¿Se sigue llevando la mascarilla?
Continúa siendo obligatorio llevar el cubrebocas en el transporte público y otros servicios de vehículos con conductor, como también en centros sanitarios y sociosanitarios. Pero cada vez es más común ver a personas que no lo hacen
El uso de la mascarilla sigue siendo obligatorio en todo tipo de transporte público, así como en taxis, Ubers, Bolts y los otros servicios de vehículos con conductor habidos y por haber. La norma no ha cambiado desde abril, cuando se decretó el fin del cubrebocas en la gran mayoría de los interiores, excluyendo los centros sanitarios (hospitales, farmacias o centros de salud) y sociosanitarios (residencias). Sin embargo, son cada vez más las personas que se suben al metro con la mascarilla por la barbilla o directamente sin ella. ¿Por qué? “Todo el mundo tiene la sensación de la pandemia se ha acabado”, explica Óscar Zurriaga, vicepresidente de la Asociación Española de Epidemiología. “La covid ha pasado a un tercero o cuarto plano”, y con ella el uso de la mascarilla, añade el experto.
“En general, la gente cumple muy poco con la norma”, resume Zurriaga. “Realmente solo la llevan aquellos que están en una situación de vulnerabilidad, por su edad, porque tienen otras enfermedades o porque viven con personas en riesgo. El resto ha ido dejando de hacerlo”. El epidemiólogo explica que “la población está muy cansada” y “tiene ganas de olvidarse” de la covid. Zurriaga apunta que incluso se ha llegado a un punto en el que se juzga a las personas que optan por llevar la mascarilla: “Lo habitual ahora es oír a la gente decir, ‘no te preocupes, no te la pongas, no hace falta”.
¿Es el momento de prescindir de las mascarillas en interiores? “Es verdad que un gran porcentaje de la población está vacunada, que estamos en una bajada de casos de la última oleada y que los casos son cada vez más leves”, reconoce el especialista. Según los datos publicados por el Ministerio de Sanidad este viernes, la incidencia acumulada en mayores de 60 años (la única que se mide ahora) es de 195 casos por 100.000 habitantes en 14 días, la más baja en lo que va de año. Pero el epidemiólogo insiste en que eliminar la obligatoriedad de las mascarillas haría que se dispararan los contagios. “Y cuanto más alta sea la transmisión, la proporción de casos graves y fallecimientos se incrementará”, advierte. Por tanto, “hay lugares donde la mascarilla sigue siendo completamente imprescindible”, apunta el especialista.
Jaume Sellarès, vicepresidente del Colegio Oficial de Médicos de Barcelona, cuestiona que su uso sea obligatorio en farmacias y no en otros establecimientos comerciales. “¿En un sitio nos contagiamos más que en otros?”, plantea. Defiende mantener el cubrebocas para evitar la transmisión del virus y señala los espacios cerrados como los “de más riesgo”. Zurriaga va más allá y define el transporte público como “un nido de transmisión” por darse en espacios cerrados, con poca ventilación y alta densidad de pasajeros.
Diferencia entre autobus y metro
En el transporte público de Madrid, se nota la diferencia entre los autobuses y el metro. En los buses, la gran mayoría de las personas lleva su mascarilla puesta y bien colocada. En el metro, no tanto. Es de esperar, puesto que para acceder al autobús, los pasajeros tienen que pasar primero por el conductor, quien suele exigir que se lleve la mascarilla. “Un conductor de autobús puede decirle a un pasajero: ‘o se pone la mascarilla o el autobús no se mueve’. En el metro eso es imposible”, explica un jefe de sector del metro de Madrid.
Los taxistas del centro de Madrid coinciden en que la mayoría de los pasajeros que recogen no se ponen la mascarilla. Algunos ya se han resignado ante esta realidad y ni la piden cuando alguien se monta en su coche sin ella. Este es el caso de Paco, taxista de 57 años. Aparcado la mañana de este miércoles en la parada de la plaza de Lavapiés, se asoma por la ventanilla de su coche y cuenta que “mucha gente se sube al taxi y directamente no tienen mascarilla”. “Ni han pensado en que se la tendrían que poner, así que no la han traído”, añade. “A este punto, no hay mucho que uno pueda hacer. Algunos se la ponen y otros no. Es así”, dice. Por su parte, Ana García, de 55 años, se niega a transportar a personas que no quieran ponerse una mascarilla. Ella lleva una FFP2 puesta y en la guantera de su coche, un paquete recién abierto de mascarillas quirúrgicas. Muestra la caja de cubrebocas y dice: “Estas son para los pasajeros”. “Yo siempre les pido que se la pongan y hay algunos que hasta se bajan del coche por no ponérsela”, relata.
En Barcelona, un trayecto de cercanías entre la capital y Sabadell, de poco más de media hora de duración, permite contabilizar más personas sin mascarilla que con ella. “Llega un punto en que te resignas y dejas de pedir su uso”, admite un trabajador de Renfe. “Al principio la gente era más consciente, pero ahora te encuentras a gente que pasa de ti o que responde mal”. Tampoco ayuda el desconocimiento de los turistas, que llegan a Cataluña sin saber las regulaciones sanitarias. Grace, una londinense que espera en el andén de la estación de plaza Cataluña, no la lleva porque en Londres no es obligatoria. “Desconocía que tenía que ponérmela”, responde. “En mi ciudad es una recomendación, pero yo no la acostumbro a llevar y nadie me dice nada”.
En el mismo tren esperan subirse Cinta y Maria, dos hermanas de 73 y 76 años que llevan la mascarilla FFP2 bien puesta. “Somos la excepción”, dicen, señalando un grupo de jóvenes donde la mayoría de rostros están descubiertos. “Nosotras estamos más tranquilas con la mascarilla porque ya somos mayores”, ríen. Cinta pasó la covid hace meses y estuvo unos días con fiebre, dice, y prefiere no repetir la experiencia: “Nos podemos infectar en muchos sitios, pero aquí debajo tenemos más posibilidades. Seguiremos con ella puesta, aunque la gente la lleve menos”.
La situación en las residencias
Los cubrebocas siguen siendo obligatorios en centros sanitarios, como hospitales, centros de salud o farmacias, y sociosanitarios, incluyendo las residencias de personas mayores. En estos últimos centros, la deben llevar los trabajadores y los familiares, pero no los residentes. La madre de Jesús Sastre, de la Plataforma por la Defensa de la Dignidad de los Mayores en Residencias, vive en el hogar para mayores Fundación Santísima Virgen y San Celedonio, en Madrid. Sastre asegura que, “quitando algún caso esporádico, tanto los trabajadores como los visitantes de esta residencia llevan la mascarilla puesta, tal y como indica la normativa vigente”. Tras consultar varias residencias de la capital, Carmen López, miembro de la asociación Marea de Residencias, corrobora que, en general, la norma se sigue cumpliendo en estos centros.
“En los lugares donde hay personas vulnerables, como en residencias, lógicamente se tienen más precauciones”, asegura el epidemiólogo Zurriaga. El experto insta a que esa cautela se aplique siempre, ya sea en el metro o en un taxi. “Hay que enviar un mensaje de que la mascarilla no es solo para la protección propia. Es sobre todo para la protección de otras personas, este es el punto sobre el que hay que seguir insistiendo”, concluye.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.