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El primer caso de ‘Me Too’ en Cuba saca los colores a la oficialidad

El trovador Fernando Bécquer fue condenado a prisión tras las denuncias de abuso de un grupo de mujeres. El caso, que inició a finales de 2021, ha tenido derivaciones políticas y un final inesperado

El trovador Fernando Bécquer, en una foto de archivo.
El trovador Fernando Bécquer, en una foto de archivo.RR. SS.

El primer caso de Me Too en Cuba se ha convertido en un culebrón delirante, con derivaciones políticas y un final inesperado. El acusado, un trovador oficialista de cuestionable talento llamado Fernando Bécquer, fue condenado el pasado mes de octubre a cinco años de “limitación de libertad” sin internamiento por abusos lascivos luego de ser demandado por varias mujeres. Las jóvenes lograron demostrar ante un tribunal de La Habana la culpabilidad del cantante, que utilizaba la pantalla de las religiones afrocubanas y la falsa brujería para presionar psicológicamente a sus víctimas y cometer los abusos.

El escándalo, que sacudió el año pasado las redes sociales y obligó a reaccionar a la oficialidad, comenzó en diciembre de 2021, cuando cinco mujeres denunciaron públicamente los abusos del trovador en la revista independiente El Estornudo, considerada por las autoridades un medio anticastrista enemigo. Ello, unido a las posiciones “revolucionarias” de Bécquer, hizo pensar que la cosa se diluiría y no llegaría a los tribunales.

Nada más publicarse el artículo de El Estornudo, Bécquer negó las acusaciones de abuso sexual y planteó su defensa en términos de patria o muerte. “Yo no creo nada, yo creo en la Revolución”, respondió al ser preguntado qué pensaba de las denuncias, hace justo un año. Algunos de sus compañeros de la nueva trova salieron entonces a defenderle, pero la mayoría calló dado lo embarazoso del caso. Igual hicieron las principales instituciones culturales y la poderosa Federación de Mujeres Cubanas (FMC), que se posicionó al lado de las víctimas pero con una extrema tibieza y sin mencionar por su nombre al trovador, pese a lo grave del asunto.

Durante varios meses, muy seguro de sí mismo y como si nada hubiera pasado, Bécquer siguió con su vida normal, compartiendo escenario con otros artistas, burlándose de lo sucedido en público y cantando en bares su repertorio, en el que se incluyen muchas canciones de contenido misógino e irrespetuoso con las mujeres. Sin embargo, alentadas por el artículo de El Estornudo, durante meses decenas de mujeres se unieron a la ola de denuncias y revelaron sus experiencias de abusos con el cantautor, que ha sido bautizado ya en las redes como “el trovabusador”.

La cosa creció y creció, y lo que muchos no creían que podía ocurrir, ocurrió. El pasado 18 de octubre, Bécquer fue llevado a juicio. En la vista oral, junto a las demandantes declararon numerosas mujeres que dijeron haber sufrido abusos similares de parte del trovador. El patrón de conducta era casi siempre el mismo. Bécquer (La Habana, 52 años) buscaba entre las seguidoras de la nueva trova a chicas muy jóvenes —a algunas les doblaba la edad— que estaban pasando un mal momento o eran especialmente vulnerables, y se ofrecía para hacerles una consulta espiritual y una “limpieza”, algo habitual en la religión afrocubana de la santería. Las solía invitar a su casa y una vez allí, amparado en su falsa brujería, les tiraba los caracoles para arrojar luz sobre su futuro y les decía que para satisfacer al santo con el que él estaba conectado debían masturbarle, o dejar que se masturbase frente a ellas mientras le acariciaban, para “botar todo lo malo” a través de su semen. Al parecer, las prácticas de Bécquer eran bien conocidas en el ámbito de los trovadores, pero muchos de sus compañeros se lo dejaban pasar.

La sentencia por “abusos lascivos” fue dada a conocer semanas después del juicio: cinco años de libertad limitada, sanción subsidiaria del Código Penal que posibilita al sancionado eludir la cárcel y extinguir su condena en casi completa libertad. La limitación de libertad solo es aplicable en penas no mayores de cinco años, y cuando “existen razones fundadas para estimar que la finalidad de la sanción puede ser alcanzada sin internamiento”, es decir, que el tribunal que dictó el fallo estimó que los abusos sexuales cometidos por Bécquer contra al menos seis mujeres podían ser enmendados con una sanción que no implicara la reclusión en prisión.

La sentencia fue reprochada duramente por organizaciones feministas y sectores críticos con el Gobierno en las redes sociales. Se dijo que a Bécquer se le “pasaba la mano” y se le perdonaba la cárcel por sus posiciones políticas, y aunque las víctimas también expresaron su desacuerdo, por otro lado mostraron su alegría por que hubiera quedado demostrada la culpabilidad del “trovabusador”. Y parecía que ahí terminaba la cosa.

A partir de entonces Bécquer mantuvo una actitud más discreta, y cuando ya todo el mundo pensaba que se iba a ir de rositas el caso experimentó un giro inesperado. A principios de este año, el trovador publicó en sus redes sociales la letra de dos canciones en las que estaba trabajando. Dos joyas. La primera dice en una de sus estrofas: “Yo quiero una feminista, pa calentarle la pista/ Pa revolcarme en su monte, pa que me grite machista”; la otra, de título Menéate con el negrón, habla de “vaginas tristes” y de “orgasmos rotos”, y entona: “Que si el acoso, que si el abuso, que si un con fuerza, que si el ultraje, tranquila mama tranquila, menéate con el negrón”.

Nada más conocerse las letras, el culebrón adquirió otra dimensión. La FMC emitió una dura declaración en la que afirmó que Bécquer, “lejos de mostrar respeto y arrepentimiento ante la justicia, actúa con total impunidad”, y Lis Cuesta, esposa del presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, también consideró que era “imposible tolerar insultos, agresiones y expresiones violentas contra niñas y mujeres” y exigió “tolerancia cero”. De inmediato Bécquer salió a pedir perdón a la FMC (no a las víctimas), pero ya era tarde. Dos días después, el Tribunal de Centro Habana revocó la sanción de limitación de libertad y ordenó su ingreso en prisión por tres años y cuatro meses, por considerar que el trovador había incurrido “en graves hechos que incumplen, de manera flagrante y notoria, los requerimientos de buena conducta y respeto a las normas de convivencia social, a que venía obligado”.

¿Final del culebrón? En realidad, no. El primer caso de Me Too cubano ha tenido consecuencias políticas, más allá de la condena de un abusador. Es la primera vez que una denuncia hecha a través de una revista independiente que el Gobierno considera “contrarrevolucionaria” acaba en un proceso legal, y con el supuesto “revolucionario” entre rejas. Nunca antes había sucedido algo así, ni tampoco las mujeres en Cuba habían logrado visibilizar los abusos contra ellas con tal contundencia. Más allá de eso, también se ha puesto en evidencia que la sociedad cubana cada vez reclama en voz más alta sus derechos. Tras ingresar en prisión, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) anunció que expulsaba de su seno al trovador. Y muchos se preguntaban estos días en las redes: ¿cómo es posible que esta institución oficial no expulsara a Bécquer en cuanto el tribunal dictó sentencia? ¿Si no hubiera entrado a la cárcel por sus últimas letras, seguiría siendo considerado miembro de la UNEAC? ¿Por qué la FMC no criticó abiertamente desde el primer momento la condena de “limitación de libertad”, y tuvo que esperar a que con sus más recientes canciones el trovador sacara los colores a la oficialidad?

El prestigioso actor cubano Luís Alberto García iba más allá en Facebook: “Espero que todos los que le pasaron y le pasan aún el brazo por los hombros, sus apañadores… y los que tuvieron toda la manito blanda al condenarle con una sentencia que mueve a risa, se sientan ahora tan culpables como él. Los ha hecho quedar a todos como el culo”.

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