Un segundo caso de supuestos abusos a un niño implica al mismo profesor de un colegio de Valladolid
Los progenitores del chico, de 10 años, se quejan de que el investigado solo tenga una orden de alejamiento y dicen que la ha incumplido varias veces
El niño, de repente, quería apuntarse al coro del colegio. Sus padres se sorprendieron porque nunca le interesó la música y le sugirieron que se lo pensara bien. Al día siguiente, el chico, de 10 años, les dijo que el profesor y director del grupo musical del centro, A. F. H., quería hablar con ellos para que le autorizaran. Los adultos, que ya recelaban de ese docente “tan raro” y afectuoso con el menor, aceptaron porque jamás pensaron que el aparente cariño se convirtiera en algo más. “Nos equivocamos”, lamentan. Unos meses después de que el pequeño comenzara las clases, aseguran, ese hombre abusó sexualmente de su hijo. Era junio de 2020. En cuanto lo supieron, lo comunicaron al colegio, que remitió el supuesto delito a la Fiscalía, que ordenó su detención el 30 de julio de 2020. Un día después, el hombre fue puesto en libertad con una orden de alejamiento del menor, que ha incumplido en varias ocasiones.
Insatisfechos, los padres presentaron una denuncia el 1 de agosto. Preocupados por lo ocurrido con su niño y otros posibles casos paralelos, luchan para que la justicia confirme lo que pasó con su hijo y castigue en consecuencia al supuesto abusador. El docente, contactado por EL PAÍS, se ha limitado a decir que confía en la justicia y ha insinuado que “hay personas que han utilizado a ciertos medios” de comunicación contra él.
El pasado marzo este diario sacó a la luz otro caso de supuestos abusos relacionados con A. F. H. Estos se supieron porque un antiguo alumno del seminario, menor de edad, fue arrestado por vender unas joyas del acusado. El interrogatorio reveló que el profesor lo estaba chantajeando para no difundir unas fotos suyas desnudo, y el antiguo alumno acabó confesando que entre 2014 y 2017 había sido forzado reiteradamente.
Ahora los progenitores de este segundo caso, que prefieren permanecer en el anonimato, relatan la historia en Medina del Campo (Valladolid). Él se cruza de brazos; ella los abre buscando unas explicaciones. En este momento del proceso, se sienten bastante desamparados. Dicen que el colegio, el centro religioso San Juan de la Cruz de Medina del Campo, dirigido por la orden de los carmelitas descalzos, no les ha ayudado a aclarar lo ocurrido con el maestro, de 32 años, que supuestamente forzó a su hijo. La mujer reprocha que la escuela los acuse de mentirosos y de que solo quieren dinero. Le da igual: “Los niños de 10 años no se inventan que han abusado de ellos. Me resbala lo que diga la gente”.
Francisco Sánchez Oreja, director del colegio, prior de los carmelitas en Medina y presidente de la Conferencia Española de Religiosos de Valladolid, se remite al comunicado de la escuela. El documento expresa su “profundo rechazo” hacia los presuntos hechos y afirma que el centro comparte la “preocupación” de la familia. El director declina pronunciarse sobre más temas.
Los afectados no están satisfechos, tampoco, con el proceso judicial. El abogado de la familia, Enrique Vilella, destaca que la primera jueza que trató el caso atendió sus peticiones de declaraciones y de pruebas. Pero cambió el magistrado encargado y el nuevo responsable empezó a denegarles más solicitudes: “La sensación es de estupefacción, no entendemos tantas dificultades. Quieren que se cierre la fase de instrucción y el juicio sea pronto”, critica el abogado.
Para los padres del chico, el caso es claro. Enumeran indicios que, según ellos, son concluyentes en su acusación. Como que las primeras pesquisas policiales hallaron cuatro móviles, una tableta, 21 dispositivos USB en posesión del profesor, y que este, en unos meses, había efectuado 143 videollamadas y 893 llamadas telefónicas al muchacho, del que poseía varias fotos en las que estaba desnudo.
El abogado de la familia afirma que los pedófilos acostumbran a seguir patrones comunes con varias víctimas, y que por ello comenzó a investigar en el entorno del acusado. En poco tiempo, señala, dio con otro niño del colegio que contó en casa que el sospechoso les besaba antes de irse a dormir en las excursiones. También localizó a otra madre que había instado al docente a que dejara de telefonear constantemente a su hijo, tras enterarse de este comportamiento por los amigos del chico. Y relata que una profesora del San Juan de la Cruz palideció cuando le expusieron los hechos porque aseguró que meses antes su compañero también había acosado a su hijo “hasta que le ordenaron parar y el hombre desistió”.
Los padres lamentan que no se haya llamado a declarar a personas que ellos consideran clave, como la profesora cuyo hijo fue supuestamente acosado telefónicamente, lo que fue rechazado por la fiscal porque esta no había denunciado. También pidieron sin éxito la comparecencia de un secretario del colegio que había intervenido en reuniones sobre la “conducta inapropiada” del acusado, así como la de los dos menores del coro cuyos progenitores habían declarado previamente, y del hijo de la docente.
El joven detenido por vender drogas relató que su supuesta relación con el profesor se fraguó cuando el docente comenzó a invitarle a tomar bebidas alcohólicas y a fumar cachimba en su vivienda. Así, fue tejiendo cierta complicidad de la que después se aprovechó y atropelló, incluso, con agresiones físicas, según declaró el menor ante la policía. Ni el juzgado ni la Fiscalía han considerado acumular la causa y ligarla con la del niño de 10 años, algo que los afectados creen que ayudaría a demostrar que el profesor del coro arrastra varios episodios tras de sí con el mismo modus operandi.
Los denunciantes también tienen que hacer frente al apoyo social que recibe A. F. H., que habitualmente ayuda a ancianos y da visibilidad al coro, y con las críticas que el colegio les ha lanzado. Ellos notaron una actitud huraña e introvertida de su hijo que fue a más durante el confinamiento, suponen que porque el profesor, al estar forzosamente lejos del chico, intensificó el contacto mediante llamadas. Desde que conocieron los hechos, el trabajo familiar, asistido por un especialista, ha consistido en naturalizarlos y que la víctima no se sienta culpable: “No es un tabú, se le cruzó un psicópata”, dice la madre. El menor, explica esta, se ha relajado y ya no tiene reparos en hablarlo con personas de su confianza. Los adultos, una vez normalizado el duro pasado, temen las consecuencias de los abusos en el futuro del muchacho. Ambos progenitores intentan evitar que estas vivencias afecten al desarrollo de la sexualidad del chaval y le generen traumas. Ahora solo quiere ser informático y jugar. Como antes.
El padre se entristece porque el niño “ha perdido parte de la infancia”. Ellos van a luchar hasta el final para que el delito tenga un castigo más firme que la orden de alejamiento que afecta al acusado, pero que este ha incumplido en varias ocasiones, según cuentan los progenitores. La madre, sarcástica, ironiza: “También tiene prohibido abusar de niños, y mira”.
Si conoce algún caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escríbanos con su denuncia a abusos@elpais.es
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