Cerrado por lava: el magma creó la playa, la destruyó y se llevó el chiringuito
El volcán sepulta uno de los restaurantes más conocidos de La Palma. Su cocinero, al despedirse del local, lo besó “como si fuera la chica más guapa del mundo”
La lava de un volcán creó una fajana en 1949. Después, con el paso de los años, la corriente de deriva litoral fue chocando contra ella y, durante este proceso, acumuló sedimentos procedentes del Barranco de las Angustias, en pleno Parque Nacional de la Caldera de Taburiente. Los elementos más ligeros, como el limo y la arcilla, se depositaron en el fondo del mar. Los más pesados se quedaron en la superficie y formaron una playa de arena negra, gravilla y algún que otro canto rodado. Y una charca natural que emergía cuando bajaba la marea.
Los palmeros la llamaron de dos maneras: Playa Nueva o Playa de los Guirres. Se convirtió en un lugar predilecto por bañistas y surfistas de dentro y fuera. “Era un paraíso”, asegura Esther González, jefa de sala en uno de los mayores hoteles de la isla. 72 años después, la naturaleza decidió que había llegado el momento de reiniciar el proceso. Su herramienta, un nuevo volcán, con el que ha arrasado de paso los sueños de muchas familias.
La de Carlos Déniz es una de ellas. Él era el cocinero del kiosco Los Guirres, que regentaba junto a su mujer Grecia Motta. Este jueves, el establecimiento, abierto en 2011, sucumbió ante el avance de un segundo delta lávico conocido ya con un frío nombre científico: D2. “Me había hecho ilusiones hasta el último momento”, admite Déniz con nervios evidentes y una mirada triste que trata de compensar con alguna sonrisa ocasional. “Yo estaba enamorado de este negocio”, declara mientras acaricia a su perra Francesca. “Y si hubiese quedado en pie, me casaba con él”.
Ganaron una concesión para 30 años en 2011. Y comenzaron las inversiones. Los inicios fueron “horribles”, admite. “Surgían problemas por todas partes. Nos costó mucho ponerle la luz, el agua, había que traerla de muy lejos. Pusimos neveras, cocina, montamos la terraza... Tenía la concesión, pero pensaba en abandonarlo todo a cada rato. Lloraba sin darme cuenta...”, relata. “Lo que costó ponerlo en marcha y lo poco que ha costado perderlo”.
“Ahora me estoy dando cuenta del cariño que le tenía a ese lugar”, afirma. Y eso, a pesar de que también le dio algún que otro quebradero de cabeza. “Estos últimos días me he estado acordando de cuando me presenté a la licitación hace 10 años”, rememora. Por aquel entonces, la playa se había convertido en un enclave chabolista. La Ley de Costas las erradicó, las administraciones construyeron un paseo marítimo y levantaron un establecimiento comercial. “Me entregaron un esqueleto. Hubo muchos interesados en quedarse con el negocio, sin embargo, al final, fui el único que se presentó. Era un proyecto muy complejo”.
Él se ocupaba de la cocina. Grecia Motta y sus seis empleados, de atender a los clientes. “Todo productos de la tierra y todo natural. Por el kiosco nunca pasó ni un cubito de caldo de pollo”, explica.
“Las cañas, los chipirones, el arroz... todo estaba buenísimo”, recuerda la grancanaria Cristina Ruano del día de playa que pasó en Los Guirres este mismo verano. “Y el ambiente allí... Había clases de surf y de yoga… No me puedo creer que todo se haya ido al garete”.
El 19 de septiembre entró en erupción el volcán de La Palma. “Al principio me hacía ilusiones. Hasta que empezaron a llegar los wasaps de amigos, de gente conocida, que me decían: ‘Carlos, ánimo. Creemos que el kiosco va a quedar afectado...’. Ahí empezó la agonía”. La lava llegó al mar el 28 de septiembre y creó una fajana que creció hasta las 34 hectáreas. Y tras varios días, el magma cesó de llegar. El volcán se olvidó de la playa durante un mes y la tomó con la parte más norte de la colada, cebándose con localidades como La Laguna. “Me volvieron las esperanzas, en aquel entonces quedaba media playa, y el local estaba intacto”.
El volcán hace lo que quiere, repiten sin cesar los científicos que lo monitorizan. Y lo demostró una vez más esta semana. De repente, casi sin venir a cuento, los tubos lávicos procedentes del cráter crearon dos cataratas de lava que comenzaron a terminar el trabajo iniciado 43 días antes. “Todos los días me levanto temprano a hacer deporte. El martes, mi hija me mandó un mensaje: ‘Papá, ¿cómo estás hoy? No te lo iba a decir, pero ahora sí que la cosa no pinta bien’, me dijo. Y cuando vi ese manto rojo cayendo por el risco sí que me caí al piso. Me decía a mí mismo: ‘Pero Dios, ¿por qué no te lo llevaste desde un principio?”.
Dos días después de aquel mensaje, el magma terminó de sepultar su ya añorado chiringuito.
Déniz ha conocido muchos negocios, siempre en la hostelería, desde que entró en ella con 14 años. Su carrera ha transcurrido en Venezuela, donde conoció a la que sería su esposa, después por Filadelfia, Atlantic City... Hasta que con 34 años retornó a Canarias. La última estación de su periplo fue Los Guirres, en Tazacorte. ¿Cuál será la siguiente? Aún es pronto para pensar su plan b. El matrimonio aún debe 40.000 euros de la inversión. Y 20 años de concesión de un local que ya no existe.
Lo que es seguro es que, a partir de ahora, las corrientes marinas comenzarán a crear una nueva playa en el norte de la nueva fajana, según explica José Mangas, geólogo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Exactamente el mismo proceso que siguió la naturaleza hace siete décadas para darle Los Guirres a los palmeros.
El tiempo dirá si en esa futura playa volverá a haber un kiosco como el de Déniz. Mientras tanto, él se limita a recordar el momento en que se despidió de su local, hace poco, cuando solo se había formado una fajana. “Estuve recogiendo papeles. Y de alguna forma supe que era la última vez. Así que me puse a darle besos a todo. Paredes, barra, electrodomésticos... Lo besé como si fuera la chica más guapa del mundo”.
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