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La ‘ballena de los vascos’ se encuentra en peligro crítico

La UICN advierte de que en 2018 había menos de 250 individuos maduros de la ballena franca del Atlántico norte

Ballena franca del Atlántico norte, en la bahía de Fundy (Canadá). En vídeo, el número de estos cetáceos no supera los 250 en 2018.Vídeo: Getty
Esther Sánchez

La ballena franca del Atlántico Norte, conocida como la ballena de los vascos (por ser los primeros en cazarla), está a un paso de la extinción, asegura la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). La desesperada situación de la especie ha provocado que la organización haya cambiado al cetáceo de la catalogación de “en peligro” a “en peligro crítico” ―la máxima categoría de amenaza― en la última revisión de la Lista Roja, que ha dado a conocer este jueves. En 2018 se estimó que existían menos de 250 individuos maduros. “La población total se había reducido aproximadamente un 15% desde 2011”, concreta la organización.

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El declive de la población, que comenzó hace siglos, continúa en la actualidad por una combinación de factores. Al incremento de mortalidad debido a que los ejemplares se enredan en los aparejos de pesca y chocan con buques al nadar cerca de la costa, se suma una baja tasa de reproducción. “De 30 muertes confirmadas o lesiones graves causadas por humanos a estas ballenas entre 2012 y 2016, 26 se debieron a los enredos con las artes de pesca”, concreta la UICN.

El cambio climático intensifica los problemas que afronta el cetáceo, que puede llega a medir 18 metros de longitud y a pesar entre 36.000 y 72.000 kilos. El aumento de la temperatura del mar ha empujado probablemente a sus principales presas más al norte durante el verano, hacia el Golfo de San Lorenzo, agrega la UICN. Allí las ballenas, que se alimentan sobre todo de krill y copépodos filtrando el agua del mar, están más expuestas a encuentros accidentales con barcos y también tienen un alto riesgo de enredarse en aparejos de pesca. Hay investigadores que apuntan a la acumulación de contaminantes en la grasa de los cetáceos como otro de los motivos que puede estar influyendo en su salud.

Una investigación realizada por un equipo internacional de científicos, publicada en mayo de este año en la revista Marine Ecology Progess Series, reveló en 2019 que el estado corporal de estas ballenas “es mucho peor” que el de las de las tres poblaciones del hemisferio sur, en Argentina, Australia y Nueva Zelanda. Los científicos consideran que este hallazgo “muy preocupante” explica “por qué muchas ballenas francas del Atlántico norte están muriendo y no están teniendo suficientes crías para permitir la recuperación de la población”. Al mismo tiempo, su mal estado podría afectar el crecimiento de los individuos y retrasar la madurez sexual de los juveniles.

Encuentro de un submarinista con una ballena franca austral, en Nueva Zelanda.
Encuentro de un submarinista con una ballena franca austral, en Nueva Zelanda.BRIAN SKERRY

La intensa persecución a la que se sometió al mamífero (Eubalaena glacialis) en el pasado hizo desaparecer su población en el Atlántico oriental, de tal forma que la población europea está extinguida. Los historiadores sitúan el apogeo de su pesca en el Cantábrico entre los siglos XIII y XIV, su declive a lo largo de los siglos XVI y XVII y su liquidación en el XVIII, señala la Enciclopedia de vertebrados españoles del CSIC. A esta extracción se añadió la persecución de los balleneros cantábricos en sus zonas estivales de alimentación. En el norte de Europa todavía se capturaron entre 134 y 137 ballenas de 1890 a 1937. Sus errores fueron vivir cerca de la costa, nadar despacio y poseer una capa de grasa mayor: representa entre el 36% y el 45% de su peso total. Ahora su población se concentra en el Atlántico occidental, desde Florida a Canadá y Groenlandia, con raras observaciones en la zona oriental.

El hámster europeo, los lémures y el hongo más caro del mundo

El hongo más caro del mundo, el ordyceps (Ophiocordyceps sinensis), ha entrado en la Lista Roja en la categoría de vulnerable. Sus poblaciones han disminuido un 30% en los últimos 15 años como resultado de la sobrecosecha, sostiene la UICN. La medicina tradicional china lo utiliza desde hace más de 2.000 años para tratar muchas enfermedades, incluidas las relacionadas con los riñones y los pulmones. Como consecuencia, su demanda ha aumentado “de forma drástica desde la década de 1990″. Con otro componente añadido: solo crece en la meseta tibetana, y se ha convertido en la principal fuente de ingresos que permite subsitir a “miles de personas”.

La UICN también advierte de que el hámster europeo (Critecus critecus), antes abundante por toda Europa y Rusia, se encuentra también en peligro crítico. “Si nada cambia, se espera que la especie se extinga en 30 años”, expone la UICN. El declive de esta especie se encuentra en sus bajas tasas de reproducción. Si una hembra tenía una media de más de 20 crías al año en el siglo XX, hoy en día solo consiguen entre cinco o seis crías al año. Las razones de estas bajas ratios de reproducción no son totalmente conocidas, pero “la expansión de los monocultivos, el desarrollo industrial, el calentamiento global y la polución”, se han investigado como posibles causas. El roedor ha desaparecido de las tres cuartas partes de su hábitat original en la región francesa de Alsacia, de por lo menos un tercio en Alemania, y de más del 75% en Europa del este.

Los lémures tampoco consiguen remontar y se encuentran al borde de la extinción. En la nueva actualización aparecen 33 especies de lémures en peligro crítico, con 103 de las 107 especies sobrevivientes amenazadas de extinción, “principalmente debido a la deforestación y la caza en Madagascar”. Un trabajo realizado para la UICN por la Evaluación Global de Árboles concluye que “los bosques secos de Madagascar albergan 982 especies de árboles, el 90% de las cuales muestran tendencias poblacionales decrecientes y el 59% de las cuales están amenazadas de extinción”, explicó Paul Smith, Secretario General de Botanic Garden Conservation International.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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