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Familias rotas y estigma social: el zarpazo del ébola golpea Uganda

El país africano lucha contra una epidemia que ha causado 56 muertos y graves daños en el turismo. El Gobierno prevé levantar la alerta en los próximos días

Ebola Uganda
Reparto de comida el pasado 1 de noviembre en un campo de fútbol del distrito de Mubende (Uganda) entre los afectados por las restricciones impuestas por el Gobierno para evitar la propagación del ébola.Hajarah Nalwadda

La escuela God’s Will (La voluntad de Dios) está muy al sur de Kampala Road. Esta arteria central de la capital de Uganda separa los lujosos barrios, en las colinas del norte, de los suburbios del sur, hacinados contra el lago Victoria. En una de esas barriadas, Masanafu, se encuentra este colegio de primaria al que asisten 650 alumnos de cinco a 15 años. Uno de ellos, Isaiah Ssebiranda, de 12, murió por ébola el pasado 26 de octubre. La epidemia había agujereado la trinchera sanitaria que el Gobierno había intentado levantar alrededor de la capital del país. “El chico no se infectó en el colegio. Le contagió un vecino, que acababa de llegar de Mubende, la zona cero del ébola”, asegura Lwanga Stefohem, el director de la escuela, sentado en un pupitre de un aula vacía.

Un mes después, el Gobierno cerró todas las escuelas del país, adelantando dos semanas las vacaciones de Navidad. Era una medida a la desesperaba para contener un nuevo brote de una epidemia que azotaba algunas zonas del país desde finales de septiembre. “Cuando el niño dijo que se encontraba mal, creíamos que era covid y lo llevamos a una clínica. De ahí lo mandaron a casa con medicación para una úlcera”, se lamenta Stefohem. Al día siguiente, le ingresaron en el centro de aislamiento para infectados de ébola en Entebe, a 30 kilómetros de la capital. Isaiah falleció cuatro días más tarde. De los seis miembros de su familia, solo la madre dio positivo y murió al cabo de una semana.

Fred Ssebiranda tiene 43 años y lleva la tragedia esculpida en el rostro. En cuestión de días perdió a su esposa y al menor de sus cuatro hijos. Por primera vez habla con un medio de comunicación. Lo hace en la escuela, para evitar las miradas de rechazo de sus vecinos. “Mi mujer tenía un dolor insoportable, sobre todo en un costado. Había perdido todas sus fuerzas y no podía valerse por sí misma. Empeoraba por momentos. Estábamos en diferentes centros de aislamiento. Ella en Entebe y yo en Mulago, aquí en Kampala. La última vez que hablé por teléfono con ella fue alrededor de la medianoche. Falleció a la mañana siguiente”.


El hijo pequeño y la esposa de Fred Ssebiranda han muerto por ébola. Ssebiranda, pastor evangelista, posa la semana pasada en el colegio donde estudiaba el hijo en Kampala.
El hijo pequeño y la esposa de Fred Ssebiranda han muerto por ébola. Ssebiranda, pastor evangelista, posa la semana pasada en el colegio donde estudiaba el hijo en Kampala.Sonsoles Meana

Fred es pastor pentecostal y se agarra a su fe para sobrellevar el drama. “Lo peor fue el entierro, sobre todo el del chico. Lo sepultaron de noche y eso en nuestra cultura está prohibido. Y, además, lo enterraron a medias. Pusieron un tablón encima del cadáver y dejaron la tierra amontonada. Se fueron sin terminar su trabajo, dijeron que tenían prisa porque estaban enterrando hasta cuatro cadáveres cada día”.

Leyenda negra

En la lista de las enfermedades malditas, el ébola tiene su propia leyenda negra. Aunque el periodo de incubación es de tres semanas, los cuatro miembros de la familia Ssebiranda se sienten unos apestados. ”Mis tres hijos y yo estamos estigmatizados. En mi barrio, los vecinos todavía creen que estamos infectados. Las semanas siguientes a la muerte de mi mujer y mi hijo pequeño, la iglesia donde predico se quedó vacía. No venía nadie a los oficios. Ahora ya se empieza poco a poco a recuperar la asistencia de feligreses los domingos”.

El primer brote de la epidemia apareció el 20 de septiembre pasado, con la muerte de un joven en Mubende, una ciudad de unos 125.000 habitantes, situada a 120 kilómetros al oeste de Kampala. El Gobierno declaró de inmediato la epidemia y puso en cuarentena a los distritos de Mubende y Kasanda. El último balance provisional es de 56 muertos. El Ejecutivo ugandés intenta amortiguar la repercusión negativa del brote en el turismo. Ha prohibido a la prensa internacional el acceso a los dos distritos en cuarentena.

Centro de aislamiento en la ciudad de Madudu, en el distrito de Mubende (Uganda), a principios de noviembre.
Centro de aislamiento en la ciudad de Madudu, en el distrito de Mubende (Uganda), a principios de noviembre.Hajarah Nalwadda

Christine Nyangoma, una superviviente del ébola en Mubende, cuenta su experiencia por teléfono. Nyangoma tiene 30 años y tres hijos. El cuarto está en camino. Se contagió haciendo la limpieza en el centro de aislamiento de infectados de esta ciudad. “Estaba embarazada de cinco meses y fui al hospital para una revisión rutinaria. Todavía no sabía que tenía ébola. Sentía un malestar permanente, pero mi marido y algunos vecinos lo achacaban a las náuseas habituales de las mujeres embarazadas. Tenía síntomas de malaria, dolor de cabeza, piernas y espalda. Me picaba todo. Esta enfermedad ataca a todo el cuerpo y sientes como si alguien te estuviera perforando la cabeza”.

La desesperación ante una epidemia que se ha extendido ya por cinco distritos del país, está provocando que mucha gente recurra a la medicina tradicional. La situación es de tal gravedad que el propio presidente, Yoweri Museveni, se dirigió a la nación en un mensaje televisado, el pasado 15 de noviembre, para recordar la prohibición de recurrir a los curanderos y a la brujería como remedio al ébola. “La gente debería entender que esta enfermedad es real y letal”, cuenta desde su casa Nyangoma, ya curada y a la espera de dar a luz. “Fui testigo de cómo personas que, estando al borde de la muerte, se volvían locas, se disfrazaban como brujos, sentados al sol y hablando en lenguas desconocidas. El ébola tiene tales efectos que muchas personas asumen que están embrujadas”.

Refugiados

Esta epidemia está siendo un caldo de cultivo para algunos ritos tradicionales africanos. Once miembros de un clan murieron por ébola al exhumar un cadáver infectado para enterrarlo cumpliendo su ritual sagrado. “Informamos a la gente de que cuando una persona muere por ébola, su cadáver sigue siendo extremadamente contagioso”, comenta Wilson Kyeya, portavoz de la Asociación en defensa de la medicina tradicional de Uganda.

Los datos avalan que la estrategia gubernamental está dando resultados: desde el 30 de noviembre no se han anunciado nuevos casos. El Gobierno pretende levantar la alerta en los próximos días, pero algunas organizaciones médicas, como Médicos sin Fronteras (MSF), son más cautas y aconsejan esperar a mediados de enero.

Una fuente del sistema médico ugandés aporta un dato revelador para explicar el éxito del frente antiébola. “Han trabajado a la desesperada contra la cepa sudanesa. Creo que han recurrido a las reservas de los antivirales contra el SIDA y están funcionando”, explica el doctor Kassem Abboud. La Organización Mundial de la Salud envió el jueves pasado a Kampala 1.200 vacunas, que se van a suministrar en fase de prueba, dentro de un ensayo clínico contra la cepa sudanesa que infecta a parte del país que ha sido bautizado como Tokomeza (‘eliminar’ en swahili) ébola.

Uganda es un país clave en la región de los grandes lagos. Rodeado de vecinos inmersos en largas guerras olvidadas, como el Congo o Sudán del Sur, mantiene una política migratoria de brazos abiertos. Acoge a más de 1,3 millones de refugiados, una de las mayores concentraciones de todo el continente. Por eso, el brote del ébola activó las alertas de la comunidad internacional.

“Las previsiones iniciales del gobierno ugandés sobre la magnitud de la epidemia fueron a la baja”, explica un diplomático en Kampala que pide mantenerse en el anonimato. “Pero cuando el virus llega a la capital, la comunidad internacional se alarma y ofrece una ayuda 10 veces superior a la presupuestada por el Gobierno. Los principales donantes, es decir la ONU y la OMS [Organización Mundial de la Salud], optan por engrasar a los grandes operadores de catástrofes sanitarias, como Unicef, Cruz Roja y MSF. En esta crisis se pueden estar gastando hasta 40 millones de euros. La epidemia se va a prolongar hasta enero que viene”.

Imagen tomada la semana pasada en el centro de Kampala (Uganda).
Imagen tomada la semana pasada en el centro de Kampala (Uganda).Sonsoles Meana

Bullicio en la capital

A pesar del ébola, Kampala no renuncia al bullicio diario. A falta de transporte público, miles y miles de motos han tomado la ciudad e imponen su ritmo delirante. El Mundial de fútbol convoca a la gente en las terrazas de los bares, sin permitir que la epidemia paralice su vida. “Con el brote de ébola de hace nueve años en Africa del Oeste yo me enfadaba porque tuve cancelaciones en Etiopía, en la otra punta del continente”, comenta en un café de moda de Kampala Toni Espader, turoperador español. “En este brote estamos teniendo muchas anulaciones, pero aún así no está siendo ruinoso. En general, después de la covid los turistas son menos miedosos, han relativizado los riesgos de contagio”.

Los empresarios y trabajadores españoles en Uganda son escasos. Uno de ellos es el ingeniero industrial Ignacio Vega, ocupado en la construcción de una planta fotovoltaica en Mubende. “En cuanto me enteré del ébola, esperé un par de días viendo cómo evolucionaba la situación y, como vi que el número seguía creciendo, me cogí las maletas y me fui a Kampala. En Mubende estaba viviendo en un hotel. Cuando empezó el ébola estaba lleno y ahora está vacío. Han tenido que despedir a muchos trabajadores”, cuenta.

Esta es la tercera vez que el ébola le da un zarpazo a Uganda. El padre Fred Ssebiranda, pastor evangelista que ha perdido a su mujer y a un hijo, tiene una fecha para el recuerdo. El próximo 7 de enero va a oficiar una ceremonia religiosa en homenaje a las víctimas de la epidemia. Sabe que si ese día su iglesia se llena de feligreses, Uganda habrá superado el ébola y él habrá vencido a la mala sombra de su estigma.

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