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La lucha de un grupo de católicas por el derecho al aborto en Colombia

En medio del debate en el país, varias organizaciones promueven la campaña Causa Justa que pide la despenalización total del aborto para evitar que más mujeres sean judicializadas

Catalina Oquendo
Católicas por el Derecho a Decidir plantea que las mujeres hagan parte de la iglesia desde la libertad. En la imagen, el confesionario que llevan a los barrios.
Católicas por el Derecho a Decidir plantea que las mujeres hagan parte de la iglesia desde la libertad. En la imagen, el confesionario que llevan a los barrios.CDD

Les han dicho falsas católicas, las amenazan con la excomunión, las atacan en redes sociales. Nada de esto amilana a un grupo de mujeres, las Católicas por el Derecho a Decidir (Cdd), que por estos días alza la voz en Colombia cuando el aborto vuelve a ser centro de debate. En el país andino la interrupción voluntaria del embarazo es un derecho en tres circunstancias, pero en los próximos días la Corte Constitucional responderá una demanda de una abogada antiaborto que busca que este vuelva a ser ilegal en todos los casos y regresar a 2006.

En la otra vereda, con el pañuelo verde, las católicas de este movimiento dicen que, por el contrario, este es momento de redoblar la apuesta y sacar definitivamente el delito de aborto del código penal, que hoy da penas de 1 a 3 años de cárcel a las mujeres, excepto para tres casos: violación, malformaciones del feto incompatibles con la vida fuera del útero y riesgo para la salud física o mental de la mujer gestante. “Nos reunimos alrededor de una causa justa y es que se deje de criminalizar a las mujeres por el aborto. Esta es la oportunidad de avanzar en la autonomía reproductiva de las mujeres”, dice con vehemencia Sandra Mazo, politóloga, lingüista y una “orgullosa católica”, incluso más desde que empezó a estudiar sobre teología feminista.

Sí. Ella sabe que feminismo y teología son dos palabras que suenan extrañas en la misma frase, como les dijeron desde que comenzaron en los 90 a organizarse para exigir igualdad a la jerarquía de la Iglesia católica. En la sede del movimiento, en un barrio céntrico de Bogotá, cuentan que llevan años estudiando los códigos canónicos e interpretando la Biblia y los libros de la Iglesia con mirada de mujer, que no hay tal contradicción porque “fundamentalmente defendemos los derechos por la igualdad de las mujeres en lo económico en lo político y en lo social”. Su eje inicial eran los derechos sexuales y reproductivos y la necesidad —dicen— de "desculpabilizar" a las mujeres, pero en el camino entendieron que el aborto era un tema central. “Se está cometiendo una injusticia con las mujeres. No es justo que la Iglesia católica liderada por hombres misóginos que nos excluyen de las decisiones, unos célibes con unas posturas tan patriarcales, sean los que decidan por el cuerpo de las mujeres. Eso es inaudito”, dice Mazo.

Una red latinoamericana

Sandra Mazo, directora de Católicas por el Derecho a Decidir.
Sandra Mazo, directora de Católicas por el Derecho a Decidir.

El movimiento inició en Uruguay y se extendió por varios países de América Latina. Su fuente es la teología de la liberación y la justicia social, porque veían que “las mujeres que tienen recursos económicos abortaban así fuera ilegal y no se morían. Las mujeres pobres soportaban toda la carga de la penalización del aborto y el riesgo en los abortos clandestinos”. En Colombia, este grupo tomó fuerza en 2006 en los meses previos a que el tribunal constitucional aprobara el aborto en las tres causales. Ellas fueron a debate con los jerarcas de la Iglesia católica que por esa época eran buscados como fuentes en los medios de comunicación. Se unieron a otras organizaciones feministas y abogaron por la legalización del aborto que fue celebrada como una conquista.

Colombia, a pesar de su arraigada tradición católica, es un Estado laico y ninguna religión está por encima de otra ante la Constitución. La actual discusión ha vuelto a polarizar a la sociedad, pero hay cambios inevitables. Aura Cuasapud, abogada del movimiento, afirma que ahora no discuten tanto con los sacerdotes, sino con evangélicos y otros laicos antiaborto que se han vinculado a partidos políticos con asiento en el Congreso. Desde ahí, por ejemplo, líderes políticos como el expresidente y senador Álvaro Uribe ya promueven un referendo, por si la Corte Constitucional decide despenalizar. “Debemos prepararnos para un referendo contra la laxitud en el aborto, ¿en qué queda el respeto a la vida?”, escribió. Mientras, fieles de su partido hacen plantones contra el alto tribunal.

Las católicas, que son incómodas para esos grupos religiosos, por ser voces disidentes, defienden las decisiones del Constitucional que en los últimos años ha proferido al menos 17 sentencias a favor del aborto. “Yo sí quiero dar un parte de tranquilidad a los grupos religiosos. Si hay algo bello en la sentencia de la Corte y en nuestra causa es que el aborto no es obligatorio. Si una mujer de estos grupos está en una de las causales tiene derecho a decir no voy a abortar así esté en riesgo su vida, pero ellos no puede obligar a todas las mujeres de Colombia a que sacrifiquen su vida, su salud y decisiones. Con mucho cariño les digo que si ellos creen que su convicción religiosa les impide abortar no tienen que hacerlo”, dice Mazo.

Los grupos antiaborto se autodenominan provida y basan su discusión en el momento de la concepción y en que es más importante la vida del feto que la de la mujer. El grupo de católicas afirma que esa discusión no es central y “más que ponernos en el tema la vida o no la vida”, el eje del debate está en la salud pública y en la desigualdad social. Pero sobre todo y, en términos religiosos, en “la libertad de consciencia que es la que reconoce que todo hombre y mujer tiene agencia moral, es decir, capacidad para decidir”, explica la abogada.

Otra diferencia del debate actual con el del pasado es la aparición de las redes sociales como amplificadoras de la desinformación. Varios políticos han dicho que las “mujeres abortan como método anticonceptivo”. Mazo afirma que son falacias. “El aborto plantea un dilema, pero es siempre la última opción que toma la mujer. Cuando hay un embarazo no deseado la primera decisión no es decir ‘ah, salió positivo, ¡listo, aborto!’. No, nunca vas a encontrar una mujer que diga ‘ay me voy a embarazar para abortar’. Tampoco le va a decir a una amiga, ‘vamos el domingo a abortar’, qué chévere. No es así”.

Parte de su trabajo es en los barrios populares del país a los que llegan con un confesionario. Dentro de la estructura, sin embargo, las mujeres no encuentran a un sacerdote al cual confesar sus dudas esperando una respuesta. En su lugar hay un espejo. Son ellas quienes “con Dios en su conciencia entran a dialogar y a decidir”. El mensaje es que no es un cura, ni alguien externo quien debe decidir por el cuerpo de la mujer, que es “ella la que tiene que querer y estar segura de lo que significa ser mamá. Nosotras no somos un recipiente vacío para la maternidad”, concluye Mazo, directora de Católicas, que en compañía de la Mesa por la Vida y la Salud de las mujeres pide la despenalización total a través de la campaña Causa Justa.

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Sobre la firma

Catalina Oquendo
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia. Periodista y librohólica hasta los tuétanos. Comunicadora de la Universidad Pontificia Bolivariana y Magister en Relaciones Internacionales de Flacso. Ha recibido el Premio Gabo 2018, con el trabajo colectivo Venezuela a la fuga, y otros reconocimientos. Coautora del Periodismo para cambiar el Chip de la guerra.

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