La igualdad, eje transversal para la Universidad 2030
El avance en la Academia es incuestionable pero todavía esconde importantes brechas de género que corregir y techos de cristal que romper
Fue un 8 de marzo de 1910, 700 años después de la creación de las primeras universidades, cuando se publicó la Real Orden de Instrucción Pública por la que se autorizaba a que las mujeres pudieran matricularse, sin necesidad de permiso, en estudios superiores. En la actualidad, poco más de un siglo después de aquella Real Orden firmada por el rey Alfonso XIII, la presencia de mujeres en los campus españoles es mayoritaria, con un 55,2% del total de estudiantes de grado.
Un avance incuestionable que, sin embargo, todavía esconde importantes brechas de género que corregir y techos de cristal que romper. Por ejemplo, la elección de los estudios universitarios aún responde a los estereotipos de género, lo que se traduce en que las mujeres matriculadas en grados STEM (por las siglas en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) sean menos del 30% o que, por el contrario, en Magisterio representen el 75% del alumnado. O que, a medida que aumenta el rango académico, la presencia de mujeres se reduce: solo hay una mujer catedrática por cada cuatro hombres y solo 9 de las 50 universidades públicas están lideradas por rectoras. Esto solo es una pincelada de otros muchos datos y porcentajes recogidos en múltiples informes y estudios sobre el Sistema Universitario Español, que constatan que todavía hay desigualdades que persisten en nuestros campus. Una realidad que tenemos el compromiso de cambiar.
Por este motivo, la estrategia Universidad 2030 —presentada en octubre de 2020 por la Conferencia de Rectoras y Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), después de un amplio proceso de reflexión— incorpora la igualdad de género como un eje transversal en la política universitaria. El objetivo es doble: por un lado, seguir impulsando medidas para avanzar en igualdad en el ámbito académico y científico y, por otro, promover desde la universidad una transformación social y hacia una economía del conocimiento, que incorpore -a su vez- la perspectiva de género.
Para ello, tenemos la intención de impulsar, en colaboración con los gobiernos —central y autonómicos—, una serie de medidas que nos permitan equilibrar la presencia de mujeres y hombres en las diversas categorías profesionales del PDI; eliminar el sesgo de género en el estudiantado y el PAS; corregir la brecha de género en la investigación y seguir visualizando e impulsando el liderazgo femenino en la investigación, la transferencia y la innovación.
Todo este conjunto de acciones requiere de un denominador común: favorecer la conciliación corresponsable porque, como se ha vuelto a evidenciar con la covid, la brecha de los cuidados sigue siendo un obstáculo en la carrera profesional de muchas mujeres. Eso que, de manera certera, la socióloga María Ángeles Durán define como “tiempo expropiado a las mujeres” y que dificulta su integración plena en el sistema social, y también tiene su impacto en el ámbito académico y científico.
Creo, sinceramente, que tenemos fortalezas suficientes para conseguir acortar estas brechas aún presentes en los campus y consolidar la cultura de la igualdad en todas nuestras misiones como institución superior de educación. La comunidad universitaria en su conjunto está comprometida con la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Así se constata en el trabajo que se realiza desde las unidades de igualdad, los institutos de estudios feministas y de género y desde los diversos grupos de investigación. Hasta la fecha tenemos identificadas las brechas, se han de desarrollar instrumentos para corregirlas y hemos ampliado las acciones de sensibilización. Además, contamos con un compromiso institucional, dentro y fuera del ámbito académico, para impulsar políticas que permitan esos avances y existe una agenda internacional que sitúa la igualdad real entre hombres y mujeres como uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Pese a todo ello, el reto de avanzar hacia la igualdad real es mayúsculo y no estará exento de dificultades y resistencias. Habrá avances y también riesgos de retroceso. Siempre ha sido así. Pero el esfuerzo merece la pena. Y el momento es ahora. Ahora que afrontamos desafíos como la transformación digital, la emergencia climática o la nueva transición verde. Ahora que están en juego valores como la justicia social, la tolerancia o la igualdad misma. Ahora que tenemos el compromiso de las Universidades para que, a través de ellas, se garantice la participación plena y en condiciones de igualdad de las mujeres y de su talento.
Si tenemos éxito, el beneficio irá más allá de las Universidades y será para el conjunto de la sociedad, mujeres y hombres. La añorada Carmen Alborch lo tenía claro: “La igualdad de género implica un cambio cultural, un trabajo incesante de reconstrucción del mundo, que no es solo cosa de mujeres”. El reto, como decía, no es pequeño ni será fácil. Pero solo es imposible lo que no se intenta.
Eva Alcón Soler es rectora de la Universitat Jaume I y delegada de la Presidencia de Crue para Políticas de Igualdad.
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