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Los sanitarios se anticipan al deterioro de su salud mental por la covid

Andalucía difunde entre sus 120.000 profesionales prácticas para gestionar emociones y reducir el estrés provocado por la pandemia

La psicóloga Inmaculada Carranza, en el centro de salud Castilla del Pino de Córdoba, el viernes.
La psicóloga Inmaculada Carranza, en el centro de salud Castilla del Pino de Córdoba, el viernes.PACO PUENTES
Javier Martín-Arroyo

Con la cuarta ola en ascenso y agotados tras más de un año de pandemia, los 684.000 profesionales sanitarios en España digieren a duras penas el impacto emocional acumulado y afrontan el deterioro de su salud mental. Sufrir tan de cerca las 76.000 muertes registradas oficialmente por coronavirus, la saturación de los hospitales pero también en la atención primaria, han hecho mella en el ánimo maltrecho de médicos, enfermeras y auxiliares, tal y como reflejan varios estudios recientes.

Antes de romperse, los profesionales a menudo lo ven venir. Y por eso la estrategia para anticiparse y evitar depresiones, episodios de ansiedad o pensamientos suicidas es tan útil. Andalucía ―con la mayor plantilla del país, 120.000 profesionales― puso en marcha el pasado jueves un seminario a través de internet para que sus sanitarios mejoren la gestión de las emociones. Más de 700 profesionales practicaron juntos desde casa ejercicios en silencios prolongados, de entre 10 y 15 minutos, sobre psicología positiva, conciencia corporal, atención a la respiración y visualización, ejercicios basados en el mindfulness ―práctica también llamada atención plena―.

“Me ayudará mucho porque sufro bastante estrés. A veces intentas consolar a los pacientes y te preguntas quién te consuela a ti y de dónde sacas fuerzas para todo esto. Para vivir de otra manera y no rumiar siempre qué puede pasar. Hemos estado abandonados entre la Administración y los usuarios, ambos presionan, pero nadie se preocupa por ti”, lamenta Amparo Fernández, pediatra del centro de salud Almería centro. Fernández y sus colegas de profesión siguieron el seminario para concienciarse de la importancia del autocuidado, engrasar herramientas que aten su atención al presente, estar pendientes de las sensaciones corporales y armarse ante los picos de estrés, tan habituales desde hace un año. Inmaculada Carranza, psicóloga de la Unidad de Salud Mental del Hospital universitario Reina Sofía de Córdoba y ponente del seminario, destaca el nivel de satisfacción entre los participantes, de 8,9 sobre 10: “El objetivo es permitirnos observar nuestra mente y gestionar nuestras emociones, que estas no nos lleven, y así parar para poder analizar”.

Dos estudios con 10.000 personas de 18 centros sanitarios en seis comunidades autónomas, encuestadas entre mayo y julio, concluyeron que casi la mitad de los sanitarios presenta un riesgo alto de trastorno mental a causa de la pandemia, el 14,5% sufre alguna patología mental discapacitante y el 3,5% presenta ideaciones suicidas activas.

Andalucía ha abierto brecha para intentar generalizar el mindfulness entre sus sanitarios, aunque esta práctica ―que nació hace tres décadas en Estados Unidos― lleva años expandiéndose entre los servicios autonómicos de salud, colegios profesionales, empresas y hospitales como La Paz de Madrid, que la instauró en 2015 para sus sanitarios y ahora imparte talleres y recursos junto a la Universidad Autónoma. “Aún es poco frecuente en los sistemas de salud porque, como todo, lleva su tiempo. Los sanitarios se autoexigen perfección para resolver todos los problemas de los pacientes y el problema de la empatía es que uno se contagia del sufrimiento de las personas que atiende”, ilustra Javier García Campayo, profesor de Psiquiatría de la Universidad de Zaragoza, que defiende la compasión como técnica para ser conscientes del sufrimiento de los pacientes, pero disminuyendo la exigencia y la culpa ante las contingencias y la muerte, para así evitar el desgaste profesional y el estrés crónico en el trabajo.

Evidencia científica

Andalucía, al igual que Cataluña y Madrid, utiliza programas estandarizados de mindfulness con evidencia científica detrás y avalados por universidades, en el caso andaluz la de Brown (Estados Unidos) y la de Sevilla. Se trata de anticiparse con recursos preventivos para evitar el deterioro mental, no de sustituir terapias clínicas consolidadas. “No es evadirte en la relajación, sino conectar con la realidad. Un punto fuerte sería poder implantarlo en la unidad y que contabilizara en tu turno de trabajo. Con el agotamiento, a menudo tu mente dice lo contrario de lo que dice tu cuerpo”, explica José Manuel Morales, enfermero del área de gestión Sur de Granada, satisfecho tras seguir el curso. Desde el inicio de la pandemia, 7.000 profesionales sanitarios del Servicio Andaluz de Salud (SAS) han utilizado las píldoras, aplicaciones y recursos en su intranet para gestionar mejor sus emociones.

Tras la primera ola, la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN) atendió a 84 profesionales sanitarios con problemas para gestionar la avalancha de pacientes. “Cuando uno está muy presionado, la reacción habitual no es la de pararse, a no ser que explotes. La pérdida de reuniones de grupo deterioró la salud mental porque los equipos funcionan como contención espontánea del deterioro y la tendencia fue el aislamiento. La población no está aún concienciada sobre el peligro del virus y esto produce una decepción añadida entre los sanitarios”, relata Javier Frere, presidente de la sección de psicoanálisis de la AEN.

Tanto los facultativos de esta asociación como los del Hospital del Mar de Barcelona han constatado que con el tiempo el número de profesionales sanitarios que piden ayuda en sus hospitales ha bajado en picado. “Y lo peor está por venir. Habrá un estancamiento y cuando pase todo, la gente se va a romper. Los sanitarios somos más de ofrecer ayuda que de pedirla, somos malos pacientes. La gente no tiene ni tiempo de pedir ayuda, lo que quiere es tomar distancia o busca ayuda fuera de donde trabaja, a pesar de la confidencialidad y el anonimato”, explica Luis Miguel Martín, jefe de sección en Psiquiatría del hospital catalán.

De momento, la Organización Médica Colegial (OMC) evita pronunciarse sobre el mindfulness al no haberla evaluado con estudios propios. La iniciativa de la Junta andaluza impulsa esta práctica desde 2015, pero ahora con su proyecto más ambicioso de prevención laboral persigue “la humanización positiva” a través de ejercicios de 30 minutos diarios que en tres semanas establezcan una rutina entre sus profesionales. Juan José Mancheño, psiquiatra director del área de salud mental en Huelva y ponente del seminario, concluye: “El concepto fundamental es atender el presente, aceptarlo como es y concentrarte en la respiración para atender las sensaciones del cuerpo”.

La mala salud mental perdurará meses o años

Las graves secuelas mentales de la pandemia y sus cuatro olas sobre los profesionales sanitarios se notan desde hace un año, pero persistirán aún mucho tiempo. “Estamos agotados, decepcionados por las sucesivas olas y con incertidumbre sobre los colapsos y la suspensión de otros tratamientos al margen de la covid. No serán solo efectos a corto plazo, también a medio y largo llegarán las reacciones tardías, como el estrés postraumático y los trastornos del sueño”, avanza Rosa Arroyo, vicesecretaria general de la Organización Médica Colegial, que ha realizado una macroencuesta para fijar las pautas que eviten los efectos crónicos entre los facultativos.

El impacto emocional de estar un año al límite lo han sufrido los médicos tanto como enfermeras y auxiliares. “Estábamos acostumbrados a relacionarnos con la muerte, pero no en ese porcentaje tan alto. Sufrimos crisis emocionales muy importantes y los profesionales nos sentíamos abandonados, no podías gestionar el estrés”, recuerda José Manuel Morales, enfermero del área de gestión Sur de Granada, sobre el inicio de la pandemia, cuando ni siquiera disponían de equipos de protección individual para protegerse ante el virus.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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