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La mortalidad en España vuelve a cifras normales tras un verano extremo

La caída de los decesos en septiembre, unida a la bajada de temperaturas, señala al calor como el máximo responsable del récord de muertes registrado entre junio y agosto

Entierro de una persona fallecida por covid en el cementerio de La Almudena de Madrid.
Entierro de una persona fallecida por covid en el cementerio de La Almudena de Madrid.Olmo Calvo
Pablo Linde

Durante este verano meteorológico (junio, julio y agosto) murieron en España 21.355 personas más de lo que era esperable. Ese fue el exceso de mortalidad, que cifra el incremento de los fallecimientos sobre los previstos en una determinada época y que ha batido récords en el periodo estival. Las cifras han caído drásticamente en septiembre. A falta de consolidar los datos, el MoMo (el sistema de monitorización de la mortalidad diaria por todas las causas) del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) ha arrojado un exceso de 434, lo que sigue estando algo por encima de la media de ese mes, pero ya entra dentro de los parámetros habituales.

Esta brusca caída contribuye a despejar una incógnita que planteaban las estadísticas del verano, que solo atribuían al calor 4.663 de esas muertes. Y no más de un 20% (probablemente menos, como se verá más adelante) se podían explicar directamente por la covid. Pero había una mayoría de decesos que, sobre el papel, no tenían una causa clara. La vuelta a cifras más normales con la caída de las temperaturas refuerza la principal hipótesis que tenían muchos investigadores, como el experto en salud y clima Hicham Achebak: las infrecuentes olas de calor del verano están, directa o indirectamente, detrás de la mayoría del exceso de muertes y el algoritmo del MoMo (que no se basa en un recuento, sino en un cálculo) probablemente no está preparado para temperaturas tan extremas durante tanto tiempo.

Es la explicación que asumen en el propio ISCIII. Amparo Larrauri, responsable de la Unidad de Vigilancia de Gripe y otros virus respiratorios del Centro Nacional de Epidemiología, explica que el MoMo hace un cálculo del exceso teniendo en cuenta las series de mortalidad y temperatura de los 10 años precedentes. “En ese tiempo no habíamos tenido una ola de calor de semejantes características por su intensidad, repetición y días consecutivos”, señala. El modelo, explica, no tiene en cuenta factores como la situación sanitaria derivada de la pandemia, la sociosanitaria o la crisis energética, que hace que mucha gente tenga menor acceso la refrigeración en sus casas, lo que puede tener como consecuencia un aumento de los fallecimientos. Nunca había coincidido un periodo de tanto calor con una situación como la actual, lo que puede dar lugar a que se potencien los efectos.

Larrauri también apunta que para sus cálculos el MoMo computaba las temperaturas máximas, pero no las mínimas, que este año también han batido récords: “Es lo que hace que muchos hogares estén sometidos a temperaturas muy altas durante mucho tiempo”.

La temperatura es, de forma directa o indirecta, el mayor disparador de la mortalidad si no hay pandemias de por medio. En España, covid aparte, suele seguir un patrón: picos en los meses de invierno, una disminución durante la primavera para repuntar ligeramente de nuevo en verano y volver a caer en septiembre. Las temperaturas extremas, al alza o a la baja, ayudan a descompensar la salud de las personas más débiles (en general las muy mayores) y las más vulnerables desde el punto de vista socioeconómico, que son las que tienen menos recursos para protegerse tanto del calor como del frío.

La covid alteró estos patrones, especialmente durante el primer año. Ahora sigue matando a decenas de personas al día, pero como señala Larrauri, las estadísticas oficiales seguramente sobredimensionan su letalidad, ya que incluyen tanto personas que mueren por covid (cada vez mayores y con más comorbilidades previas) con las que fallecen con covid, es decir, que dieron positivo en un test, pero en las que el virus no fue el principal responsable del deceso. Avanzado el tercer año de pandemia, es un indicador que todavía no se ha afinado.

Pero, en mayor o menor medida, el coronavirus es, probablemente, junto al calor que también se ha registrado en los primeros compases de septiembre, el que ha ocasionado que este mes también esté por encima de la media de mortalidad. En términos del Euromomo, que mide esta estadística en toda la UE, hemos pasado de un exceso “muy alto” (rozando el escalón máximo) en verano a uno “moderado”, cerca del nivel mínimo.

Pero estas explicaciones no anulan por completo otras hipótesis sobre la subida de la mortalidad estival, en opinión de Salvador Peiró, director de investigación de la fundación Fisabio. Se han barajado sobre todo efectos indirectos de la covid: la saturación del sistema, la falta de revisiones puntuales en pacientes crónicos, la disminución de cribados de cáncer cuyas consecuencias podían estar ahora aflorando... Aunque puede que haya algo de todo esto, la repentina subida de la mortalidad en verano y su abrupta bajada en septiembre le restan peso. “Yo diría que los datos sugieren que la ola de calor ha tenido un papel más importante del atribuido por el modelo MoMo. Pero esto no quiere decir que todo el exceso de mortalidad sea por el calor. Además, podría haber interacciones entre calor y otras posibles causas, amplificando indirectamente el efecto de unas y otras”.

Existen estudios que apuntan un incremento de la mortalidad cardiovascular en los meses siguientes tras sufrir la covid. “Muy especulativamente”, señala Peiró, “el calor (que inicialmente actúa a través de la deshidratación, incrementando riesgos cardiovasculares, cerebrovasculares, renal…) podría incrementar el riesgo de muerte cardiovascular postcovid (o vicerversa, el postcovid aumentar el riesgo de muerte atribuible al incremento de temperaturas)”.

Mejorar el sistema de cálculo

Pero para saber las causas de mortalidad exactas de estos meses habrá que esperar a mediados del año que viene. El MoMo es un mero cálculo y es el Instituto Nacional de Estadística el que, con considerable retraso, pone fechas a las enfermedades causantes de los decesos y en qué proporción. Pero, ni siquiera entonces, el misterio quedará del todo resuelto. “Incluso cuando veamos las causas de muerte no sabremos muy bien como interpretarlas. La clasificación internacional de enfermedades, diseñada por sistemas orgánicos, no está pensada para buscar factores comunes (en muchos casos fisiopatológicos) entre diferentes causas de muerte”, añade el epidemiólogo.

En lo que ya trabaja el ISCIII es en seguir mejorando el cálculo del MoMo. Larrauri cuenta que se irá ajustando teniendo en cuenta veranos como este y que ya están añadiendo otras variables para que sea más preciso. “Estamos muy contentos de tener un modelo que nos aporte las muertes atribuibles a la temperatura, pero creemos que es susceptible de mejora, y vamos a intentarlo. MoMo mejorará sobre todo con el paso del tiempo, cuando tengamos muchas series en los que se hayan dado circunstancias que se puedan comparar, como pueden ser la pandemia o la crisis energética… Un exceso como el de este verano ha tenido probablemente muchos factores contribuyentes, y el calor ha sido uno muy importante”.

El fenómeno no ha sucedido solo en España, y se ha extendido a buena parte de Europa, que también ha vuelto en septiembre a la normalidad. En uno de los países que más exceso sufrió, Reino Unido, se especulaba con una bajada en la calidad asistencial. “Ahora que han pasado a defecto de mortalidad, sensatamente, nadie especula con que desde que han tirado a Boris Johnson los servicios sanitarios han pasado a funcionar bien y ya no hay esperas ni crónicos mal manejados”, ironiza Peiró.


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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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