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El Papa critica al que evade impuestos: “Es también su culpa la falta de respiradores”

Francisco muestra su cercanía con los enfermos y quienes les ayudan

Daniel Verdú
El Papa, en el Vaticano, el 18 de marzo.
El Papa, en el Vaticano, el 18 de marzo.VATICAN MEDIA HANDOUT (EL PAÍS)

Dos imágenes ilustraron mejor que ninguna el pasado fin de semana la magnitud del confinamiento romano. La primera mostraba de espaldas al papa Francisco en su oración del Ángelus ante una plaza de San Pedro completamente vacía (normalmente hay decenas de miles de personas). En la segunda, caminaba de inmaculado blanco por la vía del Corso, una de las calles más transitadas de Roma, sin cruzarse con nadie. Francisco abandonó su reclusión, obligada por decreto y por un resfriado, para acudir a dos iglesias a rezar ante la crisis del coronavirus. “Le pedí al Señor que detuviera la epidemia: Señor, detenla con tu mano. Recé por esto”, explicó este miércoles en el periódico La Repubblica.

Francisco ha continuado despachando con sus colaboradores de forma virtual y oficiando misas en los últimos días, pero la actividad del Vaticano, como la de Italia, ha quedado semiparalizada. Muchos de sus empleados están atrapados en casa y teletrabajando. El confinamiento, opina el Pontífice, puede servir para “redescubrir lo concreto de las pequeñas cosas, de los pequeños cuidados que hay que tener hacia nuestros allegados, la familia, los amigos”.

La solidaridad, también fiscal, opinó Francisco, será clave estos días: “Los que no pagan impuestos no solo cometen un delito, sino un crimen: si faltan camas y aparatos de respiración, también es culpa suya. Esto me impresionó mucho”. El Papa recordó a la gente que trabaja estos días para frenar la pandemia: “Agradezco a los que se dedican de esta manera a los demás. Son un ejemplo de esta sensibilidad hacia lo concreto. Pido que todos estén cerca de aquellos que han perdido a sus seres queridos. El consuelo debe ser ahora el compromiso de todos”.

En la entrevista, el Pontífice se mostró optimista en la posible transformación del mundo tras la crisis: “A veces solo vivimos una comunicación virtual entre nosotros. En cambio, deberíamos descubrir una nueva cercanía. Una relación concreta hecha de cuidados y paciencia. Muy a menudo las familias, en casa, comen juntas en un gran silencio, pero no es para escucharse mejor unos a otros, sino más bien porque los padres ven la televisión mientras comen y sus hijos están concentrados en sus teléfonos móviles. Parecen unos monjes aislados unos de otros. Hay un lenguaje hecho de gestos concretos que debe ser salvaguardado. En mi opinión, el dolor de estos días debe abrirnos a lo concreto”.

Francisco, como ha hecho en otras ocasiones, repitió que la fe no es imprescindible para mantener el optimismo. Uno puede decir: “No puedo rezar porque no soy creyente. Pero al mismo tiempo, sin embargo, puede creer en el amor de la gente que le rodea y encontrar allí la esperanza”, señaló.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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