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Ecuador retrasa el regreso a las aulas debido a la variante ómicron y deja sin clases presenciales a tres millones de niños

Solo uno de cada cuatro estudiantes de primaria, secundaria y bachillerato van a la escuela después de un año y medio de pandemia

Coronavirus Ecuador
Cuatro alumnos hacen sus deberes al aire libre en una de las clases que se imparten de manera informal en un barrio de Guayaquil.Miguel Canales Leon

La aparición de ómicron en el espectro epidemiológico mundial apenas ha inmutado la rutina de los ecuatorianos. El presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, anunció el 29 de noviembre unas medidas de contención ante la nueva variante de covid-19 que, dos semanas después, no han alterado demasiado el ir y venir de los ciudadanos en un diciembre navideño y comercial con urgencias de recuperación. Salvo para los estudiantes del país. El único grupo poblacional que está lejos de reintegrarse a sus labores cotidianas seguirá igual de lejos durante medio año más en el peor de los casos. Solo uno de cada cuatro niños y adolescentes ha vuelto a clases presenciales desde que Ecuador detectó el primer caso de coronavirus en marzo de 2020.

Los más de tres millones de menores en edad escolar que permanecen en la modalidad virtual deberán continuar el curso así hasta febrero o hasta mayo. El primer corte es para los estudiantes que viven en la mitad andina y amazónica del país y el segundo, para los que viven en la mitad costera, ya que el sistema educativo ecuatoriano se organiza con dos calendarios para eludir las inclemencias del calor y las lluvias torrenciales. Este diciembre debía haberse iniciado un plan por fases para retomar la presencialidad con el 100% de los alumnos, pero el Gobierno postergó todo nada más conocerse la existencia de ómicron al otro lado del planeta. En Ecuador, oficialmente, no se ha detectado ningún caso de la nueva variante.

“La pandemia ha perjudicado a todos los países del mundo y en todos los ámbitos: el económico, el social, el sanitario...”, razona Hilario Beltrán, profesor de niños de 10 y 11 años en un barrio humilde de la ciudad costera de Guayaquil. “Pero aquí, en Ecuador, ha desnudado un problema real del sistema educativo. No hay recursos, no hay presupuesto y los padres están preocupados porque no hay condiciones apropiadas para enviar a sus hijos a las aulas”, es el diagnóstico del también presidente de la Unión Nacional de Educadores de la provincia de Guayas. Habla desanimado y con una mezcla de desesperación y resignación. “Ya no depende de nosotros. El Estado ecuatoriano se ha deslindado de su responsabilidad. Nosotros sí vamos a las escuelas y damos clase, pero no van los alumnos. Los padres necesitan tener seguridad plena”, ataja.

El regreso a clases presenciales en el país latinoamericano arrancó de forma voluntaria el 7 de junio, cuando entró el nuevo Gobierno. Pero ha avanzado poco a poco por una confabulación de factores: la infraestructura educativa pública no está en buenas condiciones por falta de mantenimiento durante el año y medio de pandemia, faltan recursos para poner a punto las aulas e incorporar medidas biosanitarias y los padres temen que sus hijos se contagien y esparzan el virus en las familias. No obstante, las cifras de Educación sobre estudiantes y profesores que han enfermado de covid-19 rebaten ese último aspecto. Solo 43 alumnos de casi un millón y solo 48 docentes de más de 110.000 han dado positivo desde que se empezaron a retomar clases paulatinamente.

Hay ya 11.289 escuelas y colegios -de primaria y secundaria- con alumnos en modalidad presencial, lo que equivale a un 69% del total de centros del país andino, según el registro del ministerio de Educación. Han podido volver al modelo presencial los centros que cumplen un protocolo aprobado por el ministerio que debe garantizar distanciamiento social entre los estudiantes y las demás medidas de prevención sanitarias. La mayoría de los que han dado el paso, 7.386, están en zonas rurales. “Es donde más problemas de conectividad tiene el país”, reconoce la ministra de Educación, María Brown, y es donde “la presencialidad era más urgente”.

Pero en esos centros educativos es donde hay menos alumnos por clase en comparación con las aulas de las ciudades. Por eso, esa cifra del 69% de establecimientos educativos que están reactivados presencialmente esconden una realidad formativa más precaria: los alumnos que se han reencontrado con sus compañeros y maestros son solo un 25%. Para Unicef, que ha hecho un seguimiento constante con cifras y encuestas, es “lamentable que se posponga la nueva fase de reapertura”, según recoge su último comunicado.

El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia pone sobre la mesa los buenos resultados que estaba teniendo el regreso presencial. “La experiencia de las primeras instituciones educativas que han reabierto demuestra que las escuelas no son un foco de contagio y que un retorno seguro a las aulas es posible: los protocolos se cumplen, los niños están felices y aprenden más con las clases presenciales.” Las cifras que maneja Unicef, tras encuestar a 5.909 hogares, dicen que en nueve de cada 10 familias los niños han mejorado su estado anímico y en ocho de cada 10, tienen mejor predisposición emocional para aprender.

En cambio, la radiografía de los que siguen en casa estudiando a través de una pantalla muestra que más la mitad de los niños están descontentos y que el 70% de ellos aprende menos. Ya en febrero, Unicef registraba que más de 90.000 menores ecuatorianos se habían salido del sistema educativo. La ministra Brown es consciente de las dificultades. “Una de las cosas que nos trae la pandemia es que en una misma aula puedes tener a estudiantes con situaciones muy distintas. Hay niños con mejor nivel de conectividad o que han tenido acompañamiento de alguien que ayuda a los niños a hacer las tareas y otros que no, niños que han estado más bien solos o que no han tenido conectividad”, admite la ministra, en entrevista con EL PAÍS.

Según Brown, se ha postergado el regreso a clases hasta esas dos nuevas fechas -febrero y mayo- para tratar de encajarlo con los ciclos educativos y con las vacaciones de navidad y de fin de curso del régimen costa. Tanto Educación como Unicef y los profesores han detectado que hay rezago en conocimientos básicos, ansiedad y problemas emocionales en los niños y un aprendizaje deficiente de lectura y matemáticas tras un año y medio alejados de las aulas.

Mis alumnos llegan con problemas para hacer divisiones y fracciones. No saben leer bien ni interpretar la lectura y van a necesitar una buena base para que después no confundan los contenidos de Ciencias Naturales”, se indigna Hilario Beltrán, que busca vídeos en Youtube que sean fáciles y explícitos con las lecciones de asignaturas troncales para enviárselo a los menores que siguen en casa. La ministra Brown está abierta a adelantar el retorno generalizado, pero tampoco será en la reunión del equipo que analiza la evolución de la pandemia del próximo martes cuando la ministra replantee la idea de que todos vuelvan a verse las caras en el aula.

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