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Bruselas pide que las cuarentenas no sean discriminatorias

La Comisión Europea reclama a los Estados miembros que basen sus decisiones en criterios científicos

Álvaro Sánchez
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

El movimiento de viajeros en Europa está alcanzando un inusitado nivel de complejidad. Si el cierre de las fronteras internas ha paralizado la zona Schengen de libre circulación de personas, la reciente imposición de cuarentenas por parte de algunos Estados miembros amenaza con extender las restricciones. Ante el goteo de países que exigen aislamiento durante 14 días a los recién llegados del extranjero, la Comisión Europea, partidaria de medidas menos duras, se ha resignado al uso de este instrumento, pero reclama que la decisión de confinar se tome basándose en criterios científicos y en estrecho contacto con el resto de socios. Con algunas capitales pergeñando acuerdos bilaterales para eximir del encierro a los visitantes procedentes de determinados Estados vecinos, Bruselas también demanda que se apliquen las mismas reglas a todos. “El principio de proporcionalidad y no discriminación debe ser respetado al aplicar cuarentenas”, ha afirmado este martes un portavoz comunitario.

El recado no supone un rechazo frontal de la Comisión a los tratos que han empezado a gestarse entre capitales, dado que la puesta en marcha de cuarentenas es competencia nacional, pero lanza un recordatorio: si se llega a pactos de reciprocidad que eximan de reclusión, no debe ser por afinidades políticas o intereses comerciales para su mercado turístico, sino teniendo en cuenta únicamente la situación epidemiológica del país de origen de los viajeros a los que se autoriza la entrada. Es decir, si dos países están en una fase similar en la batalla contra el virus, considera contraproducente permitir el acceso a los habitantes de uno y cerrarlos a los del otro. Distinto sería si se colocasen barreras a un Estado especialmente azotado por la pandemia.

El miedo a una segunda oleada de enfermos de covid-19, que tiraría por tierra los esfuerzos de dos largos meses de confinamiento, volvería a poner a prueba las costuras de los exhaustos sistemas sanitarios, y ahondaría aún más en el desplome de la economía, ha acelerado los movimientos de las cancillerías. Francia ha estado entre las últimas en anunciar su intención de obligar a los recién llegados al país a guardar 14 días de aislamiento. A la espera de que desgrane los detalles, se muestra decidida a que los ciudadanos de la UE y el Reino Unido no tengan que cumplir esa reclusión. El Elíseo pretende aplicarla solo a aquellos que provengan de regiones especialmente afectadas, y apuesta por elaborar una lista europea de dichas zonas. El Reino Unido, que también contempla impedir salir de casa o del hotel próximamente a los viajeros internacionales, cuando bajen los contagios, solo parece dispuesto por ahora a salvar del confinamiento a irlandeses y franceses. El primer ministro británico, Boris Johnson, acordó con el presidente galo, Emmanuel Macron, que no se impondrá a los viajeros procedentes de Francia y viceversa.

Ese escenario, el de los pactos bilaterales, ha ganado terreno en las últimas horas. España, que este martes ha anunciado medidas para aislar a los recién llegados sin importar su origen, también podría participar en acuerdos de reciprocidad como el franco-británico. La ministra de Transporte italiana, Paola de Micheli, aseguró este lunes que Italia prepara con España, Francia y Alemania la posibilidad de que haya vuelos en verano sin cuarentena entre ellos.

Bruselas respeta esos tratos, pero si en el caso de las fronteras el temor era que se abriera el paso a los ciudadanos de un socio y se dejara el candado puesto para los de otros arbitrariamente, ahora, en el caso de las cuarentenas, la gran inquietud es que un ciudadano de, por ejemplo Berlín, tenga más derechos que otro de Varsovia solo porque su Estado tiene más capacidad de negociar ventajas para sus nacionales. “Esperamos que los Estados miembros que tomen medidas de cuarentena apliquen las mismas reglas en caso de situaciones epidemiológicas similares”, avisó la Comisión.

El Ejecutivo europeo presentará este miércoles sus directrices sobre turismo y transporte. Nueve países, entre ellos España, Francia e Italia, pidieron hace dos semanas “reglas homogéneas” dentro de la UE para salvar la temporada. Un planteamiento que casa mal con la posibilidad de que haya cuarentenas a según qué ciudadanos.

La industria aérea ya ha advertido de que si se ponen en marcha medidas de aislamiento obligatorio, su negocio se resentirá con fuerza. Aerolíneas como IAG y Ryanair han mostrado su intención de retomar en julio buena parte de sus vuelos, pero el consejero delegado de la primera, Willie Walsh, ya ha alertado de que mantener en verano el confinamiento de los viajeros internacionales supondría una vuelta de tuerca extra para un sector ya muy tocado. Este mismo martes, Brussels Airlines, la principal aerolínea belga, ha anunciado su intención de despedir a 1.000 trabajadores y suprimir 22 rutas. El equilibrio entre la voluntad de los Estados de proteger la salud pública y el impacto brutal para la industria turística de una cuarentena de 14 días que disuada a muchos europeos de desplazarse se antoja como una de las grandes batallas de las próximas semanas.


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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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