El Papa suspende sus celebraciones de fin de año por una “dolorosa ciática”
Se trata de la primera vez que Francisco anula eventos por esta dolencia: no participará en las misas del 31 de diciembre y del 1 de enero
El papa Francisco no participará en las celebraciones de fin de año, las misas del 31 de diciembre por la tarde y del 1 de enero por la mañana, debido a una “dolorosa ciática” que se ha agravado en los últimos días y que lo está obligando a guardar reposo. El Pontífice será sustituido en estos festejos, que cierran el año y dan la bienvenida al nuevo y que se celebran en la basílica de San Pedro por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, y por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado. En cambio, tal y como ha confirmado el director de la Oficina de prensa del Vaticano, Matteo Bruni, Francisco sí dirigirá el rezo del Ángelus el primero de enero, sin la presencia de fieles, desde la biblioteca del Palacio Apostólico.
En la celebración del día 31, el cardenal Re leyó la homilía que Francisco había preparado para la ocasión y en la que rezaba por los enfermos, las familias que han perdido a alguno de sus miembros, los que han sufrido la soledad o quienes han perdido el trabajo. También se preguntó sobre el sentido de un drama como la actual emergencia sanitaria y señaló: “Tal vez podamos encontrar el sentido de este drama que es la pandemia y de otros flagelos que golpean a la humanidad aquí: al despertar en nosotros la compasión y provocar actitudes y gestos de cercanía, de cuidado, de solidaridad”.
Francisco sufre problemas de ciática desde hace tiempo, ya los padecía cuando era arzobispo en Buenos Aires, recibe tratamiento para ello y en algunas ocasiones tiene dificultades para caminar correctamente. En su primer año como Papa, durante el vuelo de regreso de un viaje a Brasil, un periodista le preguntó por los episodios que le habían procurado más alegría y más sufrimiento en sus primeros meses de pontificado y Francisco respondió que lo más doloroso había sido un ataque de ciática. “No se lo deseo a nadie”, añadió entonces. Pero nunca había suspendido ningún evento por esta dolencia. De hecho, en sus ocho años de pontificado, en muy pocas ocasiones ha cancelado su agenda por cuestiones de salud. Este año anuló por un fuerte resfriado su participación en los ejercicios espirituales que se celebran en un convento a las afueras de Roma y a los que habitualmente asiste junto a la Curia romana antes de la Semana Santa. Hace unos años aplazó una visita a un hospital romano por una intoxicación alimentaria que también afectó a otros sacerdotes con los que convive en la residencia Santa Marta, dentro de los muros vaticanos.
La semana pasada, el Papa, que acaba de cumplir 84 años, se sometió a una prueba de coronavirus, que dio resultado negativo, después de que se contagiaran dos de sus colaboradores cercanos. Uno de ellos es el limosnero papal, el cardenal polaco Konrad Krajewski, que ha estado ingresado con síntomas iniciales de neumonía, y otro es el cardenal Giuseppe Bertello, que está en cuarentena en su domicilio.
Desde el inicio de la pandemia, Francisco se ha realizado varias pruebas, todas negativas, para descartar un posible contagio. El Pontífice, además de por su edad, es considerado población de riesgo por sus problemas de pulmón, ya que cuando tenía 21 años y estaba en el seminario en Buenos Aires sufrió una infección severa que obligó a extirparle el lóbulo superior del pulmón derecho. El pasado noviembre, Bergoglio habló de ello por primera vez desde que es Papa. “Me sacaron un litro y medio de agua del pulmón, y ahí me quedé peleando por vivir. Ni los médicos sabían si iba a sobrevivir”, dijo entonces. Y agregó: “Tengo experiencia de cómo se sienten los enfermos de coronavirus que luchan por respirar conectados a un ventilador”.
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