Objetivo: proteger a los mayores del segundo ataque del virus de la varicela
Las comunidades inmunizan por primera vez a los nacidos entre 1942 y 1957 frente al herpes zóster, una enfermedad muy dolorosa que causa 4.000 hospitalizaciones y 20 muertes al año. La escasez de dosis obliga a dejar fuera a las personas de más de 80 años
Carme Guilló, de 74 años, se estaba reponiendo de una molesta lumbalgia cuando el herpes zóster anunció su llegada con unos “pinchazos de dolor insoportables” en el pecho que fueron extendiéndose hacia la espalda. “Son como unos latigazos que te hacen gritar aunque estés sola en casa. Me pasé un mes casi sin atreverme a salir. Mi problema es que de eso hace cuatro meses, el herpes ha pasado y el dolor continúa. Me han dicho que sufro de neuralgia postherpética, que es una complicación frecuente”, cuenta esta jubilada que trabajó para la Universidad de Barcelona.
Unos 60.000 españoles sufren cada año el azote del herpes zóster, una enfermedad que infecta terminaciones nerviosas y se desarrolla con un doloroso sarpullido en la piel. La causa el mismo virus que provoca la varicela en niños y está detrás de 4.000 hospitalizaciones y una veintena de muertes en España, según un informe elaborado por investigadores del Instituto de Salud Carlos III. Aunque la enfermedad puede producirse en cualquier momento de la vida —e incluso sufrirla más de una vez—, “son las personas con el sistema inmunitario debilitado, por la edad o por otras enfermedades, las que tienen más riesgo de sufrirla”, explica Josefa Masa-Calles, coordinadora del estudio e investigadora del Centro nacional de Epidemiología.
Las comunidades autónomas están poniendo ahora en marcha los dispositivos para desplegar la vacunación frente al herpes zóster entre los mayores españoles. La recomendación, aprobada en marzo de 2021 por la Comisión de Salud Pública —formada por el Ministerio de Sanidad y las comunidades—, se ha visto ralentizada por dos razones: la escasa disponibilidad de vacunas en el mercado y su elevado precio (las comunidades están comprándolas por entre 120 y 150 euros la dosis).
En primer lugar, se ha priorizado en el último año en toda España a los colectivos en mayor riesgo: adultos que han recibido un trasplante, algunos enfermos de cáncer y otros pacientes inmunodeprimidos. En una segunda fase, que empieza ahora, la población a inmunizar cada año son quienes cumplan 65 años (nacidos en 1957), en primer lugar, y también a los que lleguen a los 80 (en 1942). El objetivo es que, con el paso de los años, todos los mayores de 65 en España estén protegidos. Pero la estrategia es gradual y hay grupos que se quedan fuera. Para algunos, los que tienen más de 65 años y menos de 80, será de forma transitoria, hasta que les llegue el turno. A los mayores de esta edad, sin embargo, no está previsto vacunarlos.
“Son decisiones con las que se intentan maximizar los beneficios teniendo en cuenta la limitación de dosis, los recursos disponibles y el balance coste-beneficio. En el debate, que tiene un componente ético, se tienen en cuenta factores como los estudios epidemiológicos, demografía, esperanza de vida....”, relata Josefa Masa-Calles.
La vacuna elegida por su eficacia y seguridad en España se llama Shingrix, de la farmacéutica GlaxoSmithKline (GSK), que está aprobada para adultos mayores de 50 años (de 18 en los colectivos de riesgo) y se administra en dos dosis separadas por dos meses. Según la compañía, “aunque hasta el año pasado la disponibilidad de dosis en España era limitada, desde el pasado mes de enero, GSK garantiza el suministro de todas las dosis que sean requeridas por las autoridades autonómicas para los programas de vacunación”. Además, “desde el pasado 1 de mayo del 2022, la vacuna está disponible en oficinas de farmacia” para aquellas personas a las que su médico se la prescriba y asuman pagarla de su bolsillo. El precio por dosis en este caso es de 217,52 euros.
Vacunas diferentes
Aunque causadas por el mismo virus, la varicela y el herpes zóster son dos enfermedades distintas y, por tanto, requieren vacunas diferentes. “La varicela es una infección sistémica que solo suele pasarse una vez. Pero cuando nos curamos, el virus no desaparece completamente del organismo, sino que queda latente en el interior de algunas células de los ganglios nerviosos. El sistema inmunitario evita que vuelva a producir una infección sistémica, pero si sufrimos una bajada de las defensas, el virus puede reactivarse extendiéndose por las terminaciones nerviosas. Por eso es tan dolorosa”, explica África González, catedrática de inmunología en el Centro de Investigaciones Biomédicas (CINBIO) de la Universidad de Vigo. Esto hace que el herpes zóster no sea contagioso, ya que para sufrirlo se debe haber pasado la varicela antes. Pero una persona que nunca haya estado expuesta el virus sí puede contraer esta segunda enfermedad si entra en contacto con cualquier paciente de alguna de las dos dolencias.
La vacuna de la varicela produce una respuesta inmunitaria que previene la enfermedad. En España fue introducida en el calendario vacunal en 2005, aunque solo para adolescentes que no hubieran pasado de niños la enfermedad de forma natural. El objetivo era evitar que la contrajeran de adultos, cuando la varicela es más severa y el riesgo de complicaciones se multiplica. En los años siguientes, varias comunidades adelantaron la vacuna al primer año de vida, algo que se generalizó para toda España en 2016. Gracias a ello, los casos han caído en más de un 95% en una década (de unos 400.000 al año a unos pocos miles actualmente).
“La vacuna frente al herpes zóster es distinta. Cuando tú tienes un virus dentro de una célula, los anticuerpos no son efectivos. Necesitas la respuesta celular, linfocitos T que maten las células infectadas. Y este es el tipo de respuesta inmunitaria que se deteriora con la edad y que necesitamos reforzar. Esta vacuna lo hace gracias a unos adyuvantes que mantienen el virus bajo control”, precisa África González
La Comunidad de Madrid empezó en mayo a inmunizar a las personas nacidas en 1957 y en 1942. La forma de hacerlo es a través de las citas o revisiones ya programadas, en las que se ofrecerá la vacuna a los pacientes. Cataluña acaba de iniciar la misma estrategia, mientras Asturias y Castilla-León han empezado solo por quienes tienen 65 años.
Andalucía aún está centrada en la vacunación de los grupos de riesgo y tiene previsto ampliar la inmunización a personas mayores “en función de los objetivos alcanzados y la disponibilidad de dosis”. Aragón tiene previsto dar este paso “cuanto antes”, al igual que la Comunidad Valenciana.
Baleares, Cantabria, Castilla-La Mancha, Extremadura, Galicia, País Vasco, Murcia y Navarra empezarán la vacunación de las personas de 65 años “el año que viene” o están planificando hacerlo. La Rioja y Canarias no han informado a este diario de sus intenciones.
Ana Pilar Javierre es médico de familia en el centro de salud de Goya (Madrid). “El herpes zóster es una enfermedad que vemos a menudo en la consulta. Vulgarmente se la conoce como la culebrilla por la forma en la que la erupción cutánea se extiende por la piel siguiendo las terminaciones nerviosas. Los pacientes se quejan de un dolor muy intenso y eso se debe a que el virus afecta al nervio, lo que provoca una gran sensibilidad. Algunos dicen sentir como descargas eléctricas, otros como si les apagaran cigarrillos en la piel...”, explica.
Posibles complicaciones
El tratamiento habitual es con antivirales (hay varios). “Deben tomarse en las primeras 72 horas tras la aparición de la lesión cutánea para acortar la duración de la fase aguda, aunque lo que no hemos observado es que estos fármacos logren reducir el riesgo de complicaciones”, añade esta facultativa. Una complicación común si no se toman precauciones son las infecciones bacterianas en el sarpullido que el herpes zóster causa en la piel. Para evitarlo, se administran “soluciones de sulfato de cobre o zinc de uso tópico”.
Pero la más frecuente de las complicaciones es la neuralgia postherpética, que se produce cuando las fibras nerviosas afectadas por el virus siguen doliendo mucho tiempo después de que este las haya infectado. La llegan a sufrir hasta el 20% de los pacientes, incluso más entre los más mayores. “No existe una cura, el tratamiento es sintomático para aliviar el dolor. Utilizamos fármacos como la gabapentina, pregabalina… y en algunos casos un anestésico tópico, la lidocaína en parches”, explica Ana Pilar Javierre, que también es miembro del grupo de trabajo de vacunas de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SEMFYC).
A Carme Guilló su médico le ha recetado pregabalina y los parches de lidocaína. “Con esto al menos consigo dormir algo mejor, aunque sigue siendo bastante duro. Ahora estoy a la espera de que en la clínica del dolor intenten bloquearme los pinchazos que sufro con una pequeña intervención en la columna”, cuenta.
La enfermedad también provoca otras complicaciones más graves, aunque poco frecuentes, cuando afecta a los nervios de la cara y llega al oído o al globo ocular. En estos casos, puede provocar una pérdida de visión y audición irreversible. La mortalidad asociada al herpes zóster suele producirse en personas con graves problemas de salud asociados.
Francisco Tarazona, vocal de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) destaca “el importante impacto que el herpes zóster tiene sobre la funcionalidad, el estado psicológico y la calidad de vida de muchas personas mayores”, por lo que considera la extensión de la vacuna una buena noticia “ya que permitirá reducir de forma importante el número de casos”. Este especialista insta a las comunidades “a establecer calendarios vacunales en el adulto mayor, como ya tienen algunas, pero no todas, para evitar los efectos nocivos de enfermedades potencialmente lesivas en este grupo de edad”.
El hecho de que el mismo virus cause dos enfermedades obliga a tener en cuenta el impacto que la vacunación contra una de ellas pueda tener en la otra. Esto ha provocado en los últimos años un debate sobre la conveniencia de la vacuna de la varicela en los niños. “Los partidarios defienden que con la vacuna se evitan las infecciones en la infancia y, por tanto, además de reducir la carga de esta enfermedad, a la larga los mayores ya no tendrán el virus latente y no se producirán casos de herpes zóster. Los detractores, por su parte, argumentan que al disminuir mucho la circulación del virus, los mayores que sí lo tienen pierden el refuerzo natural que les suponía ir entrando en contacto con él a lo largo de la vida, lo que puede aumentar la cantidad y gravedad de los casos de herpes zóster en los próximos años”, resume Josefa Masa-Calles.
Esta experta considera, sin embargo, que aún faltan muchos años para poder corroborar cuál de estas hipótesis acabará confirmándose, ya que la gran mayoría de los mayores de 20 años en España han pasado la varicela de niños y faltan décadas de estudios para obtener resultados fiables. De momento, según las recomendaciones de vacunación vigentes en España, “no se ha observado un incremento significativo en la incidencia del herpes zóster en la población adulta en Navarra”, la primera comunidad que universalizó la vacuna de la varicela hace 15 años.
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