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Victoria Rosell: “La violencia machista está repuntando con la nueva normalidad”

La delegada del Gobierno contra la Violencia de Género advierte de que estamos en un momento “muy crítico”

Victoria Rosell
Victoria Rosell, delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, en una imagen del año pasado en el Ministerio de Igualdad.Jaime Villanueva
María Sosa Troya

Las últimas semanas han sido negras en España. En lo que va de año, 18 mujeres han sido asesinadas. En un mismo día, la expareja de una menor de 17 años confesó que la mató en Sevilla y se halló a mil metros de profundidad el cuerpo sin vida de Olivia, la mayor de las dos hermanas secuestradas en Tenerife por su padre. “No las vas a volver a ver”, había advertido el hombre a la madre de las niñas. Victoria Rosell, delegada del Gobierno contra la Violencia Machista (Murcia, 53 años), explica que las agresiones machistas han aumentado al volver la sensación de normalidad, tras suavizarse la pandemia, y alerta de un posible repunte en verano.

Pregunta. ¿Estamos asistiendo a un estallido de la violencia de género?

Respuesta. Podríamos decir que sí. La covid-19 es una pandemia sobre otra pandemia, la violencia de género. Al levantarse las restricciones, aflora la que había debajo. En 2020 hubo más violencia de control, pero menos violencia física y asesinatos, y ya dijimos que no podíamos lanzar campanas al vuelo, porque era una violencia contenida. Ahora está repuntando con la nueva normalidad, que era una normalidad machista.

P. ¿Temen que este repunte continúe?

R. Estamos en un momento muy crítico, esto está relacionado con el poder y la libertad relativa. La violencia machista es una situación de poder. Está muy bien que tengamos este sistema sanitario, que se esté vacunando a esta velocidad y podamos volver a la normalidad, pero a su vez que la disminución de la alerta por la covid no deje atrás la alarma por la violencia machista. Este verano todas las instituciones y toda la sociedad tenemos que estar muy pendientes de que, con el fin de las restricciones, en todas las fiestas, lugares de ocio, verbenas, no haya un repunte de violencia física y violencia sexual. Sería bueno que en cada fiesta local, con el dinero del pacto de Estado contra la violencia de género, que se ha duplicado para los Ayuntamientos, hubiera un punto violeta, al que puedan acudir las mujeres y donde se sientan seguras y se las pueda asesorar. Está en manos de todos que este verano no tengamos que lamentar un grave repunte de la violencia machista.

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SOCIEDAD 
Europa Press
Hallado en una bolsa en el mar el cadáver de Olivia, una de las dos niñas raptadas en Tenerife por su padre

P. ¿Este auge de casos en las últimas semanas es una respuesta a la polarización, al avance del feminismo por un lado, frente al aumento de posiciones negacionistas por otro?

R. Creo que hay algo de eso, un polo es el negacionismo machista, el otro polo es nuestro sistema constitucional, de la libertad y la igualdad de las mujeres. Hay una reacción del machismo y del patriarcado contra los avances del feminismo. Esta semana se publicó el gran avance que suponen la ley de infancia y la de apoyo a las personas con discapacidad, que prevén que un maltratador no puede ser un buen padre, prevén la suspensión del régimen de visitas no solo con sentencia y la orden de protección, sino también cuando un hombre está incurso en un procedimiento penal o cuando en un procedimiento de divorcio hay indicios de violencia. La primera reacción fue abogar por los derechos de esos hombres, aunque sean sospechosos de maltrato. Lo primero es proteger a esos niños y niñas. También se ha modificado la ley de violencia de género para incluir la violencia vicaria. Son avances que se están intentando oscurecer poniendo pegas muy propias del machismo.

P. ¿Qué es la violencia vicaria y cómo de común es?

R. Ocurre sobre todo cuando el hombre ya no tiene a su disposición a la mujer, porque esta se ha separado o divorciado o rehecho su vida sin él. A quien sí tiene a su disposición es a los hijos, y además los utiliza como meros instrumentos para golpear a la madre donde más le duele, o en el caso de los asesinatos, como dicen las propias víctimas, como dicen Itziar [Prats] y Ángela [González Carreño], convertirlas en muertas en vida. Ha existido siempre.

P. Quieren hacer daño a las madres, pero los niños son también víctimas, ¿cómo se puede mejorar su protección?

R. Precisamente con un enfoque de género y de infancia que permita comprender a todos los agentes implicados que son dos tipos de víctima del mismo proceso de violencia machista. Detrás del anuncio de “no las vas a volver a ver” o “te voy a golpear donde más duele” está implícito que es una sola violencia con diversas víctimas. Hay que desarrollar medidas que tengan esta perspectiva. En la valoración del riesgo hay que valorar no solo a la víctima, no solo al entorno, también a sus hijos e hijas, y desde luego también al agresor, y poner muchos más medios para las mujeres que no denuncian y para la infancia, que es víctima directa de la violencia que sufren sus madres.

P. La ministra dijo que harían un diagnóstico de los fallos en la protección de las mujeres y niños asesinados recientemente. ¿En qué se ha fallado?

R. Todavía hay que hacer ese diagnóstico y valorarlo con todas las instituciones implicadas, pero seguro que podemos mejorar la respuesta y, por lo tanto, el pacto de Estado, que además tiene que perdurar más allá de su vigencia inicial, más allá de 2022.

P. ¿De qué manera?

R. En el eje de detección, derivación y acompañamiento para las víctimas que no denuncian, que son la mayoría, cerca de un 80%, las que salen de la violencia mediante la separación o el divorcio. Y en esos procesos, aunque no sean procesos de violencia, debemos ser capaces de detectar la violencia y apartar a la infancia de este peligro, o si no protegeremos solo a las que denuncian. El sistema penal solo protege después de ocurrir el hecho, no puede prevenirlo, y, sin embargo, el sistema social de atención psicológica puede permitir hablar de violencia en los procesos civiles, no solo en los criminales. Es esencial mejorar el análisis del riesgo con mayor enfoque de género, y más datos y más valoración del agresor, de la víctima y de sus hijos. Y creo que ahora hay que hablar también del desarrollo de todas las medidas que contienen las leyes de infancia y de apoyo a las personas con discapacidad, de escucha y de protección de la infancia adaptada a ella, y como víctimas directas que son expuestas a la violencia de género.

P. Muchas madres se quejan de desprotección cuando denuncian violencia contra sus hijos: si actúan por su cuenta se les castiga, si esperan se arriesgan a que ocurra lo peor. ¿Qué hacer ante esta dicotomía?

R. La justicia también tiene que hacer una gran reflexión, urgentemente, sobre estos parámetros. Está imponiendo penas desproporcionadas. Hoy [por este viernes] hemos sabido que Juana Rivas se entregaba e ingresaba [en un centro de inserción social] para cumplir su pena, por no haber entregado a sus hijos, habiendo denunciado violencia, y sin duda con algún fallo institucional en su caso. No puedes penar a una mujer que no ha estado en paradero desconocido ni ha puesto a sus hijos en riesgo a años de cárcel y seis años de inhabilitación de la patria potestad. En España hay muchas víctimas del falso síndrome de alienación parental, que la ley de protección a la infancia descarta. A través de sistemas de la desobediencia se castiga de una manera desproporcionada a mujeres que no han querido afrentar a las autoridades, que es lo que es el delito de desobediencia, sino prioritariamente proteger a sus hijos, y pueden haber desobedecido algún término de una resolución judicial que no compartían, pero nunca han puesto en riesgo a sus hijos, y, sin embargo, está penado como si hubieran arriesgado sus vidas, cuando pretendían exactamente lo contrario.

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Sobre la firma

María Sosa Troya
Redactora de la sección de Sociedad de EL PAÍS. Cubre asuntos relacionados con servicios sociales, dependencia, infancia… Anteriormente trabajó en Internacional y en Última Hora. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y cursó el Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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