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Misión: que el virus no salga de estas cuatro paredes

32 personas se alojan ya en uno de los tres espacios que Aragón ha habilitado para asintomáticos y enfermos leves, el gran reto a la hora de frenar los contagios. Los mediadores culturales juegan un papel fundamental en la tarea

Patricia Peiró
La sala multiusos se habilita para alojar a pacientes asintomáticos o con síntomas leves.
La sala multiusos se habilita para alojar a pacientes asintomáticos o con síntomas leves.Europa Press

El grupo de temporeros senegaleses acaba de llegar a una residencia de mayores que aún no se había inaugurado. Les han trasladado desde el campo de un pueblo cercano hasta ese barrio de Zaragoza porque han dado positivo por covid. Tienen muchas dudas y esos sanitarios vestidos como astronautas no son capaces de resolverlas todas. Se enciende un ordenador y en la pantalla aparecen dos compatriotas en una videollamada.

-¿Cuánto tiempo tendremos que estar aquí?- preguntan los pacientes en wolof, el idioma mayoritario de su país.

Conseguir el aislamiento de los asintomáticos o enfermos leves se ha convertido en un reto para contener la pandemia. Aragón, una de las comunidades más azotadas de España y de Europa por los contagios, ha puesto en marcha tres espacios para lograr que estos positivos cumplan esta medida. Según datos oficiales, el 58% de los casos detectados no presentan síntomas, un porcentaje que se sitúa en la media española. Es en ellos en donde se centran ahora todos los esfuerzos para evitar que sigan extendiendo el virus. La comunidad es la que más ha incrementado el número de PCR en la última semana de toda España, un 16%.

En la residencia Albertia del barrio de Valdespartera, uno de los de más reciente creación de la ciudad, se hospedan ya 32 pacientes. Entre ellos, dos grupos pertenecientes a cuadrillas de temporeros que aceptaron voluntariamente aislarse en estas instalaciones. Aquí hay camas para 70. A pie de calle, nada hace pensar que este es el lugar escogido por Sanidad para albergar a estos pacientes, salvo una sanitaria ataviada con un EPI que hace un descanso para mirar el móvil en la recepción a media mañana. 12 especialistas de Cruz Roja trabajan en esta instalación. La doble puerta de cristal está cerrada a cal y canto.

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Teresa Sáez participó junto a los mediadores senegaleses en la videollamada con los pacientes asintomáticos. Es fundadora de Amediar, una ONG de mediación cultural contratada por el Gobierno autonómico para eliminar barreras con la población inmigrante afectada por el virus. “Si los que hablamos el idioma a duras penas entendemos esta nueva situación, imagínate alguien que está fuera de su país, en unas condiciones tan duras como las de los temporeros. Lo primero que quieren saber es cuánto tiempo estarán aislados y también documentos impresos que acrediten que están de baja. Hay un momento en el que todos se preguntan si todo esto es real”, explica Sáez.

El equipo trabaja desde hace 10 días con los rastreadores de la atención primaria. Cada vez que uno de ellos tiene un problema de entendimiento con los que han dado positivo en la prueba, pide la ayuda de uno de los cuatro mediadores. Hay una de origen magrebí, dos subsaharianos y una latinoamericana. Está previsto que en los próximos días se forme a otros cinco, dos de Gambia, una de las nacionalidades que más prolifera en la región, otros dos subsaharianos y uno de etnia gitana. “Los mediadores les contactan siempre por videollamada, para darles confianza, y desde el principio garantizan la confidencialidad”, detalla Sáez. A veces el problema es que no saben cómo aislarse en su casa, otras que necesitan que alguien les lleve la compra, otras que el rastreador no es capaz de entender con cuánta gente vive el contagiado. “Al shock por el diagnóstico hay que sumar la inestabilidad en la que viven muchas de estas personas. A algunos de ellos, lo que les ha llegado junto con la baja médica es la carta de despido de la empresa de trabajo temporal”, recalca Sáez. Un estudio llevado a cabo en Barcelona pero extrapolable a otras realidades reveló que la incidencia de covid es casi tres veces mayor en los distritos con menos renta.

El barrio de Delicias, uno de los más poblados de la ciudad, concentra una décima parte de los contagios de todo Aragón. Un 25% de su población es inmigrante. El Ejecutivo también ha puesto en marcha cuadrillas de trabajadores sociales y sanitarios para establecer un mayor control en las medidas de aislamiento y darles una alternativa si las condiciones en su casa no son las mejores.

Un grupo de niños con mascarilla en el barrio Delicias de Zaragoza.
Un grupo de niños con mascarilla en el barrio Delicias de Zaragoza.Carlos Gil-Roig

Aparte de la residencia de Valdespartera, otra de estas alternativas es la sala multiusos, un auditorio frente al hospital Miguel Servet. Aquí permanecen preparadas 60 camas desde la semana pasada. Cada una en un cubículo, para dar intimidad. En una esquina del pabellón se encuentran las duchas. Lucía Conde, la coordinadora del dispositivo que gestiona Cruz Roja, se encuentra en este espacio, ahora vacío, con un móvil que no deja de sonar. “Ante todo hemos buscado la dignidad y comodidad de las personas que previsiblemente dormirán aquí”, señala. Sobre las camas hay sábanas, mantas y un kit de limpieza con geles, cremas, toallas, desodorantes, compresas... Las 40 camas para hombres y las 20 para mujeres están separadas por un gran telón.

“Hemos aprendido muchas lecciones de los compañeros de Madrid, nos dijeron que extremáramos las precauciones de seguridad y que fuéramos conscientes de que a muchos pacientes esto se les iba a hacer cuesta arriba. Que puede haber bajones que esperamos que no lleguen a ser problemas de ansiedad”, destaca Julián Martínez, director de intervención social. Afirman estar preparados. El dispositivo prevé que trabajen aquí una docena de personas y unos 20 o 30 voluntarios. “En la primera ola estuvimos tan centrados en la ayuda de emergencia y en atender a los mayores en sus casas, que ni nos dio tiempo a ocuparnos de los asintomáticos”, apunta Martínez. La idea es que en cuanto un contagiado entre, este espacio se convierta en un búnker, explican.

A estos centros pueden llegar casos de toda la comunidad. El transporte lo facilita también la Cruz Roja y está adaptado para este tipo de traslados, salvo excepciones. “El otro día trajeron a un paciente de Huesca en ambulancia”, explica Conde, que ha participado en otras situaciones de emergencia, como los atentados de Barcelona de 2017. “La única característica común de todos los que vengan aquí o a la residencia es que no tienen condiciones en su casa para aislarse”, resume Martínez.

La misión es que el virus muera dentro de estas cuatro paredes.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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