“Ya íbamos mal antes de la variante ómicron”
Elena Vanessa Martínez, presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología, cree que ante este nuevo linaje de la covid hay que estar vigilantes por si se saltara la inmunidad que proporcionan las vacunas
La nueva variante del coronavirus, bautizada como ómicron, ha hecho sonar las alarmas en muchos países del mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) elevó el viernes a la categoría de “preocupante” esta nueva variante, la quinta que recibe esta denominación desde el principio de la pandemia. El organismo teme que las más de 30 mutaciones que acumula esta nueva forma del virus, detectada por primera vez en Sudáfrica, le permitan propagarse de forma más rápida. Para la presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología, Elena Vanessa Martínez, madrileña de 47 años, la variante ómicron es, de momento, “una más de las muchísimas que hay”. “Solo de la delta tenemos ya más de ciento veintipico sublinajes”, pone como ejemplo.
Pregunta. ¿Debemos tomar medidas ante la ómicron?
Respuesta. A priori es algo a vigilar, a lo mejor mucho más de cerca que otras variantes, porque por las mutaciones que tiene pudiera ser que pudieran saltarse la inmunidad. Pero, mientras tanto, hay que tener calma. Aquí pasamos del cero al 100 enseguida, y ya íbamos mal antes de esta nueva variante.
P. Algo se podrá hacer.
R. Si acaso, con la situación actual [en España la incidencia ha subido un 50% en una semana], se podría aprovechar para intentar controlarla tomando medidas, y ya sabemos las que funcionan. No me refiero al cierre de fronteras, que podría ser una medida más, pero que en un mundo globalizado como este es prácticamente imposible de conseguir al 100%. Normalmente, para cuando avisamos de una nueva variante, ya la tenemos aquí. Se ha visto con todas las anteriores. Porque, ¿de qué cierres hablamos? ¿De los vuelos directos? España casi no los tiene con los países del sur de África. Los viajes son con escalas y ahí pierdes el rastro. Mira lo que ha pasado con el caso de Bélgica, que no venía del sur de África, sino de Egipto con escala en Túnez.
P. ¿Debemos esperar entonces que sigan surgiendo variantes?
R. Las mutaciones son aleatorias. No es que el virus las busque, pero ocurren y cuando una le hace sobrevivir, se extiende. Ese es el peligro de tener sitios donde el virus circula libremente, que ahí se producen las mutaciones que se mantienen. Ese es un riesgo que tenemos. Si dejas poblaciones donde el virus circule, en un mundo globalizado en 10 días la mutación ha atravesado el planeta.
P. ¿Y eso cómo se puede evitar?
R. Esa es la importancia de que la vacunación llegue a todas partes. Tiene que haber una forma de que podamos ayudarles, porque es una manera de ayudarnos a nosotros. No podemos decir simplemente que no dejamos que nadie entre. Deberíamos estar haciendo algo para ayudarles que no estamos haciendo. ¡Es que aquí hemos dejado que las vacunas nos caducaran y se han tirado! Aunque no es solo cuestión de enviar vacunas. De los países afectados probablemente Sudáfrica tenga capacidad para vacunar más, pero también tienen que convencer a la gente para que lo haga.
P. ¿Cómo podemos cortar el avance del coronavirus en Europa?
R. Aquí tenemos algo que hemos llamado un semáforo que en su nueva versión no incluye medidas asociadas a cada nivel de riesgo. Es como si en un cruce pones un semáforo, pero le dices a la gente: “Tú decides si te lo saltas en rojo o no”. Es verdad que hemos visto que la gente, cuando los datos son malos, reacciona, pero no podemos dejar esto en la buena voluntad de la población. Es como lo que acaba de hacer Portugal: anuncia medidas, pero para después de las Navidades. Es como decir: tú ahora despendólate, y luego ya veremos. Todavía queda un mes para las fiestas, y daría tiempo a prepararse.
P. ¿Se trata de imponer restricciones ahora?
R. Hay que actuar lo antes posible. El crecimiento de los casos es ya exponencial. Yo llevo siguiendo los datos desde una semana antes del primer confinamiento, y hace como 20 días me dije: “La vamos a fastidiar otra vez”. En verdad se trata de recuperar lo que sabemos que funciona, y que aquí nunca hemos seguido a rajatabla. Usar bien la mascarilla en la restauración, o el aforo en sitios cerrados. Aunque no soy muy partidaria, quizá una especie de toque de queda. No digo desde las seis de la tarde, pero no tiene sentido que alguien pueda entrar en un local de ocio nocturno, que suelen ser sótanos mal ventilados, a las doce de la noche y no salga hasta las seis de la madrugada. Nos dicen que la población está muy cansada, pero yo lo estoy más. Mi objetivo es que no se muera la gente.
P. ¿Puede ayudar el pasaporte covid?
R. Yo no soy especialmente partidaria. Puede dar una falsa sensación de confianza. Sabemos que las vacunas no son 100% efectivas. Y lo mismo pasa con lo de hacerse pruebas antes de las reuniones familiares, por ejemplo. Basta con que haya un infectado que ha dado negativo para que pueda contagiar al resto del grupo. Y, aunque sea gente joven, eso acaba llegando a los más vulnerables.
P. A este paso, la normalidad va a tardar en llegar.
R. La verdad, yo pensaba que este invierno, con las vacunas, íbamos a estar mejor. Soy esquiadora, y el año pasado tuve que anular un viaje. Este año he vuelto a reservarlo, pero no sé si al final podremos ir.
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