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La segunda ola devora el sur de Italia

La mitad meridional del país, a salvo durante marzo y abril, sufre el impacto económico y social del coronavirus derivado de la falta de recursos y de un plan estratégico

Una vecina del barrio de Sanità, en Nápoles, se somete a una PCR en una iglesia.
Una vecina del barrio de Sanità, en Nápoles, se somete a una PCR en una iglesia.Paolo Manzo
Daniel Verdú

Una vieja tradición napolitana nacida durante la II Guerra Mundial invita a dejar pagado un café en el bar por si el siguiente no puede hacerlo. La costumbre, conocida como caffè sospeso (porque queda suspendido en la cuenta hasta que alguien lo necesita), se ha aplicado con los años a otros ámbitos de la vida social napolitana, acostumbrada a afrontar sola los problemas que el Estado no logra resolver. Nadie imaginó, sin embargo, hasta dónde llegaría la solidaridad en tiempos de la pandemia.

Una fila de personas sin recursos hacía cola entre los bancos de la iglesia San Savero, en el céntrico barrio de Sanità, para realizarse una prueba PCR gratuita este martes por la mañana, cuatro días después de que empezase el confinamiento en Campania (la región de Nápoles). Lo habían pagado otros vecinos, con la ayuda de una farmacia del barrio y de algunos médicos. “Il tampone sospeso”, lo han llamado. La mayoría de los que desfilan se ha quedado sin trabajo o nunca lo tuvo (la tasa de desempleo en Nápoles, de 31,39%, es el triple que la media italiana). Muchos tienen síntomas de covid-19, pero la sanidad pública no considera necesario hacérsela y no pueden permitirse acudir a un laboratorio privado.

La segunda ola de la pandemia —este martes murieron 731 personas en todo el país, la cifra más alta desde hace siete meses— ha liquidado el espejismo en el que vivió el sur de Italia en los meses de marzo y abril, cuando los contagios fueron casi irrelevantes respecto a un norte devastado, pero más rico. El temor era que sucediese, exactamente, lo que ha sucedido ahora en la zona más pobre. Hoy los hospitales están desbordados y el Ministerio de Sanidad reconoce en un informe interno que el sistema sanitario de la región no estaba preparado para la segunda ola. Campania, Sicilia o Calabria, que ha tenido tres responsables para la sanidad distintos en 10 días, apenas logran mantenerse en pie.

Un hombre pasea por el barrio de Sanità, en Nàpoles.
Un hombre pasea por el barrio de Sanità, en Nàpoles.Paolo Manzo

Serena Russa, de 26 años, se seca las lágrimas de los ojos tras la desagradable prueba nasal. Desempleada, y madre de dos hijos; su marido, que va detrás de ella en la cola, no ha trabajado nunca en 30 años. Viven con los 500 euros de la renta ciudadana que aprobó el Movimiento 5 Estrellas (M5S) cuando llegó al Gobierno. “No tenemos nada. Si no fuera por esto, ni siquiera podríamos saber ahora si estamos contagiados”, señala. Fuera de la iglesia, muchas de las personas que esperan turno irán luego a alguno de los almacenes que despachan alimentos básicos o a alguno de los comedores de Caritas en Nápoles, que han visto cómo en estos meses aumentaba un 41% la gente que requería sus servicios por primera vez. En un territorio acostumbrado a subsistir buceando en los pantanos de la economía sumergida, (las estimaciones del estudio de Intesa Sanpaolo la sitúa en el sur en el 29,8% del PIB), la posibilidad ahora de acceder a las ayudas del Gobierno se vuelve casi imposible. Las noticias que llegan desde Roma nunca son buenas.

El barrio de Sanità, en el corazón de la vieja Nápoles, tiembla con cada nuevo anuncio del Ejecutivo. Las ayudas no llegan y la perspectiva de salir del confinamiento, decretado la semana pasada, es más bien borrosa. Las tiendas, como la cadena de ropa de Claudio Brillantina, que lleva 40 años en la ciudad, han tenido que cerrar justo cuando había comprado el género de la temporada. “Tengo cuatro comercios. Invertí 300.000 euros en ropa y la tengo todavía en las cajas. Si no me dejan abrir antes de Navidad se irán al traste todos los sacrificios de estos años. Tendrían que haber cerrado antes y poder salvar la época que viene ahora”.

Los que pueden abrir no están mejor. Una calle más abajo, la pizzería La Taverna de Totò, de Franceso Rej, se ha deshecho de todo el personal y se ha convertido en una empresa de reparto a domicilio. “Seguimos abiertos por la ilusión, porque nos gusta este trabajo. Pero perderemos dinero cada día”, explica mientras saca dos margaritas del horno de leña.

Francesco Rej ha cerrado al público su pizzería en el centro de Nápoles.
Francesco Rej ha cerrado al público su pizzería en el centro de Nápoles.Paolo Manzo

Italia ha dividido el país en tres colores distintos en función de la gravedad de la situación en cada región. Una suma de 21 indicadores que maneja el Ministerio de Sanidad determina quién entra y quién sale de los niveles más restrictivos. Casi la mitad del país, 26 millones de personas de seis regiones, debe quedarse en su casa si no tiene motivos justificados (la calle de Nápoles no da exactamente esa idea el martes).

Las regiones que se han visto superadas por la segunda ola se encuentran mayoritariamente en el sur. La ciudad de Nápoles ha rebajado sensiblemente el incremento de los casos, pero la última semana el crecimiento continuó siendo del 22%. El Ministerio de Sanidad envió a un grupo de inspectores a la región para realizar un informe sobre la situación que concluyó que la coordinación entre los hospitales, la sanidad territorial y los centros de referencia “es casi inexistente” en Campania, según señala el documento.

Oxígeno en los coches

Los daños en el sistema sanitario en una región que ha tenido ya 118.285 contagios son evidentes. El hospital de Cotugno, el segundo más grande de Nápoles, lleva días con largas colas en las urgencias de pacientes que no pueden ser atendidos en el interior del pabellón. Muchos necesitan oxígeno y solo reciben los cuidados dentro de sus vehículos. Vincenzo De Falco, coordinador de enfermeros en una de las secciones covid del centro, cree que la situación es extrema, pero inevitable en estos momentos. “Las colas de coches se explican porque las personas que vienen no saben adónde ir. Llaman a las ambulancias, pero no llegan a sus casas. Tienen fiebre, tos, hambre de oxígeno. Llegan con niveles de saturación muy malos, pero dentro de las emergencias hay ya gente y no tenemos sitio. Así que hay que hacerlo fuera. Hoy todavía sucede”, apunta. El exterior del hospital, donde cuatro coches aguardan en fila, lo confirma.

Los pacientes de las emergencias del hospital Cotugnno (Nápoles) esperan a ser atendidos en sus coches.
Los pacientes de las emergencias del hospital Cotugnno (Nápoles) esperan a ser atendidos en sus coches.Paolo Manzo

El Cardarelli, el enorme hospital asomado a uno de los balcones de la ciudad que dan al Vesubio, tiene otros problemas. La semana pasada dio la vuelta al mundo un durísimo vídeo de un paciente con covid de 84 años que murió en el baño de las urgencias. Uno de los médicos de esa área, Pino Visone, delegado sindical de la CGIL, explica que la situación del fallecido era muy compleja —tenía un cuadro de múltiples dolencias— y pudo haber sucedido en cualquier hospital del mundo. Sin embargo, señala que el centro sanitario, que jamás rechaza a ningún paciente, pasa por unos momentos de extrema dificultad. La sanidad pública de la Campania es víctima de un plan de recortes lineal que ha durado 10 años. “Daban igual las necesidades de cada área. Se eliminó personal y recursos hasta llegar al objetivo”, apunta el doctor Visone, que señala cómo las urgencias están superadas por al menos 10 veces su capacidad normal.

Los problemas se extienden al material de trabajo. Campania, la región con mayor riesgo por habitante de Italia de superar el umbral de la pobreza (por delante de Sicilia, Calabria y Basilicata), sufre las carencias. Las botellas de oxígeno (hay unas 6.000 en toda Nápoles) empiezan a faltar y los farmacéuticos alertan de que se ofrecen en el mercado negro. Nadie querría que la vieja tradición del caffè sospeso tuviera también que cubrir esta carencia.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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