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“Los médicos se olvidaron de mí. Tengo un tumor”

La pandemia ha retrasado la atención al cáncer. Los oncólogos estiman que los diagnósticos cayeron un 21% en la primera ola

Alicia Redondo, diagnosticada de un cáncer de colon en noviembre, en su casa de Terrassa (Barcelona).
Alicia Redondo, diagnosticada de un cáncer de colon en noviembre, en su casa de Terrassa (Barcelona).CRISTÓBAL CASTRO
Jessica Mouzo

El tortuoso periplo de Alicia Redondo por el sistema sanitario empezó el pasado julio con unas diarreas que no acababan de remitir. Pasó por la consulta telefónica del centro de salud, las urgencias del ambulatorio y del hospital, el médico de cabecera otra vez y el digestólogo. “No me pasaba. Iba al baño hasta 25 veces al día. Perdí seis kilos”, relata la mujer, de 45 años. Desesperada, aguardando desde septiembre una colonoscopia que no llegaba, acudió en noviembre a la sanidad privada y allí sí, la prueba reveló el diagnóstico: cáncer de colon con afectación en hígado y pulmón. Dos meses después, le llamó el digestólogo. “Me preguntó cómo estaba. Y se lo dije: ‘tengo un tumor en estadio IV [el más avanzado]’. Si llevaba desde julio con diarreas y pérdida de peso, creo que era para estudiarlo urgentemente. Pero se olvidaron de mí. El cáncer ya estaba ahí, pero si me lo hubiesen detectado en septiembre con la colonoscopia, quizás habría ganado tiempo para tratarlo”, lamenta.

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La pandemia ha retrasado toda la atención al cáncer, desde el diagnóstico hasta el tratamiento y el seguimiento posterior. Según un estudio de varias sociedades científicas españolas, durante la primera ola, los nuevos diagnósticos cayeron un 21% y las pruebas para detectar posibles tumores, como las citologías, bajaron hasta un 30%. El resultado: demoras diagnósticas, menos opciones terapéuticas y pronósticos más desfavorables.

“El cáncer es prioritario y ha pasado a ser secundario. Se calcula que la pérdida de oportunidad se trasladará en una pérdida de supervivencia del 30% en los pacientes que han sido diagnosticados tarde”, señalaba este miércoles Eduardo Díaz-Rubio, catedrático emérito de Oncología y presidente de la Real Academia Nacional de Medicina de España, durante su participación en el evento virtual La sanidad pública más allá de la covid, organizado por EL PAÍS. El Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas acordaron este miércoles la actualización de la estrategia nacional contra el cáncer, que llevaba 10 años sin revisión. “Se actualizan aspectos clave como la prevención mediante el estilo de vida saludable, el diagnóstico precoz, la atención mediante un modelo multidisciplinar, los avances en medicina de precisión o en retos como la atención psicológica o las necesidades de los pacientes que han sobrevivido”, dijo la ministra de Sanidad, Carolina Darias. Y señaló que se va a realizar un estudio del impacto de la pandemia en el tratamiento y diagnóstico de cáncer.

Alicia, secretaria de dirección de profesión, está segura de que los retrasos que acumula el sistema sanitario a causa de la pandemia han jugado en su contra. En julio, durante el primer contacto con su centro de salud a través de una consulta telefónica, el médico le diagnosticó una gastroenteritis y le pautó una dieta blanda. Pero las diarreas no pasaban. El 17 de agosto fue a urgencias del ambulatorio y le hicieron una analítica y una prueba de sangre oculta en heces que resultaron negativas. “Esa semana, no podía más y me fui a urgencias del hospital. Me mandaron a casa con un antibiótico porque creían que era una diarrea infecciosa y descartaron una enfermedad grave”, recuerda.

Alicia alternó las consultas en la red pública con visitas a médicos privados. Las analíticas y las pruebas de sangre oculta en heces no revelaban nada, pero ella seguía mal. Y no fue hasta septiembre que su médico de cabecera le pidió una colonoscopia, aunque antes debía visitar al digestólogo para que diese el visto bueno a la prueba, relata la mujer. “El digestólogo me atendió por teléfono en octubre, me pidió una analítica y me dijo que me vería en un mes. Me dijo que si estaba muy apurada, que me tomase un Fortasec [un fármaco para cortar la diarrea]”, protesta. Para entonces, Alicia, que ya es de constitución delgada, había perdido ya seis kilos.

Angustiada, en noviembre se hizo una colonoscopia en la red privada. “El día 25 me diagnosticaron el tumor. Por ahora, no es operable. Estoy con quimioterapia”, explica. Aún está asimilando el diagnóstico. “La pandemia juega en contra de todos, pero yo creo que en mi caso ha habido dejadez, mala praxis. No sé si el digestólogo tiene o no mucha carga de trabajo, pero ha pasado completamente, se olvidó de mí. Los pacientes no vamos al médico por placer”, defiende.

Muchos enfermos de cáncer no están llegando a las consultas y los que llegan, lo hacen tarde. La pandemia ha sido el punto de inflexión y, desde hace un año, hay varios tapones en el acceso al sistema. “Durante la primera ola, se pararon los cribados y solo hacíamos visitas prioritarias. En junio, tras la desescalada, esperábamos una avalancha de casos y no fue así. Llegaron a cuentagotas. Ahora estamos diagnosticando más, pero la sensación es que vemos casos más avanzados”, resume Mar Vernet, coordinadora de la Unidad Funcional de Cáncer de Mama del Hospital del Mar de Barcelona. Uno de cada dos hombres y una de cada tres mujeres desarrollará un tumor a lo largo de su vida. La previsión de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) es que, en 2021, se diagnostiquen 276.239 casos de cáncer, aunque advierte de que esta estimación no incluye los efectos de la pandemia. Que los tendrá.

De entrada, una encuesta de varias sociedades científicas a 37 grandes hospitales españoles ya ha revelado que, entre marzo y junio de 2020, se diagnosticaron menos tumores que en el mismo período del año anterior —hasta un 32% menos en abril—. También las biopsias, que suelen servir para confirmar un diagnóstico, se redujeron un 41% y la actividad terapéutica cayó: los tratamientos de radioterapia bajaron un 5% y los trasplantes de médula, esenciales para algunos tumores hematológicos, se redujeron a la mitad en la primera ola.

Los expertos consultados coinciden en que, con la pandemia, proliferaron los cuellos de botella en todos los niveles asistenciales. Para empezar, con el parón de los cribados en la primera ola. Aunque la implantación es irregular y varía según la autonomía, la Red de Programas de Cribado de Cáncer estimaba en 2017, último año del que se tienen cifras, que la cobertura del cribado de mama llega al 90% de la población diana y la del cribado de colon, al 66%. “Ahora los cribados se están retomando, pero lo que se dejó de hacer no se ha recuperado. Y eso tiene un impacto. Se calcula que entre un 10% o un 15% de los tumores de colon son diagnosticados gracias a estas pruebas preventivas”, sostiene Joan Albanell, jefe de oncología del hospital del Mar.

Los oncólogos consultados apuntan también en que el miedo de la ciudadanía a acudir al hospital persiste. “En un contexto pandémico, se considera a los centros sanitarios como puntos de contagio y ha disminuido la frecuentación. La gente tiene miedo a consultar”, apunta Álvaro Rodríguez-Lescure, presidente de la SEOM.

Tampoco ayudan las dificultades estructurales para acceder al sistema sanitario, que ha limitado mucho la libre entrada para evitar contagios oportunistas y tira de telemedicina para salvar la falta de consulta presencial. “El teléfono es una situación de riesgo porque no ves al paciente y es difícil medir lo que le pasa. Y la precariedad laboral de los sanitarios también influye: un paciente llama por un dolor inespecífico, el médico que lo atiende le pauta un analgésico y a las dos semanas, el paciente vuelve a llamar porque no le pasa y quien lo atiende es otro médico ya. Se pierde la continuidad asistencial”, alerta Salvador Tranche, presidente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc).

Precisamente, para sortear esas dificultades en el acceso, el hospital del Mar ha lanzado una campaña, con pasquines y carteles por mercados y entidades de su área de referencia, para invitar a las mujeres a que consulten cualquier síntoma en el pecho. A través de un teléfono, las vecinas del barrio pueden comunicarse directamente con la unidad de mama del hospital. “Tenemos la sensación de que se quedan en casa por miedo al contacto hospitalario, de que se ha dejado de consultar”, avisa Vernet. Y en el caso del tumor de mama, el más prevalente entre mujeres, la autoexploración es clave para una detección temprana.

La Semfyc lleva meses alertando de que las consultas de atención primaria están recibiendo más pacientes con tumores avanzados. Aunque hay una especie de circuito rápido entre los distintos niveles asistenciales que agiliza todo el proceso diagnóstico cuando hay una sospecha de tumor, Tranche advierte de que hay muchas trabas burocráticas que complican el proceso. “El problema no es la sospecha clara porque ya me encargo yo de mover el caso y empujar el proceso para que todo vaya rápido. El problema es cuando no lo tienes claro y el paciente empieza a dar vueltas por el sistema”, tercia.

Las dilatadas listas de espera en intervenciones quirúrgicas, visitas al especialista y pruebas diagnósticas alimentan los retrasos diagnósticos. “Hemos detectado retrasos en el tratamiento y en muchas cirugías. Y no hay que olvidar que, en muchos tumores, la cirugía es primordial, garantía de que el tratamiento funcione. Los pacientes ahora sienten mucha angustia e incertidumbre”, valora Begoña Barragán, presidenta del Grupo Español de Pacientes con Cáncer. Durante la primera ola, los hospitales pararon casi por completo su actividad quirúrgica —las intervenciones cayeron un 36% en el primer semestre de 2020 con respecto al mismo período del año anterior— y las demoras se dispararon en todos los flancos. De hecho, en España, la media de espera para visitar al urólogo a junio de 2020 era de 125 días, y para el médico digestivo, 103 días.

Alicia, por ejemplo, sigue esperando una colonoscopia del sistema público que nunca llegó. En Cataluña, la espera media para esta prueba son casi seis meses. “Hay muchas enfermedades que se nos están escapando. El cáncer es una de ellas y hay que pillarlo a tiempo”, lamenta la paciente.

"Ya me preocupé de ir a los médicos, ahora tengo que ocuparme del cáncer"

Asimilar el diagnóstico es lo más complejo. "El mes de diciembre fue de bajón. Afrontar la primera visita en oncología es muy duro. El ánimo ahora va a ratos", explica Alicia, que ha recurrido a los servicios de apoyo psicológico de Oncolliga, una de organizaciones de la Federación Catalana de Entidades contra el Cáncer. "Al principio sí que pensaba '¿y si la sanidad pública me hubiese atendido en agosto? Pero agua pasada no mueve molinos. Yo ya me preocupé de ir a los médicos y ahora tengo que ocuparme del cáncer. No puedo volver atrás", zanja.


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Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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