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Una estrategia local frente al coronavirus para evitar paralizar Europa

Los países del continente tratan de detectar cuanto antes los rebrotes en ciudades o regiones y aislarlos

Ambiente junto al casitllo de Cardiff, en Gales, horas antes de un nuevo confinamiento de la ciudad el pasado 27 de septiembre.
Ambiente junto al casitllo de Cardiff, en Gales, horas antes de un nuevo confinamiento de la ciudad el pasado 27 de septiembre.GEOFF CADDICK (AFP)
Rafa de Miguel

La peor pesadilla de cualquier gobernante europeo es tener que imponer un segundo confinamiento nacional para frenar la pandemia. Volver a cerrar colegios, comercios u oficinas no es una opción si se quiere recuperar del coma asistido a unas economías ya muy maltrechas. La estrategia de respuesta, en la mayoría de los países, es local. Detectar cuanto antes nuevos rebrotes, en ciudades, municipios o regiones, y aislarlos. Boris Johnson, tan amigo de eslóganes y metáforas que ayuden a que el mensaje cale, habló en su momento de la táctica Whac-a-Mole. Ese juego en el que la cabeza de un topo va apareciendo por alguno de los agujeros de la máquina y hay que rematarlo con ayuda de un martillo.

La realidad es, como siempre, más compleja que cualquier ocurrencia. Y difícilmente se ajusta a martillazos. Si la primera ola del virus creó agravios comparativos entre países pero cierta sensación de sacrificio compartido entre ciudadanos, la segunda corre el riesgo de suscitar rencores regionales. “En términos generales, los países están utilizando respuestas muy similares. Tendemos a resaltar las diferencias, pero resulta mucho más llamativo el parecido de las medidas adoptadas”, explicaba el pasado miércoles el asesor médico jefe del Gobierno británico, Chris Whitty. “Los contrastes, que por supuesto existen, están más vinculados a las costumbres locales o al modo en que tienen las personas de socializar”.

La ciudad de Leicester, en el centro de Inglaterra, fue la señal de alarma. 866 nuevos positivos en el transcurso de dos semanas. Allí surgió el primer rebrote, apenas comenzada la desescalada nacional, y sus habitantes sufrieron el 29 de junio el primer confinamiento parcial de una larga cadena por toda Inglaterra, Gales y Escocia. Comercios y colegios se cerraron, pero el Gobierno de Londres emitió señales contradictorias que no dejaron claro si eran los responsables municipales, regionales o estatales quienes tenían la última palabra para imponer nuevas restricciones.

“Los confinamientos locales serán más polémicos de lo que fue el confinamiento nacional. Hay un mayor riesgo de que sea percibido como una injusticia, si una parte del país disfruta de unas libertades que en otras se limitan”, advirtió entonces Raphael Hogarth, investigador del centro de pensamiento Instituto para la Gobernanza. No ha cambiado mucho la situación, a pesar del tiempo transcurrido. Amplias zonas del noreste de Inglaterra y dos terceras partes de Gales, por ejemplo, sufren restricciones sociales aún más estrictas que las recientemente aprobadas para todo el país. Liverpool registra ya una incidencia acumulada (IA, casos positivos confirmados por cada 100.000 habitantes en la última semana) de 277; Newcastle, de 220; Manchester, de 287; Middlesborough, de 101. “Las restricciones del Gobierno son inaceptables. Están basadas en la ignorancia. No quieren escucharnos y van a destruir más puestos de trabajo y la salud mental de los ciudadanos”, protestaba este jueves el alcalde de esa última localidad, de 120.000 habitantes, Andy Preston. Paradójicamente, él mismo había reclamado dos días antes mayores medidas de distanciamiento entre personas y hogares.

El lamento común entre la clase política inglesa se repite: ¿por qué no somos como Alemania? También allí ha aumentado el número de casos positivos, pero el repunte se mantiene controlado. En primer lugar, porque las líneas de competencia sanitaria están clara y jurídicamente definidas (pertenecen a los länder o Estados) y el nivel de cooperación entre el Gobierno federal y las autoridades estatales es eficaz y leal. Han pactado un sistema de dos niveles que establece una respuesta automática y ajena a la discusión. Si la IA supera los 35 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días, las reglas de distanciamiento social son más severas. No más de 25 personas en un recinto privado. Si la IA supera los 50 casos por semana, el máximo es de 10 personas en un domicilio privado. Las condiciones para que el virus se propague no son nacionales, tienen más que ver con la actividad económica, población, o movilidad de cada región, municipio y hasta barrio. Los casos se disparan en Baviera o Renania-Westfalia, o en determinadas zonas de la capital, Berlín.

Rastreo eficaz

Francia, el paradigma de un Gobierno centralista en Europa, debe demostrar que la eficacia y rapidez de respuesta ante una crisis sanitaria nacional es la misma cuando se trata de aplicar cirugía local. Al igual que el Reino Unido, el objetivo ha sido acelerar el número de test realizados, y ya son más de un millón semanales (el sistema británico procesa en la actualidad cerca de 265.000 pruebas diarias). Medida que debe ir acompañada de localización, rastreo y contención eficaces. Para ello, cada vez que un nuevo departamento se incorpora a la lista de “zonas rojas”, la prefectura puede aprobar medidas restrictivas. Marsella, Lille, Burdeos, Lyon, Toulouse o Niza, han bajado a 10 el máximo de personas que pueden reunirse en interiores o exteriores, han extendido el uso obligatorio de las mascarillas y acortado el horario de bares y restaurantes.

París tiene una IA acumulada en los últimos 14 días de casi 295 casos. Londres, por el momento, se mantiene para el mismo periodo en 63. Pero el alcalde de esta última, el laborista Sadiq Khan, es consciente de que las medidas generales de restricción impuestas en todo el Reino Unido no bastarán para contener la transmisión a medida que se aproxime el invierno. De momento, Downing Street ya ha incorporado la capital a una “lista de ciudades en vigilancia”, en las que el ritmo de contagios ha comenzado a acelerarse. Crítico con la lentitud del Gobierno de Johnson durante las primeras semanas de la pandemia, Khan ha decidido en esta ocasión dejar a un lado la refriega política y emprender una “conversación constructiva” con el primer ministro acerca de las posibles nuevas medidas que deberá adoptar la metrópoli. Ambos mantuvieron un encuentro personal el pasado 22 de septiembre.

A medida que la lucha contra el virus se realiza con microscopio local, sin embargo, surgen nuevas rivalidades políticas. Y algunos condados o distritos de Londres, como Harrow East o Orpington, gobernados por políticos conservadores, reclaman para sus habitantes medidas más relajadas que para el resto de la ciudad.

Polonia, Ucrania y República Checa, al alza

Los casos diarios de positivos por coronavirus en Polonia, República Checa y Ucrania han aumentado en las últimas horas alcanzando cifras récord, según han informado fuentes gubernamentales de esos países. El ministro de Sanidad de Polonia anunció este sábado que en las últimas 24 horas habían registrado 2.367 nuevos contagios, el tercer día consecutivo en el que el país marca un máximo desde el inicio de la pandemia. En total, Polonia suma oficialmente 98.140 infectados —sobre una población de 38 millones—, de los que 2.604 han fallecido.

En la República Checa la segunda ola también está resultando mucho más cruenta que la primera. Este sábado, día de elecciones, reportó 3.793 nuevos positivos. En total, el país, con 11 millones de habitantes, suma 78.051 casos confirmados y 699 decesos. Hay 42.320 casos activos, 1.134 pacientes hospitalizados y 35.032 altas.

Ucrania también está pasando por malos momentos. El país informó este sábado de 4.661 contagios en 24 horas, otro nuevo máximo desde que comenzó la pandemia. Hasta la fecha se han confirmado 222.322 casos, 98.737 recuperados (2.146 en las últimas horas) y 4.353 fallecidos.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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