Conectarse a internet a los 70: “Al principio el ratón me bailaba”
Apenas el 32% de quienes superan los 74 años usa internet de forma habitual, una brecha que los excluye cada vez de más actividades cotidianas
Sabina Sanz mira la pantalla del ordenador. Un poema de Gustavo Adolfo Bécquer, Amor eterno, ocupa el documento. El ejercicio consiste en buscarlo en la Red, copiar el texto y llevarlo a Word. Una vez allí, se cambian la letra, el tamaño, el color, se inserta una imagen. Esta es una clase de informática e internet para mayores. Ella tiene 72. Se frustra porque no le sale. “Vengo porque lo necesito, y me siento como una inútil si no me sé manejar”, dice moviendo mucho las manos. Le encantaría conseguir las citas con el médico por internet, pero no sabe hacerlo, o no haber tenido que pedir ayuda a su hijo para tramitar una transferencia y pagar la lotería de Navidad que compró en el pueblo. Así que aquí está, cerca ya del mediodía de un miércoles, en un aula cuya misión es aportar algo de luz en mitad de un gran apagón digital.
En España apenas el 32% de los mayores de 74 años declaran haberse conectado a internet en los últimos tres meses. Son datos de 2021 del INE. Para el grupo de 16 a 74 años la cifra sube al 94%. La brecha digital se va acortando año a año; sin embargo, la magnitud del problema es evidente, y más tras el confinamiento, que multiplicó los trámites que deben resolverse en línea. La digitalización avanza imparable, pero hay un sector de la población excluido. La Fundación Foessa lo define como “el analfabetismo del siglo XXI”. Se da cuando no se tienen la tecnología, la conexión o los conocimientos adecuados.
En los últimos días, el problema está en boca de todos gracias al valenciano Carlos San Juan de Laorden, de 78 años, que ya ha logrado más de 475.000 firmas por Change.org para exigir a los bancos un trato más humano y reclamar atención presencial para quienes no se manejen digitalmente. Quién le iba a decir a él que recibiría llamadas del Gobierno y hasta del Banco de España. Pero el asunto trasciende las gestiones bancarias. Están también las sanitarias y las administrativas, la pelea con el teléfono para tratar de obtener información siguiendo instrucciones de una máquina, la compra de billetes o de entradas, incluso la relación con la familia y los amigos: todas esas videollamadas que se hicieron en los meses de encierro.
"Me acaba de llamar el Gobernador del Banco de España. Me ha trasladado que los bancos tienen conocimiento de esta recogida de firmas y que están trabajando en una propuesta que llegará dentro de tres semanas"#SoyMayorNOIdiota: Nuevo mensaje de Carlos 👇https://t.co/qh6ZzNdv7N
— Change.org España (@change_es) January 27, 2022
Las clases de informática e internet son, ahora mismo, cursos estrella en los centros de mayores. En Madrid hay un aula en cada uno de ellos (son 91), y además el Ayuntamiento organiza cursos para usar el móvil. En la clase de Sabina Sanz, en el centro Huerta de la Salud, participan otras tres personas. “Ahora que tenemos el texto, podemos poner imágenes”, se oye decir a la profesora, y comienza la búsqueda en la Red. Lo más importante es perder el miedo. Sanz, que se quedó viuda con tres hijos pequeños y trabajó durante años planchando en un hotel, nota que en los últimos tiempos no es la que era. Siente que los años se le han echado encima, con lo activa que ha sido ella siempre. “Ahora no me centro en nada, no tengo paciencia, y la memoria me falla”. Quiere poder manejarse.
Paqui García (de 79), otra alumna, lo define como “estar incluida en la sociedad”. Esta es su tercera temporada en el curso. A su lado, una libreta amarilla recoge sus apuntes desde 2016, perfectamente ordenados, con palabras recuadradas. “Al principio el ratón me bailaba”, ríe al explicar que no había forma de controlar el cursor. Antes de ser pensionista trabajó, y mucho, en su casa, pero no fuera, y logró obtener el graduado escolar cuando ya sus hijos se habían emancipado. “Yo los veía moverse en internet y con el móvil y me daba envidia”. Tanto ha avanzado en este tiempo, que ahora tiene hasta bizum y es el orgullo de su nieta. Cuenta que su vida ha cambiado. “Antes no podía buscar noticias y ahora me anticipo, no dependo de la radio y la tele”. Le apena que haya amigas que no se atrevan a dar el paso. “Yo les digo que nos podríamos mandar fotos por WhatsApp, pero no hay forma”. Ella no tiene problema: “Cuando dudo de algo, pregunto [en Google] y me lo explican todo”.
María Amparo Castuera se sienta justo enfrente. Empezó en septiembre y se lo está tomando muy en serio. Cada día dedica una hora en su casa a copiar Fray Perico y su borrico, un libro infantil, y la tarea le permite ir cogiendo soltura con las teclas. “¡En Navidad hicimos tarjetas de felicitación y todo!”, cuenta emocionada. No dice su edad, secreto de Estado, pero con toda seguridad la fecha de su DNI contradice lo que cuentan sus ojos, pintados de lila y azul. Es un torbellino. “Aquí nos enseñaron a pedir citas médicas con la aplicación del móvil”, detalla. Con la atención primaria saturada, no siempre atienden el teléfono, y las citas en línea vuelan. Ya va cogiendo soltura: “Me entero de todas las bodas reales por las redes sociales”. Pero hasta ahora su marido, Armando Haro (79), que iba adelantado, se ha encargado de los trámites. Eso sí, todo lo que tenga que ver con dinero, en persona. “No me fío”, zanja él. Solo el 11% de los mayores de 74 han comprado por internet alguna vez.
En muy poco tiempo, la vida ha dado un vuelco. El Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, ha informado esta semana de que ha iniciado una actuación de oficio para que las administraciones públicas garanticen mayor accesibilidad en las gestiones de la ciudadanía, atención presencial cuando sea necesaria y un lenguaje de fácil comprensión. Mario Tascón, director de la consultora Prodigioso Volcán y experto en comunicación clara, ha estudiado cómo el lenguaje engorroso y las páginas poco accesibles dificultan aún más los trámites ante la Administración. “Todos somos vulnerables”, pero especialmente los mayores, para quienes el tipo de letra o el color puede ser algo fundamental. “Los estamos dejando fuera del proceso y no les estamos dando una alternativa”, expone.
Alexa por instalar
Un señor que bordea ya los 90 y prefiere no dar su nombre reconoce a la salida de un centro de salud de Madrid que está excluido de todo lo relacionado con internet. No lo toca, “nada de nada”. Depende de su familia o de que le atiendan personalmente. Sus hijos le ha regalado Alexa, un asistente virtual, y no se han atrevido aún a instalárselo.
Lo cierto es que internet está en todos lados y que, aunque muchos mayores no se animan a dar el paso de ir a clase, van haciendo sus pinitos. María Luisa Rivero no asiste a ningún curso ni piensa hacerlo, pero tiene a Bárbara, un ángel contratado para ayudarla en casa y que la está poniendo al día. Rivero, una canaria de 87 años, asegura que sus cuentas las hace ella. Tiene “la misma contraseña en el móvil y en la tarjeta”, por no andar complicando el asunto. Ya de las transferencias se encargan sus hijos. “Ahora no puedo ni sacar dinero del cajero porque pusieron uno nuevo y no doy pie con bola. Tengo que aprender, pero yo no aprendo ya, a mi edad. Ya sé demasiado”, dice muy seria. Por ejemplo, buscar las canciones de Marifé de Triana en su tableta y ver vídeos familiares que le alegran las tardes. Está fotografiando a la familia, cada uno individualmente: “Al lado del corazón de Jesús, para que al menos tengan la foto, que cuando me muera ya sé que lo van a quitar del mueble”. Sus prioridades las ve clarísimas.
El presidente de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (Ceoma), Juan Manuel Martínez, explica que la formación es clave. Él insiste en que el problema trasciende la frustración puntual de no poder hacer un trámite. “Esto está creando situaciones de depresión, angustia, influye muchísimo en la salud y calidad de vida de los mayores”, asegura. “Para vivir se necesita usar los sistemas informáticos. No hay marcha atrás en este proceso. La única solución es enseñar por un lado a los mayores y por otro a la sociedad, para que sepa tratarles”.
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