpla la ley”. “Las recomendaciones de retirar visitas y custodia compartida están establecidas desde la ley de 2004 y se han reforzado a través de varios mecanismos, como la ley del menor y el estatuto de la víctima [ambos de 2015], pero sigue sin ser efectivas”, señala Soleto. La retirada de la custodia compartida representa el 4,38% de las medidas adoptadas en casos de violencia machista, según el Consejo General del Poder Judicial.

Lorente insiste en la importancia de establecer sistemas de detección y protección a mujeres y niños: “Se debería hacer un mayor seguimiento de los encuentros en custodias compartidas, pero también una supervisión en la escuela o guardería ante posibles síntomas”. Además, Lorente apunta la necesidad de educar y proteger con perspectiva de género y de menores: “Hay que abrir los ojos y mirar la realidad tal y como es. Si no, no vamos a conseguir cambiar nada”.


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