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Menos promiscuidad para frenar la viruela del mono: la receta de la OMS ofende a la comunidad gay

El colectivo LGTBI se siente señalado y teme el estigma que ya vivió con el VIH, pero los salubristas señalan que limitar las parejas sexuales reduce el riesgo de infección

Un grupo de personas se manifiestan para exigir vacunas contra la viruela símica en Ciudad de México.Foto: JOSÉ MÉNDEZ (EFE) | Vídeo: EPV
Pablo Linde

No existe una forma segura de mantener relaciones sexuales con personas infectadas de viruela del mono. Aunque no se trata de una enfermedad de transmisión sexual, su contagio se produce por contacto íntimo y estrecho y no hay barreras de protección, como pueden ser los preservativos. Ante esta evidencia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó el miércoles a los hombres que tienen sexo con hombres limitar el número de parejas para reducir la transmisión. El 98% de las más de 18.000 infecciones detectadas en el mundo se han producido en este colectivo. Es un consejo “pertinente” para los salubristas consultados por EL PAÍS, pero que la comunidad LGTBI siente como un señalamiento que le recuerda al estigma que vivió hace tres décadas con el VIH.

“Alucinamos un poco al escuchar la recomendación de la OMS”, asegura Nahun Cabrera, portavoz de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+) que pide a la organización que evite “estigmatizar” al colectivo. Consideran que se les culpa de la difusión de la enfermedad “por ejercer su libertad sexual, sin proponer medidas efectivas para prevenir su difusión”.

El colectivo incide en un mensaje que también ha repetido la OMS: no se trata de una enfermedad sexual, sino de contacto íntimo. Y una tendencia sexual no predispone más a la infección que otra. Cualquiera puede padecerla si tiene suficiente exposición directa al virus. “No entendemos el paternalismo de la OMS con el colectivo LGTBI. Nos señala como si fuéramos precursores de los contagios y está generando pánico en la comunidad”, señala Cabrera, que no cree que sea conveniente “meterse” en el número de parejas sexuales que tenga cada cual. “Lo que sí hay que hacer es informar de que antes de un acercamiento interpersonal con otra persona, mires un poco, observes. Pero no solo sexual. Si ves una persona que tiene pústulas en el brazo, no la abraces [aunque la enfermedad se puede transmitir también sin que haya lesiones]. Pasa exactamente lo mismo con el sarampión o la rubeola, que funcionan igual y están más naturalizadas”, añade el activista por los derechos LGTBI.

Los virólogos y salubristas consultados por EL PAÍS piden poner las recomendaciones de la OMS en contexto. Las relaciones sexuales están siendo la principal vía de propagación. Y la vacuna, que podría servir como protección, no llega a todos los que la necesitan. El Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) aconseja que la reciban quienes mantengan prácticas sexuales de alto riesgo, pero las 110.000 dosis que ha comprado la Unión Europea son insuficientes, como denuncia FELGTBI+.

España es el primer país en casos detectados en el mundo (más de 3.700), por delante de Estados Unidos, pero tan solo ha recibido 5.300 dosis de la compra conjunta con Europa. Tanto Madrid como Cataluña han abierto citas previas para personas con prácticas de riesgo, aunque ambas administraciones admiten que carecen de las dosis necesarias. El Ministerio de Sanidad ha anunciado que la semana que viene llegarán 7.000 más, que apenas cubren a los contactos directos de los casos.

Sin embargo, tanto los expertos consultados como la OMS advierten de que la vacuna tiene sus limitaciones. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general del organismo, insistió el miércoles en que todavía no está claro el grado de protección que confieren los distintos tipos de inyecciones que se están administrando, formuladas para la viruela tradicional. Y, en cualquier caso, no protege al instante: la pauta es de dos inoculaciones y son necesarias varias semanas para que haga efecto completo.

Pello Latasa, de la Sociedad Española de Epidemiología, cree que no solo hay que intentar cubrir los aspectos “más biomédicos” relacionados con el diagnóstico y el tratamiento de la viruela del mono, sino también los sociales: “Es muy importante que la gente sepa qué pasa y cómo prevenirlo. Ayudar a la ciudadanía a encontrar sus propias herramientas para resolver problemas es de las cosas más eficaces que se pueden hacer, porque es un agente activo”. En este sentido, ve pertinentes las recomendaciones de la OMS de reducir el número de parejas sexuales dentro de un paquete más amplio de consejos.

Apelar a la responsabilidad

Tampoco considera que se esté generando estigma Fernando García, presidente del Comité de Ética de la Investigación del Instituto de Salud Carlos III, que ha publicado investigaciones sobre este tema. “La OMS apela a la responsabilidad individual de los miembros de ese colectivo, sin la cual será más difícil frenar la propagación de la infección. Estigma sería decir a la población que se tranquilice porque la epidemia solo afecta a los hombres que tienen sexo con hombres. Es importante que la comunidad homosexual tome una parte activa en la decisión y no sea mera receptora pasiva de recomendaciones hechas por otros, porque para que las medidas de salud pública tengan éxito, además de las acciones de las autoridades (aislamiento, cuarentena, tratamiento...), es precisa la colaboración de los sectores implicados, con su concurso voluntario, claro”, apunta García.

Aunque el mensaje de la OMS sonó un poco “drástico”, José Antonio López Guerrero, catedrático de Microbiología en el Departamento de Biología Molecular de la Universidad Autónoma, cree que el hecho de intentar reducir “los contactos sexuales promiscuos” en el colectivo más afectado puede ser útil para frenar la enfermedad. Lo compara con la covid, dejando claro que son enfermedades completamente distintas: “Al igual que en su momento con el coronavirus se nos conminó a todos y se nos obligó en un momento determinado a confinarnos, es decir, a evitar la transmisión del virus, esta [limitar las parejas sexuales] es una forma de desconexión a la trasmisión del virus. Es hacer una cuarentena en la vía de transmisión, que hoy es fundamentalmente en contactos de sexo de riesgo, sobre todo entre hombres”.

Pese a esta comparación, López Guerrero aclara que “no se puede obligar a nadie a no tener sexo”, por lo que considera adecuado tomarlo como una recomendación, “sin estigmatizar y sin decir que es un virus de homosexuales”. Porque, como insisten todos los expertos, ni siquiera es de transmisión sexual. Aunque es posible que esté presente en fluidos sexuales, un condón no evitaría el contagio en una relación. “El virus no se transmite de forma fácil, no se transmite por un contacto casual, se transmite por uno más estrecho: entre personas que conviven, que comparten cama, sábanas, toallas, cubiertos...”, explica el microbiólogo. Y en el acto sexual este contacto directo es inevitable, aunque como ha reconocido el propio Tedros, todavía hay que averiguar cuál es la vía concreta por la que este virus se está transmitiendo.

Pese a que todos los expertos inciden en las diferencias que hay con otros virus y tratan de evitar repetir el estigma que generó en su día el VIH, la comunidad gay se siente de nuevo amenazada. Y las recetas de abstinencia sexual que se formularon entonces para frenar el sida no dieron resultado. Elvis García, doctor en Salud Pública por la Universidad de Harvard, explica que ya se modeló con un supuesto impacto positivo en la pandemia del sida: “Pero una cosa es el modelo y otra es la realidad. Y en este caso, quizás las palabras de Tedros pueden no ser demasiado afortunadas, ya que se está intrínsecamente señalando a la comunidad gay de la propagación de la enfermedad. Creo que la idea es correcta, la transparencia es clave para la OMS en estos momentos. Pero el mensaje, sin estar acompañado de otras medidas de educación y movilización a nivel más local, corren el riesgo de no llegar demasiado lejos. Y, sin embargo, al señalar a un grupo como el foco de una epidemia, históricamente se ha demostrado que no es positivo y que puede llevar a la estigmatización y a prácticas no deseadas que complican el seguimiento y la erradicación de la enfermedad”.

La Coordinadora estatal de VIH y sida (Cesida) considera que el error de la OMS ha sido hacer referencia a una orientación sexual concreta. “Entiendo que no quería ser estigmatizante, pero sí que lo ha sido”, reflexiona su presidenta, Reyes Velayos. “Tendrían que haber hablado de todas las personas y hacer una recomendación general de no tener muchas parejas sexuales. Pero lo que han hecho es estigmatizar y provocar que las personas que no se sientan incluidas en este grupo [de hombres que tienen sexo con hombres] se puedan sentir inmunes, cuando no lo son”, zanja.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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