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La vuelta del ocio nocturno: el último paso hacia la normalidad que las comunidades no se atreven a dar

La mayoría de las comunidades mantiene cerrada la noche, un foco de transmisión en opinión de los técnicos que asesoran a las autoridades sanitarias

Dos chicas en Uñas Chun Lee, un bar de copas de Madrid, el pasado junio.
Dos chicas en Uñas Chun Lee, un bar de copas de Madrid, el pasado junio.getty
Pablo Linde

En esta pandemia, el ocio nocturno se ha convertido en el Rubicón que la mayoría de comunidades autónomas temen cruzar por miedo a disparar la transmisión del virus. Aunque algunas, como Madrid, Castilla-La Mancha, Andalucía o Canarias lo abren con limitaciones, la mayoría prefiere esperar para regresar a lo que los epidemiólogos consultados consideran uno de los focos de más riesgo: lugares cerrados, a menudo mal ventilados, donde el alcohol, la desinhibición, la música y los cánticos crean un caldo de cultivo perfecto para la circulación del SARS-CoV-2. Económicamente, el golpe para el sector está siendo devastador y las protestas de los empresarios crecen a medida que pasa el tiempo, baja la quinta ola, aumenta el número de personas vacunadas y las autoridades van abriendo la mano en otras actividades, como los espectáculos deportivos.

Este mismo miércoles, la justicia ha dado la razón al Gobierno catalán para mantener cerrado el sector, mientras algunos de sus empresarios se manifiestan, acampan y anuncian una huelga de hambre hasta que vuelvan a la actividad. Los de otras comunidades, como La Rioja y Murcia, se están sumando a las protestas estos días. Uno de sus argumentos es que un sector regulado es preferible a los botellones descontrolados que están poniendo al límite a los ayuntamientos. Pero la mayoría de Gobiernos autonómicos, por el momento, prefieren ser cautos y mantener cerradas las discotecas.

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Con una incidencia acumulada de 210 casos por 100.000 habitantes, el riesgo de transmisión en España sigue considerándose “alto”, según los parámetros del Ministerio de Sanidad. El marco común para regular el ocio nocturno se quedó en unas meras recomendaciones a principios de junio, ya que el Gobierno no logró imponer medidas contundentes en horarios y aforos, tal y como se propuso, por la oposición de varias comunidades autónomas. Algunas, como Baleares, solicitan que el certificado covid digital sirva de salvoconducto para entrar en este tipo de establecimientos, una medida que la justicia ha tumbado en las comunidades en las que se puso en marcha. “Hay sectores cerrados y sería una oportunidad para ellos, para garantizar la seguridad en sus espacios”, dijo la semana pasada el consejero de Turismo, Iago Negueruela.

En la última actualización de las Actuaciones de respuesta coordinada para el control de la transmisión de covid-19 (el conocido como semáforo), el ocio nocturno aparece dibujado como una actividad prácticamente incompatible con la pandemia. Según el documento, los pubs y discotecas no deberían volver a su antiguo uso mientras haya riesgo de transmisión: las pistas de baile no se podían usar como tal y el consumo debería realizarse en mesas. Como han repetido los empresarios de la noche, si no hay baile, difícilmente puede haber discotecas. Salvador Peiró, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, considera antagónicas las medidas de control con este tipo de ocio: “Con aforos, ventilación y mascarillas se puede estar en interiores, pero esto es incompatible con las discotecas y bares de copas”.

Algunas de las medidas que se consensuaron a principios de junio iban muy enfocadas a afrontar el verano. De hecho, la propuesta inicial de Sanidad (que finalmente se retiró por falta de consenso) incluía levantarlas cuando se alcanzase el 70% de vacunación, una cifra que se ha convertido en simbólica, puesto que no conlleva la inmunidad de rebaño. Entonces, la quinta ola ni siquiera había comenzado a dibujarse y la magnitud de la variante delta era incierta. Además, todavía había tasas de vacunación muy modestas: menos del 20% de la población tenía la pauta completa, frente a más del 70% actual. Por estos motivos, algunos expertos consultados, así como técnicos que prefieren no ser citados, creen que el documento debería ser actualizado con pautas más en sintonía con la nueva realidad. Sin embargo, entre estas nuevas recomendaciones, con la incidencia actual, ninguno es partidario de reabrir el ocio nocturno, entendido como discotecas, pubs y bares de copas.

Botellones
Botellón en el parque de la España industrial coincidiendo con la Fiesta Mayor del barrio de Sants de Barcelona el 27 de agosto.joan Sánchez

Lo resume Fernando Rodríguez Artalejo, catedrático de Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid: “En lugares donde la gente se junta y bebe mucho, probablemente ahí el criterio es que [antes de abrir] avancemos más en vacunación y tengamos tasas más bajas. En su momento, en uno o dos meses se podría liberalizar mucho más. Ahora sería prematuro”.

Varios especialistas coinciden en señalar que el argumento de botellón versus discotecas es débil. José Martínez Olmos, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, cree que no está claro que abrir discotecas vaya a evitar que la gente beba en la calle. “No hay estudios que digan que en las discotecas hay un contagio y en los botellones otro, pero desde el punto de vista de salud pública, los espacios cerrados entrañan más riesgos que los abiertos”, afirma.

En la misma línea se manifiesta Peiró: “El ocio nocturno es compatible con botellones, cada cosa tiene su público, no creo que uno nos libre de otro”. Este especialista prefiere no poner el grito en el cielo por las “llamativas imágenes que se ven en televisión”. “Cuando vemos a cientos de personas en un botellón no vemos los cientos de miles que no están en él”, argumenta.

El debate del ocio nocturno va más allá de las próximas semanas. Para Alberto Infante, profesor de la Escuela Nacional de Salud, la pandemia ha obligado a repensar un modelo económico muy basado en el contacto y la cercanía. “Hay que incentivar otro tipo de negocio”, señala. Infante aboga por utilizar los fondos europeos que España recibirá para transformar la economía y que no se base tanto en el turismo y el ocio, incluido el nocturno. “El Gobierno debería hacer esa reflexión. Tenemos incertidumbres en el horizonte, de nuevas variantes, nuevas pandemias para las que el modelo económico es muy vulnerable. No podemos seguir pensando que la solución para todo es montar un bar”, zanja.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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