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El móvil no es para el aula ni para el patio escolar

El 80% de los profesores y padres que han participado en el Foro de Educación de EL PAÍS apoyan prohibir los teléfonos en los centros

Alumnas con el móvil en un instituto de secundaria de Valencia.
Alumnas con el móvil en un instituto de secundaria de Valencia.MÒNICA TORRES

La prohibición del uso particular de teléfonos móviles por parte de los alumnos de colegios e institutos ha obtenido un amplio respaldo (80%) entre el centenar de profesores y padres que han participado en el debate planteado al respecto en el Foro de Educación de EL PAÍS. La Comunidad de Madrid anunció recientemente la medida, que ya rige en Castilla-La Mancha y Galicia y que Francia empezó a aplicar en 2018. En Cataluña, un grupo de profesores empezó en verano a recoger las 50.00 firmas necesarias para llevar al Parlament una iniciativa legislativa popular similar. Y la ministra de Educación, Isabel Celaa dijo en septiembre de 2018 que el Gobierno estudiaba seguir el mismo camino, pero de momento no ha avanzado.

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Los argumentos de las diversas regulaciones para terminar con el uso del móvil en las aulas y los patios escolares —que contemplan excepciones, como la solicitud expresa de un profesor para utilizarlos como herramienta educativa en clase o el de los alumnos que padezcan un problema grave de salud— son muy parecidos: los teléfonos dificultan la concentración en clase, reducen las relaciones directas en los recreos y son susceptibles de agravar el acoso escolar, al añadir el riesgo de que se difundan por redes sociales fotos y vídeos captados en el centro. Los estudios académicos sobre las consecuencias de la presencia de los móviles en el ámbito escolar escasean en España, pero los realizados en Reino Unido y Estados Unidos, por ejemplo en la London School of Economics y la Universidad de Chicago, apuntan a que las preocupaciones que están propiciando las restricciones son fundadas. Un 22% de los niños españoles tiene móvil a los 10 años, y a los 14, el 93%, según el Instituto Nacional de Estadística.

Miguel Andrés Castaño, jefe de estudios del instituto público de Secundaria Florencio Pintado de Peñarroya (Córdoba), resume la principal razón esgrimida, en el debate planteado por este periódico, por quienes se oponen a la exclusión de los móviles del entorno educativo: "Si queremos que el alumnado aprenda a usar los móviles, su potencial y sus riesgos lo mejor es que lo hagan siendo guiado por el profesorado, no por ensayo y error. La pregunta no es si hay que prohibirlos, sino cómo usarlos". Una opinión parecida a la que mantiene el asturiano Daniel Sierra, miembro de la dirección de la Confederación Estatal de Asociaciones de Estudiantes: "El problema no es la tecnología, sino los valores que nos transmiten en casa y en la escuela. No se debería impedir utilizarlos, sino enseñar a hacerlo".

WhatsApp e Instagram

El director del instituto Mont Perdut de Terrassa (Barcelona), Josep Maria Argemí, impulsor de la iniciativa legislativa popular para restringir su uso en Cataluña, opina que tal formación se podría abordar en los centros en talleres o tutorías específicas. Pero cree que no tiene sentido convertirlo en una misión de los docentes de todas las asignaturas. Bastante trabajo tienen, añade Gorka Elola, profesor en Bilbao, intentando "que 25 o más adolescentes estén atentos a la explicación" como para tener que vigilar que los alumnos lo utilicen dentro del aula solo como "herramienta educativa", y que no están dedicándose a consultar WhatsApp o Instagram.

Charo Fernández, profesora de Informática en FP Básica en el instituto Josefina Aldecoa de Alcorcón (Madrid), asegura que la decisión de impedir la entrada de teléfonos en su centro, adoptada el curso pasado por el consejo escolar, ha sido muy beneficiosa para el clima dentro y fuera de clase. "Los problemas de disciplina han mejorado, hay cabezas levantadas en el patio, balones en las canchas y en los campos de fútbol y muchas más conversaciones en corrillos que antes", afirma.

Resistencia física

Argemí también observó una rápida "mejora de la convivencia" cuando su instituto prohibió el uso de móviles (salvo en los casos en que algún profesor pide usarlo como recurso pedagógico). El director asegura que muchos institutos han adoptado medidas similares porque las evidencias sobre el terreno son claras. Y cree que las Administraciones educativas se resisten a introducir un cambio en la perspectiva regulatoria que considera lógico, esto es, que la regla general sea la exclusión del móvil en horario lectivo permitiendo a los centros introducir excepciones basadas en criterios pedagógicos, porque les resulta más cómodo que sean los equipos directivos quienes asuman el desgaste de aplicar la restricción. Un papel que en ocasiones es difícil. En el instituto de Argemí, al procedimiento sancionador normal, consistente en que si un alumno es sorprendido usando el móvil se le retira y se devuelve a los padres, se tuvo que añadir el supuesto de expulsión del centro durante un día en aquellos casos en que el estudiante sorprendido se resistía físicamente a entregarlo. El director asegura que los problemas en el centro son ahora muy raros, pero considera que con el respaldo de una norma general a los institutos les sería mucho más fácil lidiar con los estudiantes —y las familias— más recalcitrantes.

Los padres que han participado en el foro también se inclinan por la restricción. "Los adolescentes necesitan concentración y los móviles les impiden tenerla durante más de 10 minutos seguidos", opina Josetxo Azurza, de Getxo (Bizkaia). Viviana Llorach, madre de dos hijos, es partidaria de que los chavales puedan llevarlos "si van o vuelven solos" al colegio, pero no usarlos dentro. Las normativas autonómicas aprobadas en España, así como la francesa, prevén esa posibilidad: permiten que el alumno entre con el móvil en el centro, siempre que no lo saque de la mochila. Elisa Avilés, profesora jubilada, de Tarragona, añade: "No llevar el móvil no significa que el alumno esté incomunicado, ya que ante una situación puntual los centros siempre avisan a los padres de la forma en que se ha hecho siempre. Deberíamos preguntarnos por qué cambiar lo que funciona".

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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