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La vida en el crucero en cuarentena por el coronavirus: “Las salidas a cubierta son todo un lujo”

Un pasajero latinoamericano del barco anclado en el puerto japonés de Yokohama, en el que ya hay 175 contagiados por el coronavirus, narra la vida a bordo

Unas personas saludan a su familia que se encuentra a bordo del crucero 'Diamond Princess'. En vídeo, declaraciones del ministro japonés de sanidad.

Lo que prometía ser una placentera celebración de su noveno aniversario de boda ha derivado en una angustiosa prueba de fe y paciencia para Enrique (nombre ficticio) y su familia. “Creemos que no estamos infectados, pero todavía tenemos ese miedo. Ayer [el martes] me tomé la temperatura siete veces en una hora”, asegura por teléfono el hombre, de origen latinoamericano, en el que es ya su séptimo día de cuarentena dentro del buque Diamond Princess. Con 3.700 ocupantes a bordo, entre pasajeros y tripulación, el crucero quedó amarrado en el puerto japonés de Yokohama el 5 de febrero, cuatro días después de que se le diagnosticara la enfermedad Covid-19 (provocada por el coronavirus 2019-nCov) a un viajero apeado en Hong Kong.

Desde entonces, ya han surgido 175 casos del barco, el mayor foco fuera de China. Solo este lunes, el Ministerio de Salud nipón confirmó 66 nuevos contagiados, doblando la cantidad anterior y disparando la psicosis dentro de la embarcación, mientras que este miércoles las autoridades japonesas han informado de otros 40 positivos. “Ayer tuve un momento bajo, pero luego volví a reponerme. Tengo que estar fuerte por mi familia”, asegura Enrique. El hombre, de 43 años y residente en Hong Kong, embarcó en el Diamond Princess junto a su mujer, de origen hongkonés, su hijo de seis años, sus suegros y unos tíos de su esposa durante las vacaciones de Año Nuevo chino. “Es la primera vez que vamos de crucero”, dice, pero evita maldecir su suerte. Quizás porque, de momento, se considera en parte afortunado.

Camarote del crucero amarrado en el puerto japonés de Yokohama.
Camarote del crucero amarrado en el puerto japonés de Yokohama.

La familia forma parte de los 439 ocupantes del barco a quienes se les ha hecho la prueba del coronavirus, según los últimos datos del Ministerio de Salud japonés. “Nos examinaron el pasado martes por la noche. No nos han dado los resultados, pero solo se han comunicado con los que dieron positivo”, apunta esperanzado Enrique. Se la realizaron porque se sentía acatarrado, cumpliendo uno de los criterios que las autoridades japonesas aplicaron inicialmente para decidir quién debía ser evaluado: haber estado en contacto con el primer pasajero contagiado o manifestar síntomas potenciales.

Pero, a medida que el número de infectados aumenta, la fórmula pierde eficacia. Japón ha asegurado que considera examinar a todos los ocupantes del barco antes de que acaben las dos semanas de cuarentena, el próximo 19 de febrero. Si es que termina entonces. La cuarentena podría ampliarse excepcionalmente para aquellos que hayan estado en contacto con los últimos casos positivos, como ha señalado la Organización Mundial de la Salud.

Ambulancias aparcadas fuera del crucero para trasladar a las personas contagiadas.
Ambulancias aparcadas fuera del crucero para trasladar a las personas contagiadas.

Una posibilidad que deja a los pasajeros del Diamond Princess, que provienen de 35 países distintos, haciendo cábalas imposibles, pues solo son informados de la nacionalidad de los contagiados. “Creo que no hemos tenido contacto… No sé quiénes son, solo conozco a cuatro o cinco de los contagiados. Hay tantos pasajeros que no sabemos. Sabemos su nacionalidad, pero no su identidad ni en qué parte del barco estaban”, añade Enrique.

Entre los últimos contagiados hay 45 japoneses, 11 estadounidenses, 4 australianos, 3 filipinos, un canadiense, un inglés y un ucraniano. La mujer de Enrique se pone brevemente al teléfono: “Hay tanta incertidumbre… No saber si has estado cerca de una persona infectada es lo más duro. Lo peor es desconocer si es así y no saber si puedes contagiar a tu familia”.

La gestión del Diamond Princess por parte de Japón no está exenta de críticas: pensada en principio para frenar más transmisiones en Japón (donde hay 15 casos de coronavirus, sin contar los del barco), los expertos alertan del riesgo de contagio que ha supuesto la cuarentena para los ocupantes, en especial para los cerca de 1.000 miembros de la tripulación. A diferencia de los pasajeros, que han quedado confinados en sus camarotes –salvo controladas salidas a cubierta–, los trabajadores duermen en grupo, comen en espacios comunes y siguen realizando sus actividades diarias. “Muy pronto estaremos todos contagiados”, ha publicado uno de ellos, Binay Kumar Sarkar, de nacionalidad india, en su cuenta de Facebook.

Enrique coincide: “A mí me da más miedo por los que trabajan en el barco”. Los empleados del barco continúan llevándoles diligentemente la comida a diario, además de juguetes para su hijo, charlando con ellos un rato a través de la puerta. Es una de sus distracciones, junto a las salidas a cubierta de una hora cada dos días, con mascarilla y por turnos. Cada planta sale a una hora, no les aconsejan acercarse a menos de dos metros a otros pasajeros y tienen que lavarse las manos antes y después de abandonar el camarote. Las salidas son “todo un lujo”, explica Enrique, que intenta aprovechar al máximo pues su habitación no tiene ventanas, frente a las más lujosas que cuentan con balcón. Son también una ocasión para comprobar el ánimo de sus compañeros de encierro. “Hay de todo… Los hay que están más tranquilos, otros sienten más pánico”. La imagen de decenas de ambulancias apostadas en el puerto para atender y trasladar a los afectados a hospitales no ayuda a calmar los ánimos. “Hoy todavía no han desalojado a todos los nuevos casos, estamos esperando a que lo hagan para salir a navegar hasta mañana”, indica Enrique.

Comida a bordo del Diamond Princess durante la cuarentena.
Comida a bordo del Diamond Princess durante la cuarentena.

Inevitablemente, la amenaza del contagio es alimentada por los rumores que circulan en los grupos de WhatsApp y Facebook de los pasajeros. Que se van a quedar hasta un mes. Que podrían contagiarse a través de los filtros del aire acondicionado. “Trato de no hacerme muchas preguntas”, dice Enrique, quien solo confía en lo que anuncia el capitán por megafonía tres o cuatro veces al día, aunque a veces se enteran antes por la prensa.

Las últimas noticias no han sido muy alentadoras: la epidemia ha dejado ya más de un 1.100 víctimas mortales en China y cerca de 44.400 contagiados hasta primera hora de este miércoles. Enrique espera que la decisión de retenerles en el barco no haya sido contraproducente, algo que cree que solo sabrán con el tiempo. “No sé cómo me sentiré en el futuro sobre lo que ha ocurrido, depende de cómo evolucione todo”, elucubra en tono serio. Y para quitarle hierro, animándose al desdramatizar, añade: “Mi suegro sé que no volverá a querer irse de crucero”.

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