Dos pilotos despedidos acusan a una aerolínea de comprometer la seguridad durante la erupción en La Palma
Los comandantes denuncian a la compañía Binter por obligarles a volar con ceniza en el aire y la empresa defiende que siempre operó con el beneplácito de técnicos y autoridades
El volcán de La Palma se mantuvo activo entre el 19 de septiembre y el 13 de diciembre. Fueron 85 días en los que unas 7.000 personas se vieron desplazadas, más de un millar perdieron sus casas y negocios. Una de las actividades afectadas fue la aeronáutica. El aeropuerto de la isla se mantuvo cerrado durante nueve días y medio. Las aerolíneas se vieron obligadas a cancelar 759 vuelos de un total de 2.889, según los datos de Aena. Binter, la aerolínea canaria que opera la inmensa mayoría de vuelos interinsulares, fue la más afectada por estas cancelaciones, con 437 despegues (y sus consiguientes aterrizajes) paralizados.
Dos pilotos aseguran que debían de haberse cancelado algunos más, y denuncian que la compañía los ha despedido por alzar la voz. La empresa rebaja la disputa a una cuestión “puramente laboral” y que durante la actividad del volcán, todos los vuelos se operaron con el beneplácito de técnicos y en contacto con las autoridades. La justicia será ahora la encargada de dirimir la cuestión. Al menos en la parte laboral.
Uno de los dos pilotos, que reclama permanecer en el anonimato, resalta dos vuelos en su denuncia, tramitada a través del Sindicato Español de los Pilotos de Líneas Aéreas (Sepla). El segundo vuelo, explica el piloto, fue el más problemático. El 11 de octubre, la empresa lo activó para que cubriese un trayecto de Tenerife Norte a Santa Cruz de La Palma a última hora del día. “El mapa de ceniza estaba petado”, recuerda el comandante.
Para ese vuelo, no obstante, Binter designó a otro comandante. Antes de despegar, se produce una discusión entre ambos. “Le expongo al comandante mi negativa a realizar ese vuelo, ya que la ceniza se encuentra en toda la ruta”, explica el denunciante. De nuevo se repiten las discusiones con la dirección de Operaciones de la compañía, y finamente, accede a volar. “Lo mismo, con malas formas, coaccionando”, recuerda. “Durante el vuelo, observamos efectivamente la ceniza volcánica y notamos un fuerte olor a azufre, como a huevos podridos, incuso dentro del avión y de la cabina”. La situación les obliga a desviar la ruta hacia el norte y tomar más altitud.
Una vez en tierra, el comandante informa a la compañía su decisión de poner los hechos en conocimiento de las autoridades pertinentes al considerar que era una operativa peligrosa que “vulneraba claramente” las recomendaciones que había hecho el Colegio Oficial de Pilotos de Líneas Aéreas (COPAC) respecto de las rutas afectadas por la erupción del volcán. Dos semanas después, le llegó una carta de despido “sin causa objetiva”, alegando “pérdida de confianza”.
El otro piloto denunciante, quien también reclama anonimato, asegura que ha atravesado una situación similar. Tras dos años en la compañía, “la cosa empezó a degradarse” y asegura que comenzó a recibir “presiones corporativas por parte de la dirección de operaciones, intentando forzar las operaciones incluso por encima de la seguridad”. Esta situación, manifiesta, se agravó con la erupción en la Palma. “Al principio fueron muy escrupulosos. Pero a medida que pasaban las semanas presionaban para que se mantuviera la operativa intacta”.
El comandante relata que en uno de los vuelos de regreso desde La Palma viajó como pasajero y, durante el trayecto, percibió “un intenso olor a azufre durante un minuto, bastante tiempo en términos aeronáuticos”, rememora. “Los pasajeros comenzaron a mostrarse preocupados y a mirarse los unos a los otros”. En aquella época, concluye, Binter les trasladaba continuamente que el volcán había puesto a la compañía “al límite” y que “o se acababa la erupción o la erupción acababa con ellos”. Este segundo oficial que sus protestas se debieron “a la forma de operar, que estaba fuera de norma para operar en ceniza volcánica: en condiciones nocturnas y a unas alturas y niveles que no correspondían a los niveles de seguridad”. El comandante expuso “estas contrariedades”, asegura. “Se me dijo que la compañía contaba con una autorización de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (Aesa). Yo no la vi, y me extraña mucho que la haya”. A las dos semanas, este piloto también recibió la misma carta de despido. “Sin causa objetiva”.
Cuestión laboral
Fuentes de la aerolínea han enmarcado esta denuncia como una cuestión “puramente laboral”. “Efectivamente”, explica un portavoz, “se despidió a dos comandantes por una pérdida de confianza, debido a la manera en la que gestionaban los vuelos. No los de La Palma que pudieran verse afectados por cenizas, sino antes, durante y en todas las rutas”.
En lo que respecta a la seguridad de los vuelos, la compañía recalca que durante la erupción del volcán, todos los vuelos que se llevaron a cabo se operaron “porque los técnicos estimaban que se podían hacer con toda seguridad y siempre en contacto con la AESA, con Enaire [la entidad pública encargada de la navegación aérea] y con Aena, y sabiendo que los comandantes son los que tienen la última palabra para hacer o no el vuelo”, sostienen. “Y cuando no había certidumbre de que las condiciones eran buenas, se cancelaban los vuelos”.
La Agencia Española de Seguridad Aérea registró 497 sucesos aeronáuticos relacionados con la erupción de Cumbre Vieja. Se considera un suceso cualquier acontecimiento relacionado con la seguridad que ponga o pueda poner peligro a una aeronave, a sus ocupantes o cualquier otra persona, incluyendo los accidentes o incidentes graves. Su comunicación es obligatoria para pilotos, muchos aeródromos, las escuelas de vuelo, los controladores aéreos, los técnicos de mantenimiento, según apuntan fuentes de Aesa. La entidad, en todo caso, recalca que la notificación “no es una denuncia ni una queja, es prevención”.
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